La recogida de medicamentos en Buenos Aires

Argentina. Donando bajo la lluvia

El sábado 10 de noviembre, bajo una lluvia torrencial, se celebró la Jornada anual de donación de medicamentos del Banco Farmacéutico Argentina
Rita Corigliano

«Queridos amigos, es de noche y estoy agotado pero feliz. Me siento como quien participó de una fiesta durante horas y ahora recuerda algunos momentos destacados». Lo que siente Semper resume lo que vivimos durante la jornada del pasado sábado 10 de noviembre, que tuvo su comienzo en marzo, cuando empezamos a organizar nuestro gran evento anual, la Jornada de recogida de medicamentos del Banco Farmacéutico de Argentina, poniéndonos en contacto con las instituciones con las que colaboraremos para hacer el listado de necesidades.

Este año debimos posponer la Jornada por la petición de una amiga que no podía estar presente en septiembre, mes que elegimos porque es el comienzo de la primavera y el cambio de estación conlleva la afluencia de gente a las farmacias. Decidimos como fecha definitiva el 10 de noviembre; en junio ya teníamos todo el apoyo de las farmacias participantes, en agosto estaban listos los afiches –cuyo coste fue cero gracias a una donación que recibimos– y las pecheras ya estaban en proceso de confección.

Enfrentar el día con otra cara
Este no es fue un sábado característico de la jornada. No solo porque caía una lluvia torrencial sobre la ciudad de Buenos Aires sino porque esa tarde se jugaba un partido de fútbol que tenía paralizado al país: Boca vs River, los dos equipos más populares de Argentina, en un duelo final por la Copa Libertadores. Expectativas, nervios, detalles de último momento, mensajes de chat… Nadie lo decía pero, al igual que Semper, todos lo pensábamos: «yo tenía la sensación desde hacía unos días de que esta sería la peor jornada de nuestra historia, desde los resultados. Los pocos voluntarios, el clima, el partido, todo atentaba contra nosotros. Me cambió la mirada ese oportuno mensaje que reenvió Enrica de Jorge, que me recordó que lo importante no son los resultados numéricos. El sábado realmente lo enfrenté con otra cara».



Es lo que internamente cada uno decide sin verbalizar. Tratando de ofrecer hasta la lluvia porque este año iba con mayor conciencia de que no soy yo sino Otro quien se hace presente durante la Jornada, que solamente tengo que ofrecerme y entregar mi tiempo y lo que soy para que Él actúe. Durante la tarde, además, me acompañaba Agustina, una antigua alumna que no dudó en aceptar mi invitación y se inscribió como voluntaria.

La alegría de ser voluntario
«Ser voluntaria del BF me alegró toda la semana. Empezamos el viernes con Guillermo repartiendo las cajas en las farmacias. Sentirte parte de una historia común y de este proyecto en particular me alegraba mucho», decía Andrea.

La relación con los voluntarios se inició en el momento de la inscripción, de modo que los meses previos fueron de conocimiento mutuo y de comunicación fluida; se creó un grupo de WhatsApp y se realizaron dos encuentros para que familiarizarse con el BF. Chascomús, Don Torcuato, Quilmes, eran las localidades desde donde venían con inmensas ganas de ayudar.

Mi exalumna Agustina era una prueba de la entrega de los voluntarios. La veía maravillada al comenzar nuestro turno y me daba cuenta de que, si en algún momento fui guía de la joven que en ese momento me acompañaba, ahora era ella quien lideraba la forma de estar esa tarde de Jornada: sonriente, vivaz, amable, amorosa, tomando la iniciativa para presentarse y explicar lo que estábamos haciendo a cada persona que entraba en la farmacia. Y yo, alumna ahora de ella, me plegaba secundándola, contagiada de su entusiasmo, siguiendo su ejemplo cuando, imperturbable ante la negativa de algunos clientes o el gesto de molestia de otros (que, por suerte, no eran la mayoría), renovaba su ímpetu para abordar al siguiente en entrar a pesar de la lluvia torrencial y del viento que no amainaba. Y entonces éramos dos las que recibíamos a todos con una sonrisa, confiada la una en la otra.

No es fácil abordar a los clientes para “pedir”. Vivimos en un país en el que de todo se desconfía y donde se pide en los semáforos, en trenes y subtes, en la calle, en la caja del supermercado… Entonces sucede una de las mayores gracias: la transformación de los clientes en tan solo unos pocos metros que distan desde la entrada hasta el mostrador de la farmacia. ¿Qué sucede durante ese tramo? ¿Qué hace que aquel que ingresa apurado, deja su paraguas empapado y se molesta, casi, porque lo detenemos para invitarlo a colaborar, que nos mira primero con fastidio, después con consideración y por último con aceptación, es el mismo que antes de retirarse nos acerca –siempre con una sonrisa– un jabón, un cepillo de dientes, un peine? El milagro de un gesto.



El testimonio de Andrea resume la experiencia: «Me tocó la misma farmacia que el año pasado pero ya no era el mismo público: las mamis y bebés presentes el año pasado no eran de la partida ya que la lluvia era torrencial. Pero yo estaba contenta porque mi objetivo era encontrar a la gente y movilizarla para que pudiera donar, ya que estamos hechos para el don, por eso la felicidad de hacer y participar de esta gratuidad. Lo que más me conmovió fue un chico que me dijo tener la plata justa, entonces no insistí y antes de irse me buscó y me dijo: “quiero donar igual”. Una hermosa experiencia que tiene que ver con nuestras exigencias más últimas de don y de amor».

La alegría de donarse se puso de manifiesto cuando, por ejemplo, dos voluntarias se ofrecieron a participar cuatro horas más al ver que no venía su reemplazo o cuando los voluntarios de una farmacia que se había inundado no quisieron ir a otra pues ese era su punto de donación y querían permanecer allí (en una hora la farmacia estuvo funcionando nuevamente). Al final todos expresaron su deseo de ser convocados y participar el próximo año. Nos decía Betty: «Me siento bien por haber dado ese pequeño tiempo a esta oportunidad humanitaria. Yo vine a Argentina por un tratamiento de fecundación y lo perdí, y me agrada saber que al menos lo poco que ayudas es para el bien de otro porque acá lo necesitan».

Reafirmar lo realmente importante
Finalmente, después de mucha incertidumbre y espera, el partido Boca-River se suspendió. Afuera diluviaba y por unos minutos la farmacia se quedó vacía. Me sorprendió que las empleadas siguieran con su actividad, llamándose entre ellas, consultándose… hasta que me di cuenta de que estaban juntando dinero para hacer su propio aporte; eran seis y las seis participaron para hacer la compra. Entusiasmadas, deseosas de colaborar, alegres. Algunas de ellas reforzaban desde el mostrador nuestra invitación y se convirtieron también ellas en voluntarias, en una pieza fundamental de la Jornada.

Este gesto se repitió en otras farmacias, como la de Semper. «Los empleados –sobre todo los del turno de tarde– preguntaban por lo que hacíamos. Y ahí empezó lo que más nos llamó la atención: uno a uno fueron viniendo a donar, hasta el amable muchacho de vigilancia. Unos más, otros menos, todos dieron algo. ¡Algunos, mucho! Eso, sin duda, ayudó a que se llenara la caja. ¿Por qué lo habrán hecho? No me molesta quedarme solo con la pregunta».

Los resultados de la donación son inferiores al año pasado. La lluvia torrencial, el clásico de fútbol –que contribuyó a que la gente se quedara en casa–, el alto precio de los productos hacen que el saldo final sea de 1.050 productos donados, por un valor de $71.226 (1.730 euros). Farmacias que se inundaron, cortes de luz y ausencias de voluntarios a última hora no impidieron que pudiera darse un bello gesto donde se abrió la generosidad en los corazones de la gente.

Al acabar el día, eran las ocho de la noche y había dejado de llover. Me dolían los pies y me sonreía el alma. Me subí al colectivo y esperé el tren, que tardó en llegar. Nada más sentarme en el vagón, el tren se puso en marcha, empezó a llover copiosamente y en ese momento me percaté –no sin lamentarme– de que mi paraguas quedó olvidado en el banco del andén. Ya era tarde para recuperarlo. Me consolé pensando y sintiendo que esa pérdida era nada en comparación con la ganancia y la riqueza de esa tarde, tal como expresa Óscar: «En nuestra experiencia el hombre se conmueve frente a una Belleza, algo que se presenta frente a la vida de cada uno, que hace posible el cambio del corazón; se sorprende más humano y así todo cambia. Esto es lo que hemos visto este sábado. Que “donar-nos hace bien”. Y por ello la jornada fue un éxito total».