Julián Carrón en Nairobi por la asamblea de responsables de África

Kenia. Un “instante de belleza” que nos seduce

Se celebra en Nairobi la asamblea de responsables de CL en África con Julián Carrón. Testimonios de Burundi, Costa de Marfil, Sudáfrica… «Ese es el origen, el inicio, donde encontramos la respuesta a nuestra necesidad»
Paolo Perego

«¡Jean Marie! He venido a buscarte hasta Burundi, ¿ves cómo no te falta nada?». Todavía no ha cumplido los treinta, hace poco se mudó de Ngozi a Bujumbura, la capital, al sur del país, para continuar sus estudios de medicina. Hoy se encuentra de pie ante Julián Carrón, que le escucha junto a más de cien personas reunidas en Nairobi para la Asamblea de responsables de CL en África. No importa de dónde vengan: Kenia, Uganda, Sudáfrica, Nigeria, Angola y otros países del continente negro… Bastan unas cuantas palabras el viernes por la noche durante la introducción para sentirse abrazados, “preferidos”. «Debemos ser conscientes. Este abrazo es un hecho. Y antes incluso que el abrazo entre nosotros, entre tantos desconocidos, estar aquí es el abrazo del Misterio», dice Carrón.

Pocas palabras para describir la intensidad de dos días en el corazón de la capital keniata. «Somos preferidos. Podemos incluso no entender todo de estos días, pero si acogemos esta evidencia, “este inicio”, será suficiente para que la vida se llene de esperanza». No importan las circunstancias, insistirá Carrón durante las asambleas. «Importa lo que nos hace estar aquí hoy. Sería de locos no reconocer la gracia que hemos recibido». Pero eso no basta. «Hace falta un trabajo, un camino para que esta conciencia crezca».
Y añade: «Estamos juntos aquí para verificar si lo que hemos recibido puede durar para siempre y vencer cualquier desafío o situación que se nos plantee», invitando a todos a «testimoniar su camino y las dificultades de la vida diaria».

No basta con ponerse a rezar. Cada uno tiene su historia y la van narrando. En las conversaciones, en las comidas, en las cenas. O en las asambleas. Como, por ejemplo, Jean Marie, un burundés aspirante a médico. «Cuando conocí el movimiento descubrí mi libertad, empecé a vivir una vida plena y útil». Luego el traslado a la capital, dejos de aquellos primeros amigos con los que había nacido una pequeña Escuela de comunidad en la universidad. «pero últimamente solo me dedicaba a estudiar, me daba cuenta de que ya no tenía tiempo para mí mismo. La vida se había convertido en una rutina inútil y yo no era feliz». Habla de un gran vacío en su interior, hasta que llama a su amiga Rose, de Uganda. «Me ayudó. Empecé a leer Huellas. Y me topé con una frase de Giussani que decía que uno debe luchar por la belleza, porque sin belleza no se puede vivir. Ahí encontré el diagnóstico: había perdido la belleza». Luego sucedió algo. Se encontró en misa con un paciente al que había atendido tiempo atrás. Una sonrisa después de la comunión, cuando volvía a su asiento, acabó con una invitación a cenar para Jean Marie. «Me di cuenta de lo agradecido que estaba por cómo le había mirado. ¿Pero cómo era posible? En mi “vacío” entró la misma mirada que alguien ya me había dirigido. Estar delante de aquella persona me hizo sentir como si el mismo Jesús me estuviera mirando en ese instante».



Vacío y belleza. «¿Entendéis?», responde Carrón. «Este es el problema de la vida. Sin esa belleza, la vida pierde su centro. Entonces la buscas, caes en la cuenta». Todo está delante de nosotros y nosotros no lo vemos. «No existe en Burundi ninguna confusión que pueda impedir a esta belleza suceder. Lo tenemos ya todo, pero sufrimos un vacío que nos hace incapaces de ver la realidad. Mientras que la respuesta está ahí. Todos tenemos nuestro Burundi particular, pero debemos dejar de pensar que la respuesta a ese vacío está en otra parte».

La provocación está por completo en la realidad. Como le pasa a Evelyn, de Costa de Marfil. Su marido vive en Francia y sus padres están muy enfermos. «Ahora mi madre se ha recuperado un poco pero mi padre sigue mal. He tenido miedo a perderlos. Ni siquiera en la experiencia que vivo lograba encontrar una manera de estar ante ellos». «Necesitamos ver la victoria de Cristo. Este es el camino», prosigue Carrón, retomando la historia de muchos de los que se levantan para intervenir y lanzando preguntas.
Luigi, sudafricano de orígenes ítalo-húngaros, ha dado la vuelta al mundo y ha vuelto a África después de conocer el movimiento, «un encuentro que ha exaltado mi yo». Que ha vuelto a despertar por la llamada de una colega hace unos días, invitándole a inscribirse en la Fraternidad. «¿Lo ves?», replica Carrón. «Un encuentro tal que tú, en cualquier circunstancia que vivas, quieres que vuelva a suceder. No necesitas nada más que esta experiencia». No hace falta más que «tú digas sí. Lo que el Misterio haga con tu sí es problema suyo. La victoria está en ese sí, que es totalmente tuyo».

Lo que el Misterio puede hacer con un sí salta a la vista de todos. Basta escuchar a Arnold y Marvin, jóvenes universitarios ugandeses, criados con Rose en Kampala y que atraen la atención de todos con un itinerario hecho de canciones modernas (Shawn Mendes, Avril Lavigne, Coldplay, Calum Scott…) o escritas por ellos mismos. “Del vacío a la plenitud”, se llama la velada, en la que hablan de sí mismos, de su encuentro con el movimiento y su profundización en él día tras día.

Basta también escuchar otras intervenciones en las dos asambleas. Pascal, de Camerún, padre de cinco hijos y profesor de instituto, ante el crecimiento de sus chicos, lleno de turbulencias, se pregunta qué significa como padre estar delante de su libertad. «Todos necesitamos un vacío que llenar», señala Carrón. «Buscamos la felicidad. Ellos tal vez en la diversión, en el juego. Pero también lo hacemos nosotros. La cuestión vuelve a ser si existe una presencia capaz de desafiarles con una plenitud que no existe en ninguna otra parte».



Ya se había hablado de educación el viernes por la mañana, en un encuentro con Carrón en la escuela Cardenal Otunga, una de las muchas realidades educativas nacidas en Kenia en los últimos veinte años de la experiencia del movimiento. También es la ocasión para presentar una exposición sobre el “riesgo de educar” de don Giussani, preparada por algunos de la comunidad. Será el padre Gabriele, misionero de la Fraternidad San Carlos, quien lo cuente en la asamblea. «En la muestra hemos partido de la pregunta “¿quién soy yo?”, y he comprendido que para educar a otro primero debo educar mi propia vida».

Algo parecido cuenta Fredy, profesor ugandés. «Cada mañana voy a la puerta para charlar con los alumnos que llegan. Me cuentan sus dificultades, sus problemas, pero yo me doy del silencio con el que me acerco a esa puerta. ¿Cómo puede ser? Tras comentarlo con un amigo me dijo: “¿Y cómo se puede estar de otro modo? Sin ese silencio no habría nada”».

«De ese silencio se colma la vida ante la conciencia de lo que hemos recibido», retoma Carrón por la noche, durante la síntesis final. «Lo hemos visto estos días. La cuestión crucial es el vacío que vivimos. No es solo un problema nuestro, sino de todos».
La respuesta no puede ser una regla, un discurso. Tampoco un proyecto, «algo que seamos capaces de hacer», sigue diciendo Carrón. Basta un “instante de belleza” que nos seduzca. «Ese es el origen, el inicio. Donde encontramos la respuesta a nuestra necesidad. Podemos perdernos o buscar respuesta en otras cosas. Pero nuestra esperanza está dentro de nosotros, en lo que hemos recibido». Existe un camino en el que nadie está solo. «Somos amigos para esto: para buscarle a Él y no permitirnos distraernos de esto. Buscarle a Él es la única respuesta a la confusión, al vacío, a las ganas de llorar. Espero que cada vez seamos más amigos, pues no tenemos otra cosa que buscar». Cada uno en el lugar en que se encuentra. «En Milán igual que en Burundi. Esta es nuestra compañía. Podemos ser amigos si testimoniamos esto. Por eso, no puedo irme de aquí “sin vosotros”».