Una iglesia de Colombo tras los atentados de Pascua

Sri Lanka. La condena de un joven musulmán

Los atentados en iglesias y hoteles de Colombo han provocado la muerte de 310 personas. Se abre paso la hipótesis de una reivindicación islamista. La agencia Asianews ha publicado la reflexión de Kamel Abderrahmani, joven académico musulmán
Kamel Abderrahmani

El domingo de Pascua, la fiesta más importante para los fieles que conmemoran la resurrección de Jesús y que el Nuevo Testamento sitúa a dos días de la Pasión –es decir, "el tercer día"– la barbarie anticristiana volvió a atacar con fuerza en Sri Lanka. En una serie de atentados donde murieron 310 personas y al menos 500 resultaron heridas. Hoteles e iglesias donde los feligreses, católicos y protestantes celebraban la misa se han convertido en el blanco de las sanguinarias fuerzas islamistas. Una barbarie que actúa a rostro descubierto. No diría que este grupo no representa el islam, más bien que representa fielmente una visión entre otras: un islam inspirado en contextos históricos enfrentados y en textos espacio-temporales que ya no son válidos.

Si dichos actos se han cometido en nombre de su islam, no me sorprende porque esta religiosidad superficial de fachada es una enfermedad, una plaga y una máquina de guerra. Digo "su islam" porque el mío y el de otros como yo es distinto. Es fe y espiritualidad, y se queda en un ambiente privado. Además, nosotros somos las primeras víctimas de esta visión medieval, ignorante y oscurantista de la religión.

Como dice el proverbio, “hay que llamar al gato por su nombre”. Es decir, tenemos que atribuir a las cosas su verdadero nombre: lo que ha ocurrido en Sri Lanka es un acto de terrorismo islámico anticristiano. "Anticristiano" porque no es la primera vez que los seguidores de Jesús sufren atrocidades de este calibre solo por ser cristianos. Ya lo hemos visto con los coptos y yazidíes, ejecutados y exiliados por el oscurantista y diabólico Estado llamado islámico. Ya no podemos callarnos.

Hoy vivimos en un mundo enfermo, que sufre y que no inspira paz o convivencia. Un mundo donde todas las comunidades se han convertido en un blanco: los cristianos en Sri Lanka, los musulmanes en Nueva Zelanda y los judíos en Pittsburgh (EE.UU). Actos que he denunciado y sigo condenando con firmeza y de manera absoluta.

Para los que no estuvieran al tanto, en 2018 los cristianos fueron la comunidad religiosa más perseguida del mundo. Y si las cosas siguieran a este ritmo, es evidente el riesgo de que, en 2019, la opresión hacia ellos se exacerbe aún más por parte de todos estos "cristianófobos" que, pertenecientes a otros credos o incluso sin una religión, no dejan de insultarles o atacar sus propiedades.

Como musulmán, considero a los cristianos por lo que son realmente: creyentes de la cultura del perdón y del amor, sobre todo durante el día de Pascua. A pesar de que este domingo de resurrección se ha convertido en muerte, estoy convencido de que ellos mantendrán su fe y su amor; que el odio no encontrará lugar en sus corazones, llenos de gracia y del amor de Dios.

Uno mi humilde voz a la de los musulmanes que, como yo, han querido expresar su solidaridad y su pésame a los cristianos. El amor de Dios puede unirnos, aunque haya personas que quieran alejarnos y sembrar guerra entre nosotros. Me refiero a los que son como yo y como vosotros, que creen en la convivencia y que trabajan para construir puentes de amistad y fraternidad entre distintas religiones y culturas.

Artículo publicado en Asianews