Carrón: «En medio de la oscuridad se aprecia mejor cualquier luz»

Durante BergamoIncontra el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación clausura el ciclo dedicado a El sentido religioso de don Giussani. La entrevista publicada en El Eco de Bérgamo
Carlo Dignola

El Centro de Congresos Juan XXIII acoge esta noche a las 21 horas la intervención de don Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, en el último de los encuentros sobre el libro El sentido religioso de don Luigi Giussani organizados por BergamoIncontra. El título es «La tarea de la realidad: despertar las preguntas últimas». El sociólogo alemán Ulrich Beck decía que «una afirmación en la que la mayoría de la gente coincide, más allá de cualquier antagonismo, y en todos los continentes, es la siguiente: “Ya no comprendemos el mundo”». Efectivamente, los marcos de referencia parecen haber desaparecido. Las familias se descomponen. Los partidos se disuelven después de algunos años o cambian de nombre. La Iglesia misma ya no aparece como un «refugio sólido».

¿Cómo se puede vivir en medio de esta confusión?
«Creo que la confusión actual pone de manifiesto, por un lado, toda la dificultad del momento, pero al mismo tiempo hace que emerja con claridad algo que no está completamente confuso: el deseo que tiene el hombre de encontrar una respuesta a esta confusión. Una persona me describía recientemente su aburrimiento personal y el que percibe a su alrededor, pero –decía– hay algo que nos une al mismo tiempo: la certeza, casi infantil, de que estamos esperando algo. Esto no desaparece. Y es realmente extraordinario. Estamos cultivando esta espera en silencio. No sabemos qué es, de dónde viene, cómo se manifestará, pero esperamos algo radicalmente nuevo. Y por otro lado la misma confusión, en cierto sentido, hace que sea más fácil identificar, percibir a las personas que pueden constituir una respuesta. Un amigo enfermo, que actualmente está ingresado en un hospital, me contaba que algunos médicos, al ver cómo está afrontando la enfermedad, le piden que vaya a visitar a otras personas ingresadas que están más deprimidas que él. Paradójicamente, hoy resulta más fácil captar en la oscuridad aquellas personas que siguen iluminando».

El incendio de Notre-Dame de París parecía un indicio funesto del destino de la Iglesia en Francia y en Europa. Los datos de la religiosidad en ese país parecen confirmar una debacle. Sin embargo, incluso en ese contexto tan secularizado y escéptico, la gente ha sentido esa iglesia como algo «notre», ¿no le parece?
«Sí, es un buen ejemplo de la situación en la que nos encontramos: existe una falta de interés por el hecho que ha constituido Europa, el hecho cristiano, y sin embargo frente a un símbolo como la catedral de París todos se siente interpelados. Luego uno podrá vivir esto simplemente como momento de nostalgia, o podrá, por el contrario, preguntarse por qué ante al riesgo de la destrucción de esa iglesia ha percibido dentro de sí un desgarro. Aquí el hombre se la juega entre secundar ese impacto, ir hasta el fondo, preguntarse qué es lo que le falta, o bien dejarlo pasar, quedarse en el impacto sentimental del momento. Esta es la ambigüedad de la situación en la que vivimos: puede ser una estupenda ocasión para que el hombre redescubra esa ternura consigo mismo que vuelve a suscitar con mayor claridad la exigencia de un significado. Y si uno se la toma en serio, empiezan a aparecer ante nuestros ojos signos de respuesta».

Uno de los actos del ciclo sobre el ''El sentido religioso''

No es tan fácil como podría parecer estar verdaderamente apegado a uno mismo con lealtad.
«Lo que hace posible este apego es una mirada que viene de fuera. Cuando un niño llora o tiene miedo, lo único que responde en ese momento es su madre, que le introduce en una experiencia distinta de sí mismo. En la vida uno puede encontrar, incluso de adulto, una mirada que le permita experimentar una ternura hacia sí mismo que no habría podido imaginar. Como le sucedió a Zaqueo en el Evangelio: todo el mundo a su alrededor pensaba en “echarle la bronca”, pero pasó Jesús y le miró como ni siquiera él sabía mirarse a sí mismo. Todos tenemos una especie de rigidez. No encontramos el ángulo justo para mirar las cosas, la perspectiva adecuada. Tenemos necesidad de que otro nos ayude a empezar a mirar nuestra humanidad tal como es: entonces podemos empezar a cambiar. Pero no es tan fácil encontrar personas que se hayan reconciliado con su propia humanidad. Esto es lo que la Iglesia, justamente por aquello que la constituye, es capaz de testimoniar. La gran responsabilidad de la Iglesia hoy en día es este abrazo a las personas heridas».

¿Es este el mensaje de fondo del Papa? No un «descuento» en el plano moral, una rebaja que redefina el deber personal en base a las condiciones morales actuales de la sociedad, que se deslizan hacia abajo, sino la invitación a redescubrir la naturaleza de la Iglesia como abrazo al hombre.
«Efectivamente. Es una mirada hacia nosotros llena de ternura. Hoy necesitamos palpar, ver la mirada de alguien que esté lleno de esta misericordia. Una misericordia concreta, porque el cristianismo pasa siempre a través de la carne. Al hombre de nuestro tiempo no le bastan los correos electrónicos o los mensajes abstractos. La salvación podrá alcanzarnos únicamente si pasa a través de una mirada humana. Nosotros, en cambio, nos miramos muchas veces con la mirada determinada por la mentalidad común, que juzga».

Muchos creyentes se refugian hoy en la pereza o en el apego resentido al pasado. ¿Existe el riesgo de una introversión moralista del catolicismo?
«Es algo que está siempre al acecho y que nos conduce a ser víctimas de nosotros mismos, de nuestra medida. Jesús es el único que ha podido introducir una mirada capaz de valorar al hombre, de ver el hambre y la sed que constituyen su corazón y de responder a ellas».

Hace algún tiempo, la palabra «católico» era magna pars del ser italiano o español. Hoy en día, «católico» parece indicar alguien que tiene inclinaciones particulares, un poco extrañas, muy discutibles. ¿Qué ha sucedido?
«Católico es aquello que es pertinente a lo humano. En una sociedad tan variada como la nuestra, cuando personas de cualquier cultura, de cualquier procedencia se encuentran con una mirada así, la perciben como adecuada: quieren sentirse mirados así, valorados así. Si el catolicismo se reduce a algo asfixiante, pierde su naturaleza, que es apertura universal».

Recientemente he leído algunos libros, apologéticos o polémicos, que hablan de la Iglesia de hoy casi sin nombrar a Jesucristo. ¿No es un poco extraño?
«Es el resultado de que también en la Iglesia ha entrado la mentalidad común: hemos reducido tanto a Jesús que casi nos avergonzamos de ponerlo delante. Es la personalidad histórica de Jesús, es su mirada lo que sigue siendo interesante hoy para todos los hombres, que se encuentran con Él encarnado en una figura humana. El Papa va a Abu Dabi, va a Marruecos porque le buscan, porque es reconocido. Una encarnación del cristianismo como la que él testimonia se percibe enseguida. No tiene que renunciar a Jesús para llegar a todos; más aún, solo porque vive en Jesús puede presentarse como una figura humana capaz de interesar a todos».