El papa Francisco y el rey Mohammed VI

Marruecos. «La valentía del encuentro entre el Papa y mi rey»

Luna El Maataoui, ítalo-marroquí y musulmana, comenta la visita de Francisco a Rabat. En el pontífice ve «una desmedida confianza en la cultura del encuentro», de la que ella se considera un fruto
Giorgio Paolucci

«Un viaje tan breve como extraordinario. Le he seguido a distancia desde Italia, pero me he sentido llamada en primera persona. Como ítalo-marroquí, como musulmana, como joven. Ha sido una pequeña gran lección de convivencia». Luna El Maataoui estudia Ciencias Jurídicas en la Universidad Bicocca de Milán, vive en Italia desde hace pocas semanas y se siente heredera de dos culturas. Es una de las protagonistas de la exposición sobre las “Nuevas generaciones” de inmigrantes que miles de personas han conocido en toda Italia tras la presentación de esta muestra en el Meeting de Rímini 2017. Ha leído todos los discursos pronunciados por el papa Francisco en Marruecos, ha escuchado las palabras de “su” rey Mohammed VI, se ha conmovido viéndoles juntos y leyendo que 130.000 personas –en su mayoría musulmanes, pues los cristianos de Marruecos son 25.000– han seguido el encuentro de ambos por las pantallas gigantes instaladas en las calles de Rabat. Está orgullosa de un país donde las minorías religiosas pueden vivir dignamente.

Luna El Maataoui, la cuarta por la izquierda

«El rey señaló que el extremismo religioso se funda en la ignorancia del otro, en el no conocimiento. Él es descendiente del profeta Mohammed y está considerado como el “comandante de los creyentes”. Por eso, sus palabras pesan. Invitar al líder de los católicos ha sido una decisión que ciertamente le ha costado las hostilidades de quienes cultivan una visión cerrada y autorreferencial del islam. Se la ha jugado, y creo que el papa Francisco también se está enfrentando a varias hostilidades dentro de la Iglesia. No solo por la cuestión migratoria, sino por esa desmedida confianza suya en los frutos que dará la cultura del encuentro. No es un camino fácil, hace falta coraje. Ha dicho que “la valentía del encuentro y de la mano tendida son un camino de paz y de armonía para la humanidad, allí donde el extremismo y el odio son factores de división y destrucción”. Personalmente, me considero fruto de esta cultura. En mi corta vida he conocido a muchos cristianos con los que comparto la pasión por el ser humano, con ellos he aprendido lo hermoso que es conocer al “otro”, estar con él sin tener la pretensión de “conquistarlo”, de hacerlo como tú. Así podemos ser testigos mutuos de lo más querido que tenemos. Aunque a algunos les pueda parecer paradójico, después de haber conocido a jóvenes que van a misa a diario y viven el cristianismo como algo que hace su vida mejor, he redescubierto el valor de la oración y una fe islámica que corría el riesgo de quedarse atrapada dentro de un esquema, de quedar reducida a una serie de reglas a las que someterse».

Del cambio del corazón puede nacer un cambio social. Tras la firma en Abu Dhabi del Documento sobre la fraternidad humana, en Rabat el rey Mohammed VI y el Papa han lanzado un llamamiento para preservar Jerusalén como lugar y patrimonio común de la humanidad, tesoro compartido de las tres religiones monoteístas y no terreno de conflicto. Para Luna, «es una confirmación de que una auténtica experiencia religiosa produce frutos de bien, que considerarse hijos de Dios y hermanos es el verdadero antídoto contra el virus de la violencia y la manipulación de la religión. No basta con la tolerancia, hace falta un interés real por el otro, ver en él algo que puede ponerme en discusión, hacer nacer preguntas nuevas sobre mí misma. Así podemos convertirnos en constructores de una nueva identidad, una identidad enriquecida. Eso es lo que me está pasando a mí».