El abrazo de Mikel Azurmendi y Julián Carrón. Fotos: Felipe A. Rojas

El Abrazo. Hay mucho que mirar para poder ver

Crónica de la presentación en Madrid del libro de Mikel Azurmendi, en un diálogo con Julián Carrón y el exconsejero vasco de Cultura Joseba Arregi. Una lectura que nos devuelve un cristianismo hecho de «cosas que suceden y sorprenden»
Yolanda Menéndez

«Dada mi edad, creía haber adquirido el derecho a alcanzar una cierta zona de confort y de repente aparece este libro y me cuestiona de arriba abajo». Con estas palabras dio comienzo la presentación del libro El Abrazo, de Mikel Azurmendi, en Madrid, el pasado jueves 15 de noviembre. Son palabras de Joseba Arregi, doctor en Teología y Sociología, y uno de los grandes hombres de la política en el País Vasco hace unos años, pero sobre todo amigo del autor de un libro que le ha «sacado de quicio en un momento de mi vida en que ya no esperaba grandes cosas».

Arregi confesó que son muchos los amigos que le invitan a leer sus libros, que siempre lee de una determinada manera, escuchando y al mismo tiempo con espíritu crítico, pero «a este libro hay que acercarse de otra manera, hay que hacer como ha hecho Mikel, dejarse impactar». El exconsejero de Cultura del gobierno vasco señaló tres conceptos fundamentales que le ha aportado leer este libro: «un nuevo sentido de la realidad, de la verdad y de la libertad. Normalmente Dios se argumenta, pero aquí no se argumenta con discursos sino con la vida, con la entrega, con un vaciarse que devuelve al hombre su auténtica estatura humana. Qué importante eso de “respetar la verdadera estatura humana”. La verdad es que me siento un poco como la zorra de la fábula, muy pequeño e incapaz de alcanzar esos frutos. Por eso me ha interpelado y cuestionado tanto».



«Oír hablar de una presencia que a uno le saca de quicio y de la zona de confort, que le despierta porque le interesa y que le pone en movimiento a una edad en la que uno ya no esperaría nada es un auténtico regalo. Ya no podemos salir de esta sala como hemos entrado», afirmó Julián Carrón tras las primeras palabras de Arregi. «Estamos demasiado acostumbrados y lo que estamos viendo es literalmente lo que cuentan los Evangelios: un encuentro que te saca de quicio literalmente».
«Ver para mirar. Este es el método que ha usado Mikel», añadió el presidente de la Fraternidad de CL. «Es lo mismo que “Venid y ved”. Jesús les invita a ver lo que Él ha visto. Este libro nos permite volver a ver el cristianismo como hechos que suceden y a los que no estamos acostumbrados». Se dirigió entonces a los de dentro del “poblado”, como llama Azurmendi a los miembros de la Fraternidad de CL en su libro: «¿Qué hemos perdido por el camino para que estos hechos ya no nos sorprendan?». Citando a De Lubac, señaló que «cuando se separan los hechos de su origen, el cristianismo se hace irreal porque deja de ser irradiación del origen y se convierte en formas vacías sin vida. Como ídolos pálidos que no mueven nada». Carrón usó una imagen que luego se usó varias veces a lo largo de la noche. «O el cristianismo se comunica como un hecho o no nos sacará de quicio, de nuestra zona de confort. Como una cadena que hace vibrar el presente y el pasado, que cuando algo toca el último eslabón y lo hace vibrar, el del presente, hace vibrar también los anteriores, y el pasado cobra entonces un valor nuevo. Vivimos teniéndolo todo menos algo que nos saque de quicio, nos conformamos con todo lo demás, que nos abaja a la zona de confort pero así perdemos la vida viviendo». Luego se dirigió al autor: «Los que vivimos en el “poblado” sabemos muy bien los límites que tenemos pero eso a ti no te ha parado, lo que significa que tenemos algo que aprender de tu mirada, si a nosotros no nos sorprende es porque hemos perdido la capacidad de interceptar la presencia de Cristo y por las noches ya no nos vamos a dormir con los ojos llenos de lo que hemos visto».



Eso es exactamente lo que hacía Mikel mientras escribía este libro: irse a la cama con los ojos llenos y vaciarlos en hojas de papel. «Yo no he escrito un libro, he escrito todo lo que iba viendo, he escrito hojas y hojas que me hacían pensar». Azurmendi insistió en que ha descubierto el gran error de las ciencias humanas actuales, que tratan de partir de patrones fijos y eso las ha llevado a fracasar. «Porque no se comparan con todo lo que el hombre vive, y eso es lo más importante que he aprendido de vosotros: la comparación con todo lo que el hombre vive. Si las ciencias humanas no descabalgan de sus patrones fijos y no hacen esta comparación seguiremos sin saber nada. Tienen que mirar a lo humano, sin embargo tendemos a pensar que nuestra creencia debe ser norma para todos o que cualquier creencia es válida, para cada uno la suya, y entonces ni hacen ciencia ni conocimiento, porque no hacen este trabajo de comparación».

Para Mikel, este trabajo de comparación ha sido intenso, ha requerido de mucha rectificación, y sobre todo –insistió– es un trabajo que no termina, ni para él ni para “los del poblado”. «La conversión mía está por ver, la vuestra también. Para veros, yo tengo que saber desde dónde estoy mirando. Por eso he tenido que rectificar muchas hojas al darme cuenta de que os miraba desde una lente que no servía. Tampoco me servía la lente de la libertad que yo entendía, porque vosotros no vivís la libertad en negativo. He tenido que ir poniendo en solfa todas mis lentes para poder miraros. Para entender a un cristiano de verdad hay que quitarse ciertos ídolos que cada uno lleva encima para darse cuenta y entender. He tenido que quitar muchas lentes para que mi angular os viera».

Joseba Arregi y Mikel Azurmendi

Un nuevo concepto de libertad que también ha impactado a Arregi, «una libertad que nace de la dependencia, de dejar de decir yo para ser constituido por un tú. Como la caridad, tan distinta de la solidaridad impuesta. Una caridad que es vaciarse por el otro, de modo que pasado y presente se unen, como en la imagen de la cadena, como en esa expresión vuestra, Memores Christi. Personas y gestos que hacen presente la memoria de Cristo. Porque los hombres en la cultura actual están desamparados y hace falta una semilla de construcción de la esperanza, tan necesaria».

Una esperanza que el autor de libro quiso describir rememorando su participación en unas vacaciones en La Masella con 700 personas de Comunión y Liberación. «Yo que tengo pánico a las multitudes, que nunca he ido a mítines y fui allí con 700. Allí me quite la lente de qué es humanismo, eso del hombre por el hombre. Creo haberlo entendido después de aquel espectáculo de humanidad y caridad de unos con otros, que resumo en cuatro rasgos fundamentales: respeto, humanidad concreta, alegría y libertad. Nunca nos hemos sentido más libres –aquí incluyo a mi mujer, porque ha sido un camino de dos– haciendo lo que queríamos hacer. Allí vimos hacer juntos y hacer bien». Aquel espectáculo le obligó a revisar ciertos presupuestos que creía ya adquiridos. «El concepto más difícil es el hombre. ¿Y qué es el hombre? Ni más ni menos que ese acercamiento al abrazo al otro, que es como tú. Un acercamiento que va creando unos marcos simbólicos: el hombre que depende, el hombre dependido. En cincuenta años no me había preocupado por la salvación y allí entendí las tres cosas más grandes de la razón humana: qué bellos son los seres humanos en el mundo, ser salvado es la esperanza de que nada me va a hacer daño, y soy un mediocre pero te abro mi casa».



«Nuestra primera responsabilidad es darnos cuenta del regalo que nos hace la vida con una persona que nos enseña a mirar. Quitándose uno tras otro todos los filtros que le impedían ver, nos devuelve la realidad que creíamos conocer y nos saca de quicio. Decía don Giussani que la cultura de hoy cree imposible que pueda cambiar uno mismo y la realidad tan solo siguiendo a una persona. La persona no se contempla como instrumento de conocimiento. Sin embargo, Mikel nos describe una mirada. Se quita los filtros y se pone a seguir lo que ve», terminó diciendo Julián Carrón. «Debemos aprender a mirar lo que le ha sorprendido a Mikel. Mirar al otro sin reducirlo es la mirada que ha introducido Jesús. A Zaqueo todos le hacían un traje, pero nadie consiguió cambiarlo como aquella mirada. La salvación no le interesaba y ahora sí porque está cargada de carnalidad. Porque la salvación consiste con esta experiencia que me hace ser yo mismo y participar de una comunidad. Solo lo podemos introducir en la historia viviéndolo».

Al terminar, como decía el moderador de este diálogo, el periodista Fernando de Haro, una esperanza y un camino, «porque al ver y oír estas cosas uno se da cuenta de que tenemos mucho camino por delante, mucho por mirar para poder ver».