El cardenal Anders Arborelius

Meeting 2018. Aquí hay vida (¿y en el universo?)

De la pregunta de los astrofísicos a la acogida de los inmigrantes. El infinito de Leopardi y el pensamiento teológico de Giussani. La conversión del cardenal “luterano” y la sonrisa de los voluntarios indonesios. Una sorpresa tras otra…
Luca Fiore

«¿Hay vida en el universo?», preguntaban en uno de los sketch más famosos del cómico italiano Corrado Guzzanti. Y la réplica era lapidaria: «Algo queda, el sábado por la noche…». Pues bien, el Meeting de este año se hace la misma pregunta, pero en serio, así que ha ido a planteársela a un gran experto en la materia. Se llama Antonio Lazcano, es biólogo en la School of Sciences de la Universidad de México y lleva 35 años estudiando el origen y evolución de la vida. El encuentro con él llevaba por título “Del universo a la vida, ¿un camino inevitable o un evento singular?”. Dicho en otros términos más simples, cuáles son las condiciones materiales para que se pueda originar la vida. En la Tierra se da, ¿pero en otros lugares? Los descubrimientos de los últimos años, según Lazcano, dicen que los “ladrillos” con que se construye el ADN, las bases de nitrógeno, están por todas partes en el universo. Y las condiciones para que estas sustancias se formen son mucho más sencillas de lo que se pensaba hace unos años. Si los ladrillos están por todas partes y las condiciones son tan simples, ¿qué fenómeno hace falta para que a partir de estos elementos se dé “el salto” de lo que no es vida a lo que sí lo es? Sin duda se trata de una pregunta científica, pero es de esos interrogantes que se dirigen a algo que la racionalidad humana no es capaz de explicar, tal como señala Giuseppe Tanzella Nitti, profesor de Teología Fundamental en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. Lazcano dice también que la ciencia no sabe dar una definición unívoca de qué es la vida, pero comprenderlo tiene implicaciones que no solo son científicas. Los miles de debates de bioética de las últimas décadas así lo demuestran. No solo se trata de descubrir si existen marcianos o extraterrestres. Lo que está en juego es mucho más.

Encuentro sobre las ''nuevas generaciones''

Aunque extraterrestres en medio de Rímini es lo que parece el grupo de voluntarios del equipo de limpieza en las mesas de comida rápida. Son ocho indonesios llegados desde Kupang (Timor Occidental) para conocer el Meeting y vivirlo en primera persona. «Tenía curiosidad por ver qué era», nos cuenta Ari, que junto a su mujer conoció CL en Holanda, donde vive desde hace unos años. «Pero nunca habría imaginado algo tan imponente. He visto que no es solo un evento cultural sino una gran ocasión de encuentro entre personas muy diferentes». Para su esposa Cindy, en cambio, lo más sorprendente es que en Rímini rige la lógica contraria al resto del mundo. «Todos dicen que cuanto más ganas, más feliz eres. Aquí hay un montón de personas que pagan para trabajar y a todos se les ve felices y sonrientes. Es imposible no preguntarse por qué». Como los indonesios, que a diferencia de Ari y Cindy llevan tres años reuniendo el dinero para pagarse el billete a Europa, están aquí por curiosidad y deseo de entender y ver con sus propios ojos lo que ha nacido de la experiencia de CL.

Antonio Lazcano, biólogo de fama mundial

Mientras nuestros amigos limpiaban diligentemente las mesas para los clientes de comida rápida, en otra sala tenía lugar el encuentro con el rector de la facultad de Teología de Lugano, el profesor René Roux. El pasado mes de diciembre, su ateneo organizó el primer congreso dedicado al pensamiento teológico de Giussani y su influencia a nivel ecuménico. Parece un tema muy lejano de los ocho indonesios y sus mesas sucias, pero no es así. «Del pensamiento de Giussani nos interesaba el hecho de que, entre otras cosas, fuera una reflexión que mostraba su fertilidad, era capaz de mover la vida de la gente. No era una teología sin conexión con el resto del mundo». Concretamente, Roux fue el primero en intentar estudiar el método con que Giussani leía las Sagradas Escrituras. «Un determinado uso del método histórico crítico, impregnado de racionalismo, llevó a muchos exegetas hasta perder la fe. En cambio, Giussani no se limita a la reconstrucción del contexto en que se pronunciaron las palabras de Jesús sino que subraya los efectos que estas palabras generan en el presente de quien las lee. La plausibilidad de lo que decía entonces se verifica en una experiencia posible ahora». Me vienen a la mente las sonrisas de los indonesios.

Mientras las páginas web de los diarios online se llenan de noticias sobre la nave con 150 migrantes a bordo bloqueada en el puerto de Catania, suena en el Meeting el relato del cardenal Anders Arborelius, obispo de Estocolmo: «La Iglesia católica en nuestro país, que es post-luterano y post-secularizado, se ha visto revitalizada por el fenómeno de la migración, también gracias a las políticas de acogida que han caracterizado a Suecia hasta hace poco». En este país los católicos son, según el prelado, el 1-2% de 10 millones de habitantes. De ellos, el 80% no son suecos. «Cada año tenemos que comprar o construir iglesias. En los últimos diez años hemos comprado diez templos a los luteranos. En las parroquias hay varias nacionalidades. No es fácil. Los europeos suelen ser minoría y tienen que medirse con la usanza y sensibilidad de fieles de culturas lejanas. En todo caso, este fenómeno ha dado una nueva vitalidad a nuestras comunidades». Este nuevo empuje ha permitido que los suecos conozcan más de cerca la experiencia católica, que hasta hace unos años veían con mucha sospecha y prejuicio. El testimonio de los católicos y la difusión de la vida y pensamiento de los santos, ha permitido un gran número de conversiones del luteranismo (la diócesis de Estocolmo tiene seis sacerdotes casados que antes eran pastores protestantes). También ha pasado algo así con la historia personal del propio cardenal: luterano, a los veinte años conoció la realidad de las hermanas brigidinas. Su testimonio le llevó a hacerse católico. Es verdad que, como dice Arborelius, el flujo de conversiones también va en sentido contrario, pero las relaciones ecuménicas están madurando. «Ya no es cosa de obispos, sino de la gente común. Ya no hay desconfianza mutua, nos hemos ayudado a reconocer lo que tenemos en común». La visita del papa Francisco a Lund a finales de 2016 y su encuentro con el mundo luterano fue causa y efecto del fenómeno que describe el cardenal, que concluye diciendo: «Somos un pequeño rebaño, pero somos esperanza para toda Europa».

René Roux y padre Stefano Alberto

Davide es un voluntario que lleva una camiseta magenta donde pone “dona ahora”. Se ocupa de la recogida de donaciones que el Meeting solicita para poder seguir haciendo su labor. Según datos de ayer, parece que el pueblo de Rímini valora mucho este evento. «Recibimos donaciones entre 1 y 1.000 euros. A veces la gente nos cuenta que quiere apoyar el Meeting, a veces llegan y sin decir nada nos dejan un cheque de 50 euros. No me pude resistir a darle un abrazo a una mujer con bastón que nos ha dado la mayor donación por el momento...».

Vuelve a hablarse de los migrantes y de sus oportunidades aquí. Esta vez se trata de una serie de relatos y testimonios de historias y amistades que nacieron antes, durante y después de la exposición del Meeting 2017 “Nuevas generaciones. Rostros jóvenes de la Italia multiétnica”, que en los últimos doce meses ha pasado por todo el país. Escuelas públicas, centros culturales, incluso una entreplanta en el intercambiador ferroviario de Milán. La han visto directores, alcaldes, primeros ministros y prelados. En el escenario vemos jóvenes italianos nacidos de padres que han llegado desde Marruecos, el Congo o Mali. Dialla, 18 años, desembarcó hace tres años, fue adoptado y tiene el pasaporte tricolor. Hoy da clase de italiano a inmigrantes como él. «Los primeros meses son realmente difíciles. Me preguntaba por qué Dios me había dejado vivo cuando mis hermanos habían muerto en el desierto o en el Mediterráneo. Hoy me siento testigo de la posibilidad de renacer». Luna, estudiante marroquí de Derecho, ha participado en decenas de encuentros públicos. «No pretendía dar respuestas sino suscitar preguntas. “Os cuento quién soy”, decía, “¿y vosotros quiénes sois? ¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu historia? Solo si hablamos a este nivel sucede un encuentro”». Abdoulaye es el primer abogado negro del Foro de Milán. «Con esta exposición también hemos ofrecido unas coordenadas antropológicas para leer el fenómeno que estamos viviendo. Es un trabajo que ha tenido el mérito de romper muchos prejuicios. Lo que estamos haciendo es proyectar un nuevo puente de esperanza hacia el futuro». El encuentro termina con una fiesta. Raymond Bahati, director del coro multiétnico Elikya, congolés, pone a cantar y bailar a la sala entera –obispos y periodistas incluidos– con las notas de una canción en suajili.



Otro fruto nacido de la exposición sobre las nuevas generaciones es el encuentro con Valeria Khadija Collina, madre de Youssef, terrorista que actuó en Londres el 3 de agosto de 2017. Contó su conversión al islam y el «formalismo religioso» que, hoy se da cuenta, llevó a su hijo a radicalizarse cada vez más. Ha testimoniado cómo el dolor de la pérdida de Youssef se ha convertido en ella en una apertura nueva. Su encuentro con amigos cristianos (y no cristianos) en el Meeting ha generado en ella un renacer inesperado.



Antes de terminar la jornada, que para muchos concluye con el espectáculo de Paolo Cevoli sobre la Biblia “contada a su manera” y para otros con la ya tradicional “cena social” con los ponentes del Meeting, hay tiempo para otro encuentro muy intenso, “El veinteañero que dijo ‘infinito’”, la lección del poeta Davide Rondoni con motivo de los 200 años de la escritura de la obra maestra de Giacomo Leopardi. «Y como el viento / oigo susurrar entre las plantas, yo aquel / infinito silencio a esta voz / voy comparando: y me acuerdo de lo eterno». Para experimentar ese infinito, ese eterno, explica Rondoni, hace falta algo que irrumpa en la vida: el viento. Esa voz que llega a oídos de Leopardi es lo que le permite, finalmente, dejar de “fingir” silencios sobrehumanos sino probar, tocar, eso que uno no consigue tocar pero a lo que el deseo del hombre parece siempre tender.