El papa Francisco en el estadio Croke Park

El Papa en Irlanda, «para enseñarnos a vivir»

El Encuentro mundial de las Familias en Dublín, el congreso preparatorio y la exposición "The Love of My Heart" a cargo de la comunidad de CL. En medio, la gran herida de las víctimas de los abusos
Davide Perillo

Acto penitencial al empezar la misa. Allí está Mauro Biondi, responsable de CL en Irlanda, y se da cuenta de que está sucediendo algo nuevo. «El Papa pidió perdón en siete puntos. Además en español, mientras todo lo demás lo dijo en italiano. Signo de que esas palabras nacían de dentro. Pero no solo se lo pidió a las víctimas. Pidió perdón a Dios, con dolor y en nombre de la Iglesia. Entonces me dije: está haciendo un anuncio. Desde dentro del drama, desde los escombros, desde lo más bajo, él ha indicado el camino para volver a empezar, y para todos. Mientras pedía perdón, anunciaba a Cristo».

El drama es lo que le esperaba al papa Francisco en Dublín, donde el pontífice llegó el sábado para concluir el Encuentro mundial de las Familias (celebrado del 22 al 26 de agosto), pero que le puso delante, inevitablemente, de uno de los momentos más tensos de los últimos años, con los informes americanos con acusaciones a la Iglesia por abusos y pedofilia. Un aire cargado, tempestuoso, por una plaga de la que aquí lleva años hablándose, y que se ha visto agudizada por tragedias cometidas en el pasado, en lugares como orfanatos o casas de acogida donde las jóvenes madres eran obligadas a abandonar a sus hijos. Las heridas están abiertas, y de qué manera.

La comunidad irlandesa de CL

«Entre los momentos previstos por el congreso había un encuentro con las víctimas», cuenta Max Camusso, otro de los responsables de la comunidad de Dublín. «Pensábamos que el tiempo nos mostraría al menos algún indicio para caminar hacia el perdón, pero por los tonos enseguida nos dimos cuenta de que en estos diez años la situación se ha hecho aún más dramática. Había poca disponibilidad para escuchar. La única posibilidad era esperar que Francisco viniera para ayudarnos».

Y Francisco llegó, casi cuarenta años después de la histórica visita de Juan Pablo II, que dejó como recuerdo la gran cruz de Phoenix Park, el lugar donde se celebró la misa final, «llena de gente a pesar de la batalla de las semanas previas, desanimando a ir por los problemas de aparcamiento, acceso, tráfico…», explica Mauro. «Me impactó mucho ver familias enteras, ancianos, gente que llegaba desde todas partes del país. Gente de toda Irlanda, no solo de Dublín. Un pueblo».

Antes hubo otros momentos importantes. Empezando por el encuentro con las autoridades civiles, que no podía darse por descontado, dado el clima que se había creado. «Pero se abrió un diálogo que habrá que retomar, pues hemos visto aperturas interesantes», señala Mauro. «Obviamente, el premier Leo Varadkar pidió iniciativas más duras contra la pedofilia, pero por primera vez en estos años, allí donde se ha producido un proceso de revisión histórica temible, reconoció que “no se puede pensar en Irlanda sin el cristianismo”. Habló del sufrimiento causado por los abusos “como Estado, como sociedad y como Iglesia”, ampliando la cuestión y también las responsabilidades… Ha sido, en resumen, una ocasión para la Iglesia para decir: debemos comprender la diferencia entre cristianismo y cristiandad».

La oración por las víctimas de abusos en la catedral de St.Mary

Después de la parada en el Centro de acogida de personas sin hogar a cargo de los capuchinos, el encuentro con las víctimas de abusos. El Papa miró, escuchó, preguntó, quería entender. Quedó impactado y herido, hasta llegar a «recoger lo que me han dicho» para «poner delante de la misericordia del Señor estos crímenes y pedir perdón» durante la misa. «Una de las víctimas le dijo, justo después -cuenta Max-: “Hemos visto a un Papa muy empeñado en entendernos y escucharnos. No era algo circunstancial, al que debía hacer”. Para ellos fue un auténtico encuentro».

El sábado por la noche tuvo lugar la fiesta de las familias en Croke Park, uno de los estadios más grandes de Europa, con capacidad para 84.000 personas. «Un momento de fiesta, cantos y bailes intercalados con testimonios», relata Mauro. «También allí se vio la novedad humana que el cristianismo permite».

Que se vio también en los pabellones del Exhibition Hall, el centro de congresos que acogió el auténtico encuentro antes de la visita del Papa. Una serie de testimonios y lecciones cuyo eje fue la Amoris laetitia), que a Mauro le «recordaba vivamente el Meeting de Rímini». Y que también contenía The Love of My Heart, la exposición organizada por la comunidad de CL en Dublín.

La exposición ''The Love of My Heart'' en el Exhibition Hall

Un trabajo que viene de lejos. De cuando alguien de la comunidad lanzó la idea de profundizar en las páginas de La belleza desarmada que hablan de la familia. Después vinieron encuentros y más ideas que implicaron a una treintena de personas. Hasta llegar a esos paneles instalados en el recinto, con fotos de la vida cotidiana y reproducciones de Van Gogh, testimonios y pasajes del libro de Julián Carrón: sobre el cambio de época, el descubrimiento del yo, la dinámica del signo… «Prepararla ya ha sido un regalo, por la conciencia que ha despertado entre nosotros», dice Mauro. «Pero lo que allí ha sucedido estos días es aún más». La gente que pasaba por allí ya tenía un cierto perfil: miembros de asociaciones cristianas, grupos parroquiales, «pero muchos se conmovieron realmente». Un grupo de sacerdotes se paró a hacer fotos al panel de la Magdalena. «Llevo mucho tiempo casada, ciertas cosas del matrimonio ya las sé…», decía una mujer antes de empezar la visita, pero a los pocos paneles se echó a llorar. «Qué respiro», suspiró otro después de la visita.

«Había un hombre que no dejaba de entrar y salir», cuenta Max. «Empezó a hacer fotos, así que me acerqué y le dije: “Si quiere, le explico el recorrido…”. “No, no, ya lo he entendido”. “Estupendo, pero tenga en cuenta que empieza en el otro lado…”. Acabamos viéndola juntos». Una compañera suya, que había expresado la “objeción” de que la exposición debería hablar también de otras formas de familia, al final no quiso ocultar su gratitud. «Comprendió que de lo que hablaba era de aquellos que sostiene la familia, no de sus formas». Una novedad para muchos. Lo fue la muestra en sí, incluida una noche de cantos entre los paneles con decenas de personas “cautivadas” por la música y la belleza. Pero también la provocación de los contenidos: ¿desde cuándo es posible combinar la cuestión de la virginidad con el matrimonio?, ¿o cómo puede la experiencia de la clausura servir de apoyo al matrimonio? «Hasta el último panel, el de la Magdalena, una figura donde se expresa toda la fuerza afectiva del cristianismo», explica Biondi.

Al fin y al cabo es con este pueblo con el que el Papa «ha entrado en diálogo», dice Max. «Lo ha visto, lo ha escuchado, se ha dejado interpelar. Ha entendido que estábamos bloqueados y ha aportado su contribución, planteando un punto distinto». «Puedes quedarte en el límite, en el error, pero eso son excusas», añade Mauro. «No ha venido a proponer un mundo ideal donde no exista el mal, sino a mostrar qué es lo que permite vivir».