Tras la masacre de Christchurch, en Nueva Zelanda

Christchurch: «Un abrazo es la única respuesta ante la tragedia»

¿Qué dice la fe ante la masacre en dos mezquitas de Nueva Zelanda? La comunidad de CL en Malasia, el país de origen de algunas de las víctimas, ha preparado un manifiesto

Hemos recibido con horror la noticia de la masacre en dos mezquitas donde fueron asesinadas 50 personas, más otras heridas, entre ellas algunos hermanos malasios. Un episodio que resulta aún más brutal al ser perpetrado contra personas inocentes en un lugar de oración.

¿Quién no puede hacer suyas las palabras de S.E. el arzobispo Julien Leow, «la eliminación de vidas inocentes no puede construir una paz duradera en el mundo»?

No sabemos quién ha sido el responsable ni qué clase de vida ha tenido para llegar a la delirante decisión de que el mundo puede ser mejor matando a otros seres humanos.

¿Cómo puede un joven de 28 años, que en la plenitud de su energía vital podría verse colmado por la esperanza de construir una familia y dar su contribución a la construcción de un mundo mejor mediante un trabajo honesto, percibir a los demás como una amenaza tal que le haga pensar en poder resolver sus propios miedos solo con el uso de un fusil? No podemos negar que cada uno de nosotros vive un miedo ancestral a que el otro pueda ser un obstáculo para el cumplimiento de nuestros deseos más profundos (de amistad, justicia, amor, significado…), pero el absurdo de una tragedia como esta suscita en nosotros preguntas sobre nuestra condición humana, la naturaleza del mal y la fuente de la esperanza ante la posibilidad de un mal tan grande en nuestro mundo y en nuestra vida. Estas preguntas no se pueden dejar escapar; exigen respuestas concretas y certeras.

¿Cómo puede responder a ellas nuestra fe cristiana?

Hace dos mil años, un Hombre que caminaba por Naím se encontró con un cortejo fúnebre donde una viuda que acababa de perder a su único hijo lloraba desconsoladamente. Profundamente conmovido, le dijo a la viuda: «Mujer, no llores». Aquel Hombre era Dios. Es inimaginable el hecho de que Dios, el mismo que me está haciendo ahora, que mira en lo profundo de nuestro corazón, pueda decir «mujer, no llores». Queremos abrazar a nuestros hermanos y hermanas que se han visto afectados por esta matanza y decir a cada uno de ellos: «Amigo, no te conozco, pero no llores, pues hay uno que te está abrazando ahora, en este terrible momento de dolor». La fe cristiana es esta certeza de un destino misterioso, pero bueno.

Pedimos la intercesión de María por las víctimas y por el responsable.

Comunión y Liberación, Malasia
19 de marzo de 2019