Julián Carrón y Favio Chávez

Paraguay. ¿Qué es lo que puede despertar el corazón?

Se ha presentado en Asunción “La Belleza Desarmada”, de Julián Carrón, con Estela Ruiz Díaz y Favio Chávez. Un diálogo intenso, lleno de preguntas. Y sin atajos
Sergio Noe y Gustavo Olmedo

Los sonidos del arpa paraguaya fueron la avanzada de una noche cargada de experiencias humanas, preguntas y particulares desafíos. El salón del emblemático Hotel Guaraní, en el corazón de Asunción, se colmaba el 10 de septiembre de jóvenes y adultos, entre ellos, representantes del ámbito eclesial, político y universitario. La enorme y antigua araña, en el centro de la sala, daba un toque distinguido a la presentación del libro La belleza desarmada de Julián Carrón, quien en esta ocasión estaba acompañado en la mesa por la periodista Estela Ruiz Díaz, y del director de la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, Favio Chávez.

«La belleza desarmada es una forma de hablar de una experiencia que nace de la fe y que puede ofrecer una contribución a la realidad actual», afirmó Carrón en relación al título del libro, añadiendo la pregunta relativa a «si los cristianos todavía creemos en la belleza desarmada de la fe», es decir, en una propuesta tan atractiva para el hombre que le lleve a un cambio de actitud y de mirada, dejando de lado la violencia, la cerrazón y la creación de muros como posibles respuestas.

Carrón, Favio Chávez, Estela Ruiz Díaz y Luca Cernuzzi, uno de los responsables de la comunidad de CL en Paraguay

«Esta es una de las razones por las que me animé a publicar el libro. Pienso que esta es una de las grandes oportunidades y contribuciones que puede hacer el cristianismo si es tenida en cuenta su naturaleza», apunta el autor de la publicación, que plantea cuestiones relativas a los inmigrantes, la crisis económica y educativa, los nuevos derechos civiles y el cambio de época.

«El título me salió dentro de un artículo en el que reflexionaba sobre el impacto que causó en mí el atentado terrorista del Bataclan en París, ocurrido años atrás. Me di cuenta de que muchos llegaban a Europa con otra cultura y religión, y me preguntaba por qué había vencido en ellos este afán de violencia y destrucción. No me bastaban solo algunos rasgos con los que se describía el fenómeno, como si fueran solamente radicales o islámicos», señala el presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, apuntando que para esas personas el radicalismo era una cuestión casi añadida «a algo más profundo que determinaba la vida, como el vacío, el desarraigo y muchas cosas...».

A modo de ejemplo de cómo la belleza genera una transformación, Carrón recuerda la experiencia de sus amigos de Milán, que organizan una actividad para ayudar a chicos con dificultades en el estudio, de manera gratuita. «Muchos de ellos (jóvenes) van allí con mucho más gusto que a la escuela por la mañana, van allí porque se sienten libres, mirados de otra forma y estimados. Me acuerdo de uno, un migrante, que llegó a ese centro con una barra de hierro en la mochila, y que podía ser un potencial violento, o uno más de aquellos que atentaron en París. Sin embargo, este chico, en un clima y un ambiente en el que era estimado y ayudado de verdad, abandonó cualquier imagen e idea de violencia, y de hecho estaba agradecido de la experiencia que estaba viviendo», apunta Julián, y agrega que si estos gestos se multiplicaran, «sin ningún tipo de violencia, simplemente con la belleza desarmada de la fe, podrían ser una contribución que respondiera mejor a todos los desafíos, en vez de crear más muros o más violencia».

Por su parte, Favio Chávez, que dirige una orquesta de barrio en medio del vertedero de la ciudad, resalta el valor de presentar la belleza como una alternativa de cambio y motivación. «Eso es algo muy interesante. A quienes nos toca trabajar en el ámbito de la belleza, como es la música, contribuye bastante este tipo de reflexión», indica. La agrupación musical de niños y jóvenes utiliza instrumentos fabricados con desechos recogidos de la basura del vertedero, interpretando con ellos composiciones clásicas y contemporáneas, que terminan atrayendo a los jóvenes en situación de vulnerabilidad, alejándolos de vicios y prácticas ilegales.



«En Cateura, a través de la música, tratamos con esos niños de ofrecer una reflexión. Y tratamos de hacerlo con los materiales que tenemos a mano, que es la misma basura. Simbólicamente, la basura es aquello que la sociedad ha descartado y que la sociedad dice que ya no sirve. Esos materiales nos sirven a nosotros para plantear una educación musical. En nuestra escuela, que está en medio de la comunidad, es curioso ver que cuando tocamos Vivaldi, Beethoven y Mozart, el vecino de al lado está tomando cachaca. Mientras nosotros tratamos de de plantear esa reflexión, el entorno dice “no reflexiones”», indica el músico, y subraya: «En el libro, la belleza se plantea sin algo que se imponga, es la belleza que complementa a las personas y se complementa con conceptos referidos a que el otro es un bien».

«El pecado es el atajo a través del cual queremos encontrar la respuesta a un deseo de felicidad y no puede y jamás podrá ser el adecuado a las exigencias del corazón»

Los participantes de la mesa hablaron sobre una nueva generación, hoy sumida en una suerte de “burbuja”, que no les permite afrontar adecuadamente la realidad, en la que pueden existir cómplices que no ayuden a ello –los padres, las instituciones o la sociedad– y cómo el cristianismo puede ser una puerta y una posibilidad “infinita” para sus vidas.



Carrón recuerda, igualmente, que existe la necesidad de entender cuál es la naturaleza de la crisis educativa y antropológica que afecta a la sociedad actual. «Pensamos que esto se responde con nuevas reglas y siendo más rígidos, y sería muy fácil si fuera así. El problema es que la crisis tiene una profundidad infinitamente más grande, y no es solo la falta de valores o actitudes, es como un vaciamiento de la persona, una falta de energía para adherirse a algo», remarca el autor.

Hacia el final, la periodista preguntó por el gran dolor de la pedofilia que vive la Iglesia católica actualmente, a lo cual Carrón respondió: «Si uno no encuentra algo que le satisfaga plenamente o si la persona que ha decidido dar su vida a Cristo en la vocación –sacerdotal o religiosa– a un cierto punto no secunda el atractivo por el cual da la vida y prevalece el vacío –ya que el corazón del hombre está hecho para la felicidad y la plenitud–, entonces piensa que lo puede encontrar haciendo cosas equivocadas. En el fondo, no pueden responder al deseo de felicidad».

«Este momento dramático de la vida de la Iglesia puede ser una ocasión para profundizar de nuevo en la naturaleza del cristianismo»

A reglón seguido, Carrón explica que el pecado «es el atajo a través del cual queremos encontrar la respuesta a un deseo de felicidad y no puede y jamás podrá ser el adecuado a las exigencias del corazón. Por eso, nos contentamos con demasiado poco. Desgraciadamente, esto puede suceder en cualquier cristiano y también, desdichadamente, en los sacerdotes o la vida de la Iglesia».

Carrón aseguró que la esperanza cristiana tiene su fundamento en una presencia en la realidad. «Esta presencia a veces pareciera que es muy etérea o abstracta, a tal punto que la frase de Jesús “yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo” pareciera que es igual a nada. Sin embargo, Él está cambiando la realidad en aquellos a través de los cuales entra esta novedad y sigue cambiando la vida. Y esta es la esperanza que en este momento dramático de la vida de la Iglesia puede ser una ocasión para profundizar de nuevo en la naturaleza del cristianismo».

Una noche cargada de preguntas, como las que lanzó Carrón. ¿Qué es lo que puede despertar el corazón adormecido? Nosotros, cristianos, ¿creemos todavía en la capacidad que tiene la fe que hemos recibido de provocar un atractivo en aquellos con los que nos encontramos?... Y también de desafíos, como el de verificar en la experiencia cotidiana la potencia de la belleza desarmada que nace de la fe y la estima llena de gratuidad hacia el otro, que siempre es un bien.