Andrés Manuel López Obrador, elegido en 2018 presidente de México

México. Protagonistas de la transformación

Un cambio histórico de gobierno y la necesidad de cambio en una sociedad presa de la violencia, la corrupción y la pobreza. El manifiesto de la comunidad mexicana de CL

En México definitivamente se cierra un ciclo. El PRI (Partido Revolucionario Institucional), el partido hegemónico durante el siglo XX y parte del XXI, fue derrotado por un movimiento social que se consolidó en un partido político: Morena.

Su líder, Andrés Manuel López Obrador, asume la presidencia en un país con problemas profundos de toda índole, siendo la violencia, la corrupción y la pobreza algunos de los más apremiantes.

Desde que la llamada Cuarta Transformación comenzó a tomar forma, muchas personas denunciaron prácticas que consideraban contradictorias y riesgosas para resolver los problemas antes referidos, pero quedarse en la denuncia no incide verdaderamente en la realidad si el modo en el que cada uno se mueve no cautiva, si no conmueve, a quien tiene al lado.
El nuevo presidente habla de Cuarta Trasformación. Todos queremos una trasformación para México, sin embargo, para que se dé una verdadera transformación no es suficiente que se imponga desde el Gobierno. Todos estamos llamados a ser protagonistas de este proceso.

En primer lugar, debemos entender que un uso reducido de la razón lleva a un exceso de análisis y crítica, que en lugar de acercar ocasiona que se distancien personas que antes se apreciaban; en cambio, si entramos en diálogo verdadero con el otro incluso las diferencias nos acercan.

De cara al nuevo contexto que se nos plantea, debemos cuidar la unidad de nuestros vínculos más cercanos, empezando con nuestra familia y amigos. Bien sabemos que la polarización ha sido uno de los problemas que han tenido que enfrentar varias sociedades del mundo tras el cambio de los personajes que detentan el poder político. La confrontación no es exclusiva de México, sino que ocurre en muchos otros lugares del mundo como, entre otros, Venezuela, Estados Unidos, España e Italia.

Por otra parte, en estos días se percibe en muchos un cierto nerviosismo, cuando no una acrecentada incertidumbre, respecto del futuro debido a los signos que se han visto en más de un personaje de la nueva clase política. Otros, en cambio, fincan sus esperanzas en que este nuevo gobierno cambie positivamente el panorama en el país.

Ambas posturas tienen algo de rescatable, pero nos llaman a la prudencia. Ni todo está perdido ni todo podrá ser solucionado por una nueva clase política.

Es necesario reconocer que en cada circunstancia, por buena o mala que parezca, siempre hay resquicios para colaborar con el bien común, para ofrecer nuestra contribución a la paz y a la justicia.

Recordemos lo que dijo el papa Francisco en el discurso de febrero de 2016 en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe: «en la construcción (…) de la vida, de nuestras comunidades, sociedades y culturas, nadie puede quedar afuera. Todos somos necesarios».

De hecho, el cristianismo es revolucionario precisamente porque, esencialmente, no aspira a ocupar posiciones de poder para cambiar al hombre “desde arriba”, y con ello el mundo, sino que apuesta por la persona concreta que somos cada uno, justamente en la circunstancia en que vivimos, y desde allí nos anima a hacer el bien. Es difícil pensar en una postura más sensata que esta para resolver muchos de nuestros males nacionales.

El cambio de régimen llegó y tendremos que enfrentarlo todos, tanto quienes votaron por López Obrador como quienes no lo hicieron. Necesitamos reconocer unos y otros el peligro del autoritarismo, la necesidad de buscar caminos juntos por el bien común y no hacer depender nuestro ánimo de la nueva realidad política, se vea esta en sentido positivo o negativo.

Tendremos que estar atentos al desarrollo de los acontecimientos políticos, apoyar aquellas iniciativas que sean positivas para el desarrollo de nuestra sociedad, pero también ser claros en los aspectos que consideremos perniciosos.

El nuevo contexto político nos llama a ejercer la razón de un modo abierto, esto supone que, más allá de las acciones del Gobierno y de las instituciones, lo que es más duradero en la construcción del bien común es el testimonio de personas movidas por un significado auténtico de la vida que construyen ámbitos humanos.

Para que en nosotros no prevalezca únicamente la queja, debemos reconocer que estamos llamados a edificar ámbitos donde la vida puede ser bella y fecunda. La alegría es el aspecto más transformador de nuestra personalidad frente a este cambio de época.

Comunión y Liberación México