Carrón: «El Meeting, una presencia cargada de propuesta»

Un lugar de encuentro, un espacio de libertad «desde el principio», que nació del «acontecimiento cristiano vivido como fuente de un ideal». La introducción del presidente de la Fraternidad a un número especial de Huellas dedicado al Meeting
Julián Carrón

En las pocas líneas de don Giussani sobre el inicio del Meeting, incluidas en el número especial de Huellas, emerge con una claridad solar la preocupación que guió toda su vida: la generación del sujeto, de un adulto apasionado por la vida. Todo lo demás es consecuencia de esto. En ese gesto se concentra toda la novedad de su planteamiento educativo.

En segundo lugar, las palabras de don Giussani, pronunciadas cuando el primer Meeting acababa de concluir –era el año 1980–, son una invitación a tomar conciencia del origen de todo. Resulta crucial ante una celebración como los 40 años del Meeting. Nos permite no dar por descontado el punto original. Esta conciencia es la única que permitirá su duración, cuando alrededor todo parezca decaer. Don Giussani nos advierte: «Si no es expresión de esto», de esta conciencia, «¡entonces estamos acabados, aunque hagamos muchas cosas! Si hacemos muchas cosas, producimos todo lo más resistencia, ponemos un dique de resistencia a la ola de la marea, una resistencia que se verá inevitablemente arrasada».



La cuestión fundamental es por tanto identificar dónde se genera un sujeto adulto, capaz de crear una expresión cultural a la altura del desafío de los tiempos que vivimos. La respuesta a esta pregunta está en la propia historia del Meeting. Si miramos quién lo ha sostenido estos años y quién lo sostiene hoy, la única respuesta adecuada es que el "lugar" que lo generó, como reconocía don Giussani ya en 1980, fue la pertenencia al movimiento. Solo el acontecimiento cristiano, vivido como fuente de un ideal, es capaz de crear amistad, es decir, un espacio donde encontrar a «una persona con un mensaje dentro». Como nos hemos repetido durante todo este año, este fue el punto del que volvió a partir don Giussani para responder al desafío del 68: no el propio hacer sino «una presencia cargada de propuesta» es lo único capaz de resistir el embate del tiempo.

Para poder seguir organizando un evento de este calibre, hace falta pertenecer al lugar generador de ese adulto, capaz de proponer un ideal tan fascinante que pueda ser percibido como el mayor bien para uno mismo, y por tanto ofrecido también como tal a los demás.

Desde el principio, el Meeting ha sido un lugar de encuentro, un espacio de libertad donde poder compartir la propia identidad en dialogo con otros sujetos, para un enriquecimiento mutuo. Por eso, sobre todo en un momento de desencuentros, un lugar como el Meeting adquiere toda su relevancia.

Que los festejos por este importante logro no oscurezcan la inquietud –de agustiniana memoria– que brota más o menos conscientemente de las vísceras de quienes estén en Rímini –organizadores, voluntarios, invitados y visitantes–, esa inquietud que don Giussani recomendaba al terminar su intervención en el Meeting de 1985: «Deseo para mí y os deseo a vosotros que nunca estemos tranquilos, ¡jamás tranquilos!».

(Este texto es la introducción de un número especial de la revista Huellas dedicado al Meeting en su 40° aniversario, con algunas de las intervenciones de don Giussani y de Julián Carrón en ediciones anteriores. Un regalo que se puede adquirir en Rímini, en el stand de la revista situado en el Hall Sur, al suscribirse o renovar la suscripción anual)