América Latina. «¡Despierta, corazón!»
¿Qué aporta a la vida el método de don Giussani? Las experiencias de quien vive (y revive) el carisma en casi veinte países del continente, desde México hasta ArgentinaEl primer jesuita español que llegó a estas tierras, san José de Anchieta, uno de los fundadores de la ciudad de Sao Paulo, construyó una cabaña entre los indígenas. Eran tribus caníbales. En la entrada escribió: «Pyápe Peiké Aé Peçauçuba». En lengua tupi-guaranì significa: «Entra, corazón. Aquí está tu amor». Una invitación directa al yo y una morada, aunque pequeña, donde la gente podía comer, dormir, dormir, curarse y educarse. «¡Qué certeza debía tener ese hombre! Certeza de que Cristo dialoga continuamente con el corazón, en cualquier condición, y a través de un lugar que te acoge».
Para Julián de la Morena, responsable del movimiento en América Latina, la experiencia inicial del jesuita que comenzó la evangelización en Brasil describe en cierto modo también la del carisma. «Es la realidad vida donde reconozco a Cristo que me dice: “¡Despierta, corazón! ¡Estoy aquí!”. El cristianismo se da solo ahora. Solo en el presente. Lo vemos suceder». En el ARAL, la Asamblea de responsables de América Latina con Julián Carrón, del 29 al 31 de marzo, a las afueras de Sao Paulo, la gente es de lo más diverso, por mil razones, pero todos hablan de cómo la vida les apremia, extrañamente agradecidos de que haya alguien que les provoque con sus preguntas, que les ponga en cuestión o en marcha. Impresiona ver cómo el deseo no tiene edad a la hora de aprender de otro cuál es la esencia de la propia existencia.
¿Qué le permite a Vivian vivir con plenitud ante la enfermedad de su joven esposo? ¿O a Jerónimo darse cuenta de que, en medio de la crisis laboral y familiar que está atravesando, quien debe cambiar es él? ¿O a los chilenos redescubrir la belleza del cristianismo en una Iglesia herida por los escándalos? ¿Y a Gabriela, venezolana refugiada en Colombia, llegar a dar gracias a pesar de haberlo perdido todo? «Porque he encontrado el abrazo concreto de Cristo a mi vida», afirma. Educardo asegura que su fragilidad personal se ha visto sanada al aprender a «usar bien la razón». «Si soy capaz de no huir ante mis desequilibrios es gracias a un camino en el que estoy descubriendo la profundidad de mi yo». Solo por eso puede mirar con verdad a los cincuenta chavales «heridos igual que yo» a los que acoge con su ONG.
Historias y juicios en los que profundizaremos en el próximo número de Huellas y que han acompañado el intenso trabajo de estos días en Sao Paulo, marcado por el deseo de redescubrir el método de Giussani. «Podemos seguir de una manera tan abstracta que lleguemos a negar el método mismo, perdiendo así el carisma por el camino», dijo Carrón desafiando a más de trescientas personas procedentes de casi veinte países, desde México a la Argentina, elegidos «por la iniciativa de Dios que nos precede a todos, no por un elitismo. La gracia se nos da a nosotros para que llegue al mundo entero», señala la primera noche. «Podemos vivirlo todo con la conciencia de que Alguien nos ama hasta el punto de darnos la existencia, y la primera ayuda es reconquistar esta conciencia». Es lo que él vio los días previos, cuando cuarenta jóvenes se dieron cita en el primer Equipe de los universitarios de América Latina. «Para ellos no era obvio estar aquí. Sentían toda la desproporción de no ser dignos. De hecho, aquí nadie está por méritos propios. Por eso, la preferencia totalmente gratuita de Dios por nosotros es la primera evidencia que se impone, ¡es lo primero que debemos mirar! Si somos sencillos, prevalece sobre todo lo demás». Sobre cualquier estado de ánimo, sobre todo lo que suceda.
«¿Por qué yo?». Así expresaban su estupor los chavales nada más abrir la boca en la asamblea. Antes de cualquier otra consideración, antes que los problemas y que todas las preguntas que tenían, sobre su propia utilidad para el mundo, su incapacidad para perdonar, la soledad, la Escuela de comunidad, el deseo de que las cosas duren, la relación de noviazgo, las relaciones prematrimoniales, el estudio, la forma de la vocación… Preguntas planteadas con total libertad a Carrón, que respondía con otra avalancha de preguntas. De modo que las tres asambleas fueron un cuerpo a cuerpo sobre la experiencia, «un continuo horadar en aquello que nos decimos y por qué lo decimos», decían los chicos en la mesa, continuando el diálogo entre ellos. «Quiere que seamos libres, por eso no deja pasar ni una de nuestras palabras». Algunos no le habían visto nunca en persona, pero le esperaban como a un padre, seguros de que en él encontrarían una ayuda segura, en el origen de la vida que les ha alcanzado. Para profundizar en ello, aprovechaban cada momento.
«La mayor gracia es poder hacer un camino», afirma Carrón. «No coincide con una “actividad momentánea” sino con la generación de una persona capaz de afrontar los desafíos de la vida». Fue luminoso el relato de Alejandro, de Argentina, sobre su «salto de autoconciencia». Después de 34 años en el movimiento, «pensando con presunción que estaba siguiendo a Giussani» y sin darse cuenta de que lo había dejado siempre como algo «externo» a sí mismo. «Porque nunca he implicado realmente mi humanidad. Desde que empecé a hacerlo, todo es nuevo». Otoney, de Salvador de Bahía, también lleva toda una vida en el movimiento y «me preguntaba por qué en la comunidad nunca crecía el número, sin ver que la novedad soy yo. Siempre he sido un caballo salvaje, pero hay una Presencia en mí que me hace vivir el trabajo, la familia y las responsabilidades de un modo que no es mío. Ahora vuelvo a estar aquí para que me corrijas». El padre Ernesto, del Perú, conoció CL hace poco. «No imaginaba que existiera un lugar así en la Iglesia», y añade: «Cuando repito palabras o ideas de Giussani sin que sean mías, no me siento contento y tampoco ayudo a otros. No sucede nada...». «¡Todo es distinto cuando es una experiencia!», salta Carrón. «Reducimos el carisma a un discurso. Solo hace falta lealtad para reconocer la diferencia. Estamos juntos para ayudarnos a no perder la novedad que Giussani ha introducido en la forma de vivir la fe. La naturaleza del cristianismo es un acontecimiento que sucede. Sucede. Y hace que la vida florezca, hasta en la condición más extrema».
Los amigos venezolanos vienen de un país que agoniza y lleva semanas a oscuras por un apagón intermitente. Sus relatos son una piedra con la que cada uno debe medirse en el ARAL, no solo por la prueba que están atravesando sino por la ligereza, la capacidad de construcción y la paz con que ellos viven. «Es un protagonismo posible», continúa Carrón, «que se da cuando uno sigue la historia que nos ha alcanzado». Alguien que, desde que la encontró, nunca más volvió a soltarla es Jesús Carrascosa (para todos, Carras) y por ese motivo su testimonio llenó el salón de esperanza y de envidia sana, de ganas de llegar con la misma vitalidad de corazón a los 80 años, que él cumplía justamente el primer día del ARAL, en medio de todos estos amigos que lo celebraron con él como hijos. Por la noche contó la apasionante lucha anárquica que vivió en la España de Franco, su compromiso con los pobres, una “fe” militante donde Cristo no era una presencia, luego llegó su feroz crisis de ideales, aquel viaje a Italia en el Ford para conocer al “viejo” (Giussani) del que le habían hablado y que cambiará para siempre su vida y la de su mujer, pasando por episodios de la historia de CL y del mundo entero, la relación con los Papas, la responsabilidad internacional del movimiento y el deseo cada vez mayor de que «algún día Cristo fuera para mí tan presente como lo era para Giussani». Al final, dándole las gracias, De La Morena señala eso que ha llenado la sala de ojos que brillan, por la conmoción y por las risas. «En ti es evidente que dar la vida por la obra de Otro no es una renuncia sino una fiesta»
No es diferente la alegría con que trabajan los voluntarios del ARAL. Pilar, primer curso en la universidad, ha gastado un mes de vacaciones para ayudar en la preparación, porque su sueño era «ver el lugar del que mis padres volvían tan contentos». Ergison tiene 25 años y recibió el Bautismo a los 21. Con sencillez, reconoce que «me da miedo perder la plenitud que estoy viviendo». «Tienes que ser consciente de Quién te la da, solo así dejarás de tener miedo», le responde Carrón: «¿Quién la genera? Los discípulos al día siguiente volvieron a buscarlo. De la misma manera, nosotros podemos pertenecer a la realidad en que el Misterio nos da la felicidad».
Tras él, escuchar a la joven Paula, de Río de Janeiro, es como ver en vivo las palabras de El sentido religioso. «A mí no me basta algo grande, yo lo quiero todo». Carrón salta de la silla. «¡Yo lo quiero todo! ¡Todo! Esto es el movimiento. Pertenecer a un lugar que abre tu naturaleza hasta el punto de desear la totalidad». Cristo entró en la historia para suscitar esta amplitud del alma. «Lo abre de par en par, y solo lo hace porque puede colmarlo».
Vuelve a poner delante de todos el hecho de que solo un cristiano puede hablar así del deseo, y que eso tiene que ver con la pregunta de todas las preguntas: ¿existe aún alguna posibilidad para la fe hoy?
«Existe», dirá en la síntesis, «porque el corazón está hecho de una aspiración inextirpable hacia el infinito. El trabajo al que nos invita Giussani es el mismo que en su primera hora de clase: un método verdadero para juzgar. Hay un aspecto fundamental: la experiencia. Blandir la nostalgia de totalidad que nos constituye y compararlo todo con ella. El problema es si implicamos nuestra humanidad». Como en un ejemplo sencillo que llamó mucho la atención. «Cuando la salud decae, nos damos cuenta inmediatamente. No hacen falta palabras. Mientras que en la vida abusamos de las palabras, como “libertad”, y en cambio qué raro es ver personas libres. ¡Tenemos que ser conscientes de la diferencia que existe en la experiencia! O no veremos cómo la fe responde a las exigencias de la vida. Ese es el motivo por el que Giussani empezó el movimiento». Y por eso continúa hoy. «No continúa para mantener en pie una asociación, sino por la experiencia de vida que hacemos».
Llega el momento de irse y subir a los autobuses. Los venezolanos vuelan de noche. Algunos amigos brasileños les ayudan a llenar sus maletas con ropa y medicinas donadas, y les acompañan en el aeropuerto, cantando juntos hasta el último momento. En su testimonio, Carras citaba un verso del poeta español León Felipe sobre Dios: «Vino, nos marcó nuestra tarea y se fue». Luego añadió que se equivocaba.