La madre Teresa en el Meeting 1987

La madre Teresa al Meeting: «Recordad que sois preciosos para Dios»

Era el 29 de agosto de 1987. La fundadora de las Misioneras de la Caridad visitó Rímini. El video de aquel encuentro y las palabras que pronunció la monja albanesa que dos años después recibió el Premio Nobel de la Paz

«Pidamos a la Madonna, a la Virgen Santa, que nos dé su corazón, tan bello, tan puro, tan inmaculado, su corazón tan lleno de amor y humildad, de modo que podamos recibir a Jesús en el pan de la vida y amarlo como ella lo ama, sorprendiéndolo en el más pobre entre los pobres. Leemos en el Evangelio que Dios amó tanto al mundo que dio a Jesús a la virgen más pura, María. Y María, al recibir a Jesús, fue a visitar a su prima Isabel para contárselo y decirle cuál era la tarea de Dios. Y algo extraordinario sucedió cuando María llegó a casa de su prima Isabel: el pequeño ser, el bebé aún no nacido dio un salto de alegría en el vientre de su madre. Es un hecho muy extraño, que Dios se sirviera de un niño aún no nacido para proclamar la venida de Cristo. ¡Y ahora vemos los tremendos sufrimientos que padece un bebé aún no nacido! Vemos cómo hoy la propia madre puede llegar a acabar con la vida de un hijo, matando en él la imagen y la misma vida de Dios. Por eso el aborto se ha convertido en el mayor destructor de la paz. Por eso recemos ahora un momento y demos gracias a nuestros padres por habernos amado, por habernos querido, por habernos dado la alegría de la vida.

Jesús vino a traernos la buena nueva de que Dios nos ama, y nos pide amarnos unos a otros como Él ama a cada uno de nosotros. Para hacernos más fácil este amor mutuo, Jesús nos dijo: «Lo que hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis. Si dais un vaso de agua a uno de mis hijos es como si me lo dierais a mí, si acogéis a un niño en mi nombre, me recibís a mí». También cuando muramos y regresemos a la casa de Dios, se nos juzgará por lo que hemos sido los unos para los otros. Él dijo: «Tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis, fui forastero y me hospedasteis. Venid vosotros, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros». El hambre no es solo hambre de pan, es hambre de amor, es hambre de amor de Dios; estar desnudo no es solo carecer de ropa, estar desnudo quiere decir carecer de ese inmenso don que es la dignidad del hombre, la pureza; no tener casa no significa carecer de un edificio de ladrillo, significa no ser querido, no ser amado, estar perseguido, marginado por la sociedad. ¿Dónde empieza este amor? En nuestras propias familias, en nuestra propia casa. ¿Cómo empieza este amor? Rezando juntos. Las familias que saben rezar juntas permanecen unidas, y si permanecéis unidos podréis amaros unos a otros como Dios os ama a cada uno de vosotros. El fruto de la oración es una profundización de la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es ponerse al servicio, y el fruto del servicio es la paz. Las obras de amor son obras de paz. Demos gracias a Dios por habernos dado esta maravillosa posibilidad de compartir la alegría de amarnos unos a otros.



El amor, para ser verdadero, debe herir y hacer daño, y debemos seguir entregando aunque nos duela. Hace tiempo, vinieron a verme dos jóvenes y me dieron mucho dinero. Les pregunté: «¿De dónde habéis sábado tanto dinero?». Me respondieron: «Hace dos días nos casamos. Antes de la boda decidimos no comprar trajes para la ceremonia ni hacer una fiesta, sino darle a usted el dinero». En mi país, la India, hacer eso supone un sacrificio enorme, así que les pregunté: «¿Por qué lo hacéis?». Su respuesta fue: «El amor que nos tenemos es tan grande que queríamos compartir la alegría de amarnos con las personas a las que usted atiende». Compartir la alegría de amar: eso es algo que todo ser humano debe poder sentir y experimentar. La alegría de amar no es cuánto damos, sino cuánto amor contiene lo que damos. Por eso es tan importante rezar. Porque rezar nos da un corazón limpio, y un corazón limpio puede ver a Dios, y si veis a Dios el uno en el otro, os amaréis el uno al otro como Dios nos ama. Por eso es tan importante que ahora que estamos juntos hagamos una gran promesa: la de amarnos unos a otros como Dios nos ama a cada uno de nosotros. Para un joven, es precioso amar a una chica, y para una chica amar a un joven, amarse mutuamente con un corazón limpio. El mayor regalo que os podéis hacer el día de vuestra boda es un corazón puro y un cuerpo puro, caso y virgen. Eso es lo que pido para vosotros: que podáis mantener siempre un corazón limpio, porque un corazón limpio os permitirá ver siempre el rostro de Dios y amar con un amor tierno. Recordad que el amor de Dios por cada uno de nosotros es un amor tierno, ¿y quién os puede ayudar a amar a Jesús, amar a Dios, a corresponder con un amor tierno a este tierno amor? Solo María, la madre de Jesús. Por tanto, repetid muchas veces al día: «María, madre de Jesús, sé ahora también madre mía».

Este año particularmente, el Santo Padre nos lo ha dado por entero para testimoniar nuestro amor por María. En todos los lugares donde la Virgen se apareció, en todas partes pidió rezar el Rosario. Llevad el Rosario a vuestra familia, consagrad vuestra familia al Sagrado Corazón. Padres, enseñad a vuestros hijos a rezar y rezad con ellos. He visto que mostráis un gran amor por Jesús, que está en el Santísimo Sacramento, para mí y para vosotros. En nuestra congregación, todos los días, durante una hora entera, tenemos la adoración del Santo Sacramento. Pedid a vuestros sacerdotes que os den la alegría de esta hora de adoración, al menos una vez a la semana, y podréis llegar a este amor por Jesús, que es el camino que os llevará al amor de Dios. A través de la adoración, Dios tocará vuestros corazones, los hará más puros y dispuestos a decir sí a Jesús. De hecho, ¡qué mayor gracia para una familia que consagrarse, hacerse religiosa, sacerdote, entregándoos al sacerdocio de Cristo! Rezaré por vosotros para que tengáis siempre la bendición del Señor y crezcáis en ese tierno amor de unos por otros. Y que ese amor llegue a ser santo. La santidad no es un lujo para unos pocos, es un sencillo deber para todos, para vosotros y para mí.

Sabed que mi congregación es de misioneras de la caridad, y hemos consagrado nuestra vida entera a Dios para dar el corazón entero y nuestro libre servicio a los más pobres entre los pobres. Ahora tenemos más de 2.500 hermanas que han consagrado totalmente su vida a Dios. Espero y pido a Dios que elija a algunos de vosotros para consagrar su vida a su amor. Tenemos hermanos y hermanas activos, que son las manos y los brazos de Jesús; tenemos hermanos y hermanas dedicados a la vida contemplativa, ellos son los pies de Jesús; tenemos padres, y ellos son el corazón de Jesús. Tenemos misioneros de la caridad laicos, ellos son el rostro sagrado de Jesús; tenemos a los llamados “colaboradores de la madre Teresa”, ellos son la cabeza de Jesucristo coronada de espinas. Y la Virgen es la madre de todos ellos. Vosotros también estáis invitados a responder a Jesús y pertenecer a estos grupos fundamentales. Y a rezar por nosotros para que podamos continuar este trabajo, esta obra de Dios, con inmenso amor. Ahora estamos presentes en 77 países, también en países comunistas, y espero y pido que también podamos estar pronto en la Unión Soviética. Repetid a menudo a lo largo de vuestra jornada esta pequeña oración: «Jesucristo, creo de corazón en Tu tierno amor por mí, te amo». Y recordad que sois preciosos, tan preciosos que os lleva inscritos en la palma de su mano. Él dijo: «Aunque una madre pueda olvidarse de su hijo, yo no os olvidaré a ninguno de vosotros; vuestro nombre está grabado en la palma de mi mano, sois preciosos para mí, os amo». Demos gracias a Dios por este maravilloso don de habernos puesto juntos para mostrar nuestro amor hacia Él, amándonos unos a otros como Él ama a cada uno de nosotros. ¿Rezamos todos juntos el Ave María para dar gracias a la Virgen por habernos permitido juntarnos aquí? (Rezo de la oración). Ahora me gustaría decir una oración por los pobres: «Señor, haznos dignos de servir a nuestro prójimo en el mundo entero, haznos dignos de servir a aquellos que viven y mueren pasando hambre y necesidad, dales el pan de cada día y, a través de nuestro abrazo de amor, dales la paz y la alegría». Creo que conocéis la oración por la paz. (Rezo de la oración). Que Dios os bendiga a todos.