Excursión por los Dolomitas

Corvara. Algo que mantiene el impacto del tiempo

La asamblea internacional de responsables de CL. La experiencia vivida en Venezuela, Uganda, la voz de Giussani en una lección de 1968, el “pasmo” de Mikel Azurmendi. Para volver a ver cómo la fe puede cambiar la vida
Luca Fiore

«Porque hace falta que termine un periodo y comience otro: el definitivo, el maduro. Esta palabra está en el origen de nuestro cristianismo maduro, capaz de contener el impacto del tiempo, más aún, el impacto de toda la historia, porque ese anuncio…». La voz de un Luigi Giussani de 46 años suena un poco rayada por las huellas que la historia ha dejado en una cinta magnética grabada en noviembre de 1968. Cincuenta años después, en la sala del hotel Greif de Corvara resuena la introducción de los ejercicios espirituales de aquel resto de Israel que era el Centro Cultural Peguy, los amigos que quedaron después de la tormenta de la contestación que sacudió a Gioventù studentesca.

Este es el punto central, emocionante y contenido, en torno al cual giraron unos días de convivencia (25-29 agosto) para 270 personas que llegaron a los Dolomitas desde cincuenta países del mundo entero para la Asamblea internacional de responsables de Comunión y Liberación. El impacto del tiempo, la dificultad de las circunstancias, el dolor, la muerte. ¿Cómo puede mantenerse viva la fe? Con esta pregunta abre la asamblea Julián Carrón, mientras fuera, sobre la majestuosidad del Sassongher, cae una extraña nevada de agosto. Cita a Etty Hillesum: «Los ánimos están muy agitados. La gente se pierde en los detalles. Pierden el rumbo y encuentran la vida sin sentido». En esta situación, ¿cuál es la contribución que puede ofrecer el movimiento a la Iglesia y a la sociedad?

Un momento de la asamblea

El padre Leonardo, de Caracas, describe la crisis humanitaria que está atravesando su país, Venezuela, donde cada día la inflación aumenta un 5%. Falta el agua, la comida, las medicinas. «Durante años he dado a Carrón mi disponibilidad para la misión», dice el sacerdote. «Hace cinco años por fin me respondió que tenía un destino para mí, Caracas. Mientras miles de personas huyen del país, tengo claro que Dios me llama a seguir aquí para dar testimonio de su victoria».

Teddy de Kampala, Uganda, cuenta su experiencia cuando se quedó viuda y sola con sus hijos. Sus suegros la miraban convencidos de que no conseguiría salir adelante. «Lo que me ha sostenido ha sido la conciencia de estar en relación con Cristo. Yo, igual que Job, no tenía ninguna culpa, pero como él tenía la pregunta de quién soy. En mi dolor me encuentro más cerca de Cristo. Esta es la contribución que puedo ofrecer: preguntarme quién soy y quién me da las cosas que me rodean».

El padre Pigi y Max cuentan la peregrinación que han hecho a Roma con los jóvenes que han terminado la universidad y el instituto, con motivo de la vigilia de los jóvenes con el papa Francisco de cara al Sínodo de los jóvenes. Toda la “alegre maquinaria de guerra” de la secretaría estaba preparada para organizar la peregrinación anual a Czestochowa y se encuentra con ochocientos jóvenes que se mueven por la “jungla” de la ciudad eterna. Todos los esquemas y programaciones saltaron por los aires. Pero lo que prevalece no es la queja sino el reconocimiento de un acontecimiento que sucede aun dentro de las dificultades. Como cuando, en medio de una discusión entre vigilantes urbanos y policías de tráfico sobre quién debía encargarse de la comitiva, un agente salió diciendo: «os he visto cómo andáis por ahí, sois distintos, quiero encargarme yo de vosotros». «No se trata de enorgullecerse por algo, sino de darse cuenta de qué marca la diferencia», observa Carrón. «Lo que cambia es un uso de la razón no reducido. Como cuando nosotros, en vez de proyectar sobre las cosas que suceden nuestro propio esquema, aceptamos la provocación de la realidad y reconocemos su origen».

Teddy de Kampala

En la sala se mezclan los “veteranos” con los recién llegados. Teddy de Kampala (no la citada más arriba sino otra más joven) es la primera vez que viaja a Europa. Hermann, de Kupang (Indonesia), tampoco había estado nunca en Italia. También para Giovanna, que conoció el movimiento hace ocho años en Sao Paulo (Brasil), todo es una continua novedad. Está tan llena de lo que ve y oye que no consigue dormir y a las tres de la madrugada escribe a quien la invitó a venir: «Es como si tuviera un tesoro en mis manos. Pero no es mío. Es para el mundo. ¿Por qué se nos ha concedido ver el dolor del mundo, un mundo que sin saberlo pide conocer a Cristo? Yo quiero conocerlo mejor para amarlo mejor».

Esto del dolor y de la herida es algo que retorna varias veces. Lo escribe Oscar Wilde: «¿Cómo, sino a través de un corazón roto, / puede entrar en ella Cristo nuestro Señor?». Lo canta Leonard Cohen: «Hay una grieta en todo, así es como entra la luz». Los “signos de los tiempos” nos dicen que el hombre de hoy, cada vez más, cada vez más profundamente, está marcado por la fragilidad, por el miedo y la angustia, que han generado, según la definición del periodista anglo-indio Pankaj Mishra, “la edad de la ira”. Este es el tema del diálogo entre Roberto Fontolan, director del Centro internacional de CL en Roma, y Javier Prades, rector de la Universidad teológica San Dámaso de Madrid. ¿Qué nos dicen los impresionantes datos sobre el aumento de la depresión, los suicidios, la demencia, de los que hablan los informes internacionales? Las relaciones sociales se complican, la comunicación se fragmenta. ¿Cuál puede ser, pregunta Fontolan, nuestra contribución? «Debemos volver a clase», explica Prades. «Para ayudar a los demás, tenemos que aprender a leer la realidad. La Iglesia ha enseñado a diversas culturas a leer y a trabajar. Se ha creado un lenguaje nuevo. Hoy hay que volver a aprender la gramática de la creación, donde las palabras y las sílabas del discurso son las cosas que suceden. Pero esto no se puede hacer con arrogancia sino con una actitud carente de cálculos sobre el tiempo».

Un trabajo de educación en el sentido más amplio, de «introducción en la realidad total», necesario ante todo para nosotros mismos. Y cuyas consecuencias son también culturales pues afectan a nuestra capacidad para leer los fenómenos que suceden. Es lo que está intentando hacer en Estados Unidos José Medina con algunos de sus amigos respecto al fenómeno que está viviendo el que siempre hemos conocido como “el país de la libertad”. Hablamos de la creciente exigencia por parte de los jóvenes de circunscribir, con reglas cada vez más rígidas, la libertad de expresión. Como ha observado Greg Lukianoff, de 44 años, paladín de los derechos individuales, según el cual los jóvenes americanos de hoy son vulnerables y no están preparados para afrontar la realidad, incapaces de mirar el sufrimiento y la fatiga. Son cada vez más, sobre todo en las universidades, los casos de creación de safe spaces, espacios seguros: despachos diseñados específicamente para ser escuchados sin ser juzgados ni atacados. Nace así la “mentalidad de la burbuja” o echo chamber, un espacio protegido donde encerrarse con aquellos que piensan como nosotros. En un tiempo que goza de todas las libertades posibles, la libertad da miedo. «Este es el riesgo que corremos también nosotros si nos separamos del origen, es decir, del acontecimiento que genera la fe», señala Carrón. «La “Iglesia en salida” desea salir al encuentro de los que no piensan como nosotros para entender la pertinencia de la fe para las exigencias de la vida».

Misa en la montaña

Alguien que pensaba de un modo muy distinto era Mikel Azurmendi, sociólogo vasco que participó en los años sesenta en la fundación de ETA, de la que luego fue expulsado por su contrariedad ante el uso de la violencia. «Os debo mucho», dice a los responsables de CL. «He venido aquí para daros las gracias». Desde que en 2016 le invitaron al EncuentroMadrid, la “tribu de CL” se convirtió para él casi en una obsesión, hasta el punto de que sus «notas de campo» sobre el tema se han convertido en un libro que se publicará este año en España. «En vosotros he visto “gente de otra pasta”. Lo que me ha pasmado ha sido vuestro estilo de vida: integral, totalizante. Que va desde los niños hasta los adultos. Un modo de vivir que yo definiría con las palabras “gratuidad” y “dependencia”, dos dimensiones profundamente humanas. Os oía decir que la razón por la que erais así era Jesús, que vosotros decís que es Dios. En cierto momento me dije: este estilo de vida es auténticamente humano, pero yo nunca he visto en mi experiencia que alguien pueda mantener algo así en el tiempo, ni a nivel individual ni mucho menos comunitario. ¿Entonces? Jesús tenía que ser Dios». Mikel habla de las tres personas que le introdujeron en esta “tribu”: un periodista radiofónico que emite de las seis a las 8.30 de la mañana, un sacerdote que le hizo sentirse mirado con estima, y un voluntario del EncuentroMadrid que un sábado por la mañana fue a recogerlo en coche y que, cuando él le preguntó por qué hacía todo eso gratis, le respondió: «La vida es para darla». «Hay muchísima gente que, como yo, está buscando esta vida que tenéis. Sería un pecado que los abandonarais». Al final de la intervención del ex ateo Azurmendi, la sala respondió con un sonoro aplauso, pero él los calló a todos: «No hay nada que aplaudir. En vez de eso, Julián, recemos un Gloria al Padre».

Con el eco de este relato aún en la cabeza volvemos al salón para escuchar la grabación de la lección de don Giussani. «Mikel abandonó la fe justo en esos años, en torno al 68, porque la Iglesia no era capaz de responder a sus preguntas», indica Carrón. «Ahora escuchemos cómo en esos mismos años Giussani explica en cambio qué es capaz de arrastrar nuestra afectividad». La lección es Giussani en estado puro. «El cristianismo es un anuncio, fenómeno por el cual las personas, una persona (pensad en Cristo), a través de un modo de estar, de una implicación de su propia vida, lleva en sí una propuesta que tiende a cambiar tu vida: una pretensión que sería imposible si no portara un significado absolutamente nuevo». Buen impacto. Porque todos los que están aquí, desde el Líbano o Nigeria, Argentina o Australia, se han topado, al menos una vez, con esta novedad.



Esa noche llega el turno de preguntas que Ignacio Carbajosa le dirige a Carrón. La primera es: «¿Por qué siempre dices que lo que te ha salvado la vida es aprender lo que creías ya saber?». Y luego: «¿Por qué dices que siempre estarás agradecido a don Giussani por haberte permitido hacer un camino humano?». Es la ocasión para que el guía de CL recorra las etapas que han marcado su vida, desde el encuentro con los primeros españoles del movimiento hasta su traslado a Milán. Su relato es un himno al uso de la razón tal como viene descrita en El sentido religioso. Es el testimonio de la tenacidad de un camino para poner a prueba lo que don Giussani nos dejó escrito en el capítulo décimo de su libro más famoso. «Después de unos años en Milán he visto cómo la provocación de la realidad impide que la humanidad se aplane», explica. «He empezado a vivir todas las provocaciones de la vida como si fueran amigas: las incomprensiones, las heridas, los fracasos. Todo construía mi persona. Todo, circunstancias y personas, son para mí, porque colaboran en la generación de mi persona».

Noche de cantos

Al día siguiente, excursión al refugio de Pralongià. Desde allí se ven todos los Dolomitas. Ante este espectáculo es más fácil pensar en la respuesta de Dios a Job: «¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?». Además, es el día en que la Iglesia recuerda a san Agustín. Durante la misa, el padre Pigi cita la expresión más famosa del obispo de Hipona: «Nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». El padre Aleksander, sacerdote ortodoxo de Jersón (Ucrania), dice medio en serio medio en broma bajando en el telesilla: «¿Cómo vivir en Jersón después de haber visto estas montañas?».



En la asamblea de la tarde, Julián De la Morena, de Brasil, interviene señalando una de las constataciones de los días previos. «La gente está muy preocupada. Estos años ha crecido la sensación de miedo. ¿Y la fe? ¿Para qué sirve? El movimiento es un lugar “peligroso”, arriesgado, en el sentido de que su continuo reclamo no nos permite abandonarnos al formalismo. Es un trabajo intenso para que dejemos que las cosas nos sigan hablando». Stefano Alberto vuelve sobre la exposición del 68 que un grupo de universitarios ha instalado en el Meeting. «El título, “Lo queremos todo”, no describía tanto el movimiento de entonces sino un grito del presente. Se me ha hecho evidente que la contribución que podemos ofrecer es lo que recibimos en nuestra vida, la posibilidad de experimentar la contemporaneidad de Cristo. Solo Él despierta el sentido religioso. Solo esto te quita el miedo ante la fatiga del vivir. Pero hay una condición para que sea así y permanezca, pues también nosotros sufrimos el clima de desconfianza propio de nuestro tiempo: seguir. Sin reconocer el punto histórico donde Cristo me alcanza, no es posible que renazca el sentido religioso». Concluye Carrón: «Solo podemos decir que Cristo está presente cuando despierta nuestra pregunta, exalta mi yo. Solo Él es capaz de despertar y colmar mi grito. Esta es la gran aventura».

La asamblea termina sin que Samir pueda intervenir. Envía su intervención a Carrón, que la usa en la síntesis final. «Lo que me ha llamado la atención estos días es que puedo decir que el acontecimiento ha vuelto a suceder en mí: la experiencia de una novedad radical, imprevista e imprevisible». En el fondo es la consideración final de Job: «Te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos».