Giancarlo Ugolini

En el origen de un pueblo, una presencia

Al cumplirse diez años de la muerte de Giancarlo Ugolini, el alma de la comunidad de CL en Rimini durante mucho tiempo, Julián Carrón ha presidido una misa: «Fue el rostro del misterio haciéndose cercano a cada uno de vosotros»
Paolo Facciotto

Beata gens, bendita la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que se eligió como heredero. Eran muchos, una parte significativa de un pueblo aún mayor, los que se dieron cita el 3 de octubre en Rímini, con motivo de la misa por el décimo aniversario de la muerte de Giancarlo Ugolini (1929-2009).

«¿Qué es lo que hace nacer un pueblo?», se preguntaba Julián Carrón al comienzo de la homilía. «¿Cuál es el origen de un pueblo tan numeroso como el que se reúne aquí esta noche?». Respuesta: «Un evento que no es un libro, sino una presencia. Una presencia que se ha convertido en la modalidad mediante la cual el misterio sigue actuando, generando un pueblo en la historia. Porque el cumplimiento de toda esa historia contenida en la ley se ha sintetizado, se ha encarnado en una presencia histórica: Jesús, el Señor».

Mientras hablaba el presidente de la Fraternidad de CL, todos podían ver allá arriba, en el muro al fondo del coro de la iglesia de san Agustín, al gran Cristo bendiciendo sentado en el trono, flanqueado por dos Juanes, el Bautista y el Evangelista, dos de los primeros en seguirle. El espléndido icono del Trecento riminés está lejos en años pero expresa vivamente el contenido de nuestra vida hoy. «Esta modalidad tan humana de cercanía de Dios, que se hace tan próximo como la carnalidad de un rostro humano, está en el origen de este pueblo. Lo que nos ha pasado es lo mismo que sucedió al principio de la historia contenida en la ley, que luego cuenta el Evangelio, tal cual, sin solución de continuidad. Algo que sucede ahora», siguió diciendo Carrón.

¿Pero qué tiene que ver todo esto con Ugolini? «El método de Dios no cambia, es exactamente igual que al principio, es decir, una irrupción nueva, distinta, en la vida de la gente, con un rostro humano, con nombre y apellidos: don Giancarlo, al que todos agradecéis su paternidad. Es la modalidad, el rostro, la cercanía, la carnalidad, la historicidad –¡nada de abstracciones!– del misterio, haciéndose cercano a cada uno de nosotros, y lo hemos encontrado en varios momentos del camino, y nos ha desbordado».

La misa por el décimo aniversario celebrada por Julián Carrón (foto: Roberto Masi)

Historicidad y cercanía a la vida del hombre, tal como se ve en otro fresco medieval del templo, justo debajo de la deesis: en pie, sobre las rodillas de María, el Niño le tira de los ropajes para llamar su atención. Acuden a la mente las múltiples ocasiones en que don Giancarlo llevaba a la comunidad de Rimini a implorar la gracia de la Virgen de Bonora, en “su” santuario durante los años del seminario, esa peregrinación pre-Meeting que desde hace 28 años se celebra cada 15 de agosto nació de esta piedad suya, de este deseo de encomendarse a ella.

Carrón terminó señalando que «en esta situación histórica en que tanta gente no encuentra una razón para vivir, por la falta de sentido, de significado de la vida, que carecen –pobres– de una razón para levantarse por las mañanas, ir a trabajar, amar a su mujer o a su marido, educar a sus hijos. Esta noche queremos testimoniar que no todo es mentira, que hay algo verdadero, que dura, sabemos que algo es verdadero, que una amistad es verdadera, que una paternidad es verdadera, porque dura». Nosotros, este pueblo, está llamado a testimoniar esto, «no porque seamos mejores, somos tan pobres como ellos, pero nosotros nos hemos encontrado, por gracia, con un padre que nos ha generado, si seguimos dejándonos generar también nosotros podremos generar».

«El misterio de Dios permanece en la historia, es algo que dura en el tiempo, igual que al principio, con las mismas características que al principio, pero dura para atraer aún más, para suscitar aún más esta libertad nuestra, para provocar nuestra razón, para no dejar que nuestro pobre yo vuelva a la nada, arrastrado como una piedra por el torrente de las circunstancias».
Libertad suscitada, razón provocada, afecto movilizado por Jesucristo, presente en la Iglesia y en el movimiento, como se podía ver en una exposición que documentaba la vida de Giancarlo Ugolini: su familia e infancia, el seminario y el sacerdocio, el encuentro con don Giussani y el compromiso educativo con los jóvenes, en GS y luego en CL, su ímpetu incansable y su creatividad, su gusto por la vida y el sacrificio del sufrimiento. Después de presentarse en el último Meeting, se expone estos días en el patio de la Biblioteca Gambalunga, a cuya inauguración asistió el 4 de octubre el obispo de Rimini, Francesco Lambiasi, que afirmó: «Giancarlo Ugolini fue un don que hizo fecunda a la Iglesia de Rimini, enriqueciéndola con vocaciones a la virginidad, al sacerdocio, a la misión, y provocando en muchos laicos el compromiso social y político». En representación del alcalde, Andrea Gnassi, intervino su asesora, Anna Maria Montini: «Generaciones de rimineses, yo entre ellos, han tenido la fortuna de tenerlo como profesor en la escuela superior, aparte de haberlo tenido cerca como educador y guía. Pero hoy toda la comunidad de Rimini, independientemente de su pertenencia, está orgullosa de Giancarlo Ugolini, hombre de fe apasionado y enamorado del corazón de los hombres, de su libertad y de su misterio. Hay algo que, personalmente, encuentro especialmente fascinante en este recuerdo y es su familiaridad con el misterio».