La presentación en Alejandría, Egipto

Egipto. Una belleza a la que nada resulta extraño

La presentación, en la Biblioteca de Alejandría, de la traducción árabe de “La belleza desarmada”. Con Carrón, el traductor Hussein Mahmoud, la vicepresidenta del Tribunal Constitucional italiano, Marta Cartabia, y muchos intelectuales egipcios
Lorenza Violini

La Bibliotheca Alexandrina, en Alejandría, Egipto, es una de las obras maestras de la arquitectura moderna, que reaviva la fastuosa historia de este país, cuna de múltiples civilizaciones desde hace cinco mil años, entre ellas la cristiandad de los primeros siglos. Un lugar emblemático en el que el pasado 26 de diciembre tuvo lugar la presentación de La belleza desarmada de Julián Carrón en árabe.

Un encuentro de intensidad excepcional para presentar esta traducción, perseguida con gran insistencia por el director de la Biblioteca, el profesor Mustafa El Fiqqi, y que ha contado como protagonistas con el autor, la vicepresidenta del Tribunal Constitucional italiano Marta Cartabia, el traductor y decano de la facultad de Lenguas y Literatura extranjera en la Bedr University del Cairo, Hussein Mahmoud, una de los expertos más importantes en la materia en el país árabe, junto a muchos profesores de varias universidades egipcias. El moderador del evento fue Wael Farouq, profesor de Lengua y Literatura árabe en la Universidad Católica de Milán.

La Bibliotheca Alexandrina

El punto de partida, tras los saludos iniciales, fue la gran pregunta sobre el papel de las religiones en el proceso de integración entre ellas y en el espacio público, un aspecto sobre el que la Biblioteca ya está trabajando en el contexto del mundo árabe. Entre los presentes, el jurista Moufid Shehab, exministro de Educación, y Salah Fadl, profesor de Literatura. Todos reconocieron que La belleza desarmada puede ser un texto muy importante en este sentido. Más aún, para superar la crisis religiosa que afecta tanto a Europa como al mundo árabe. Escrito para el mundo occidental y en el contexto de la cultura europea, presenta características que lo hacen asequible para ser leído y comentado en todo el mundo globalizado y concretamente también en Egipto. De hecho, en el delta del Nilo también se vive una crisis que solo se puede superar partiendo de una renovación del pensamiento sobre la religión y su papel en la vida de los individuos y de la sociedad. «Sin reconocer esto, sin que la religión pueda vivir en el espacio público, acabará estando determinado por ese “vacío de significado” que lleva inexorablemente al nihilismo, al miedo al otro, al populismo y a un exceso de confianza en la política como único factor de cambio», explicó Wael Farouq, presentando a sus invitados. «Estamos hablando de una crisis de sentido y no de consumo. Este libro no afronta la realidad partiendo de la “teología de lo abstracto”. Carrón, como teólogo pero también como guía espiritual de una realidad como la de Comunión y Liberación, no impone una solución sino que encarna en esta páginas un diálogo continuo con personas muy diferentes que pertenecen a su realidad, italiana y europea».



Muchos puntos de reflexión surgieron durante las diversas intervenciones, empezando por el traductor del libro, Hussein Mahmoud, que confesó su perplejidad inicial «ante la hipótesis de trabajar con un texto que aborda “cuestiones religiosas” en las que no soy experto. En cambio, después de leer unas cuantas páginas, me di cuenta de la naturaleza real de esas reflexiones, que no se dirigen tanto a los especialistas en la materia sino a todos, con palabras llenas de enseñanzas también para la sociedad árabe, que tiene una gran necesidad de renovación, sobre todo en el campo de la relación entre fe y política». El profesor puso como ejemplo la palabra “comunión”. «Al principio la traduje según el vocabulario litúrgico, “comunión eucarística”, pero luego tuve que ampliar su sentido, usando una palabra árabe más laica, más cercana al lenguaje común».

Respecto a los contenidos, todos los invitados destacaron el sentido de la belleza y su valor como expresión de la auténtica religiosidad. Esta, para poder comunicarse a la sociedad actual, debe despojarse de toda pretensión hegemónica para despertar, ante todo, el deseo de adherirse, cada uno según su propia tradición, por la gran intensidad de vida que se puede empezar a experimentar.



Se puso de manifiesto un fuerte vínculo cultural entre Egipto e Italia, donde algunos profesores egipcios han realizado sus estudios, con una relación fundamental, que sigue creciendo, por ejemplo con la Universidad Católica de Milán y la Universidad de Florencia, esta última protagonista de un proyecto de acogida para becarios procedentes de la Bibliotheca y otras iniciativas sobre el tema del multiculturalismo en el ámbito religioso.

«Nos preguntamos qué está pasando», afirmó Mahmoud, «en Italia, en Europa... pero también aquí. Es una pregunta que afecta a todos, creyentes o no. La religión se realiza en la vida cuando muestra su fuerza para iluminarla». Sin verificarla en la vida cotidiana, aumenta la incertidumbre existencial del hombre. «Hace falta que fe, religión y cultura estén unidas. El hombre sin fe es como si tuviera la batería descargada...». Un cambio profundo del pensamiento, y solo a partir de ahí, añadió, puede nacer el reconocimiento del otro como un “don”, un bien para uno mismo.



«Dos son las palabras clave de este libro: encuentro y libertad», dijo Marta Cartabia, remitiendo a lo que habían señalado las intervenciones previas, explicando que una fe como la que aquí “propone” Carrón no puede dejar de incidir incluso en su trabajo como jurista. «Para él, la fe es un acontecimiento y es respetuosa con la libertad». También señaló la existencia de una relación entre ley y libertad. «¿Cómo se puede respetar la libertad sin caer en el relativismo? La ley puede ser “hermosa” cuando es capaz de dejar espacios blancos de libertad». Contó entonces un caso en Canadá, donde la ley de seguridad podía impedir a un joven sij, obligado a ello por su religión, llevar siempre consigo un cuchillo, y la solución de actuar de forma que este lo llevara cosido a su ropa, de tal forma que no pudiera sacarlo fácilmente. «Plantearlo como una cuestión de principios nos habría llevado a un conflicto: ¿religión o seguridad? El tribunal canadiense, en cambio, se tomó tiempo para alcanzar un compromiso razonable. ¿Cuál es la ley que queremos?», se preguntó la jurista. «Hace falta un encuentro. En una sociedad plural, lo que necesitamos no es tanto la integración de culturas sino la interacción de personas».

«Todavía estoy asombrado por lo que estamos viviendo», señaló Carrón. «Me parece que nada más que lo que hemos visto esta noche puede expresar mejor lo que he intentado decir en el libro. En un mundo como el que vivimos, donde se trata de resolver conflictos creando muros, necesitamos generar espacios donde, escuchándonos y estando abiertos a la contribución de los demás, podamos salir distintos de como entramos. Y eso a pesar de todas nuestras diferencias, por las que tantas veces pensamos que es imposible. Esa es la belleza desarmada que trato de comunicar, que nos atrae a todos, sin necesidad de más “armas”». Y a la que, como se dijo y mostró esa noche, nada resulta extraño.

Es el método del encuentro, que en Alejandría se vio en acción y plenamente realizado, el mismo que emerge con una singular originalidad en las enseñanzas de don Giussani y en los textos de Julián Carrón. El propio Carrón, al terminar el encuentro, lo reiteró: «No estamos hablando de “teorías sobre el encuentro”, sino de un hecho que ha sucedido, cargado de vida y de promesa, que acogido libremente puede empezar a dar frutos de estima mutua y de paz».