La misa celebrada por monseñor Lambiasi (Foto: Roberto Masi/Icon Photo)

Meeting 2018. La verdadera revolución

Crónica de la primera jornada en Rímini. El mensaje del Papa, el silencio por Génova, los testigos de la caridad en acto y el espectáculo en el puente de Tiberio. Los grandes temas de este año se recorren entre encuentros y exposiciones
Luca Fiore

Sueños, deseos, revolución, caridad, razón de ser. Estas palabras han marcado el comienzo del Meeting 2018, que se inauguró con la lectura, antes de la misa celebrada por el obispo de Rímini, monseñor Francesco Lambiasi, del mensaje que, en nombre del papa Francisco, envió el secretario de Estado de la Santa Sede, monseñor Pietro Parolin. El cardenal recordó que «el lema del Meeting retoma una expresión de don Giussani que hace referencia a ese momento crucial que vivió la sociedad en torno al 68, cuyos efectos no se han agotado cincuenta años después». Hoy podemos ver las consecuencias de aquella sacudida histórica y que el anhelo de desear un mundo mejor –aunque de maneras distintas– no ha decaído. Y es justo que sea así: «El cristiano no puede renunciar a soñar que el mundo cambie a mejor. Es razonable soñarlo, porque en la raíz de esta certeza está la convicción profunda de que Cristo es el inicio del mundo nuevo». Un inicio marcado por la pregunta hecha a los dos primeros discípulos, Juan y Andrés: «¿Qué buscáis?». El Santo Padre, escribe Parolin, «espera que el Meeting de este año sea, para todos aquellos que participan en él, ocasión para profundizar o acoger la invitación del Señor Jesús: “Venid y lo veréis”».

Cristophe Pierre, nuncio apostólico en Estados Unidos

¿Y qué buscan los miles de personas que llegan a Rímini? Es imposible generalizar. Cada uno tiene su historia, sus preguntas. Sin duda habrá muchísimas cosas que ver y oír. La primera, digna de mirar, es la tragedia del puente Morandi en Génova, que Emilia Guarnieri, presidenta del Meeting, recordaba al inicio del encuentro inaugural, dedicado al lema de esta edición, pidiendo un minuto de silencio. El auditorio entero calló. Resonaba en esos instantes el grito de Job, al que está dedicada una de las exposiciones más importantes de esta edición, que, de manera valiente, afronta “el enigma del sufrimiento”. La pregunta sobre el sentido del dolor lanzada ya en la antigüedad llega intacta desafiando a la razón del hombre moderno: ¿dónde estaba Dios en Auschwitz? La respuesta que Dios da a Job la muestra la exposición usando la famosa escena de la creación del mundo en la película El árbol de la vida de Terence Malick, no una argumentación sino el mismo ser del mundo. A la pregunta sobre el sentido del dolor, dicen los comisarios, no responde con una argumentación. En Jesús, Dios lo asume sobre sí.

Este año, la lección sobre el lema del Meeting se ha confiado a monseñor Christophe Pierre, nuncio apostólico en Estados Unidos, que en conferencia de prensa tuvo que responder a las preguntas de los periodistas sobre nuevas acusaciones de pedofilia a sacerdotes estadounidenses. «Todos los miembros de la Iglesia deben dar una respuesta real a este problema. No basta una respuesta solo jurídica o corporativa, pues sabemos que nunca conseguiremos evitar el mal, ni siquiera con los mejores sistemas jurídicos». También aquí el desafío de Job parece más actual que nunca.

Para Emilia Guarnieri la palabra de este Meeting es “deseo”. «¿Qué puede generar en la organización cívica, en la economía, en la investigación? ¿Esta búsqueda de la felicidad puede cambiar la historia?». Y añade: si lo que une a todos los hombres es el deseo de felicidad, ¿qué suponen las diferencias? «La experiencia del Meeting siempre ha visto las diferencias en acto y hemos podido ver la riqueza que pueden ser».

La intervención de Pierre se centró en la palabra “revolución”. «La verdadera revolución es la revolución del corazón», explicó el nuncio. «No podemos obligar a nadie a creer, y menos a los jóvenes. Jesús no obligó a la samaritana a creer; más bien le dio, a través de su diálogo, la posibilidad de perseguir el verdadero deseo de su corazón». Cada uno de nosotros puede ofrecer a los que se encuentra la posibilidad de compartir la gracia recibida mediante el encuentro con Cristo en la vida de la Iglesia. «Comunicamos esta gracia mediante el testimonio de nuestra vida. Hoy el mundo necesita testigos: padres, educadores, políticos, compañeros de trabajo y sacerdotes. Necesitamos una Iglesia que testimonie la alegría de pertenecer a Cristo. Cristo era aquella Persona y es esa Persona tan atractiva que nos ayuda a conectar con nuestra propia humanidad».



En este sentido, también son testigos los protagonistas del encuentro titulado “Caridad y ciencia: el misterio de la relación de cuidados”. Son Andrea Mariani, cirujano e investigador en la Clínica Mayo de Rochester; Roberto Bernabei, presidente de Italia Longeva; Mariella Enoc, presidenta del Niño Jesús en Roma, y Rose Busingye, responsable del Meeting Point International en Kampala. Mientras les presenta, Felice Achilli, presidente de Medicina y Persona, cita el título de otra exposición del Meeting, dedicada al cardiocirujano Giancarlo Rastelli: “La primera caridad con el enfermo es la ciencia”. Aunque Mariani enseguida aclara que las capacidades técnicas no bastan para generar una actitud que tenga en cuenta la totalidad que es el paciente, la generosidad que se encuentra siempre al inicio de la vocación de un médico necesita ser sostenida en el tiempo porque, inevitablemente, decae. El secreto, explica Mariani, es una amistad que te reclame al origen y la razón del trabajo de cuidar. Para Enoc, en cambio, lo que puede y debe cambiar es la mirada que médicos y personal sanitario tienen hacia quien sufre. El secreto es «detenerse un momento. Un silencio. La contemplación del misterio del sufrimiento». Cuenta que, durante una visita de tres horas al Niño Jesús, el papa Francisco pronunció como mucho veinte palabras, de hecho la exposición dedicada al Papa se titula “Gestos y palabras”. Ante todo es una mirada, eso fue lo que cambió la vida de Rose Busingye, cambiando también su manera de estar con los enfermos de sida. En este caso, la mirada de don Giussani. Una mirada capaz de iluminar el valor infinito de una vida aparentemente sin importancia. Esta experiencia sobrecogedora vivida en carne propia es la que esta enfermera propone a diario a las mujeres que atiende. Las medicinas no bastan si no existe conciencia del valor de la vida que ayudan a salvar.



Otro gran tema que este Meeting ha querido afrontar es el de la identidad italiana. ¿Qué significa ser italianos? Esta pregunta es el núcleo de una serie de encuentros a cargo de Luciano Violante, presidente emérito de la Cámara italiana de Diputados, que con Diego Piacentini, comisario extraordinario para la actualización de la Agenda digital del Gobierno italiano, protagonizó el encuentro inicial. En su intervención, Violante ha mostrado la riqueza de la realidad del ser italianos, que existía mucho antes del nacimiento del Estado nacional. Una lengua (Dante, Petrarca, los poetas sicilianos de la corte de Federico II), una cultura (los Habsburgo y los zares llamaban a arquitectos “italianos” para construir sus reinos”, y la religión católica. Estos tres elementos, ha explicado el laico Violante, cuestionan un famoso adagio atribuido a Massimo D’Azeglio: «Los italianos existen, pero quizá aún no hemos terminado de hacer Italia».



La primera jornada concluía con el espectáculo inaugural Atravesando el mar del deseo, una pieza adaptada libremente de El zapato de raso de Paul Claudel. Junto al puente de Tiberio se puso en escena lo que el poeta francés consideraba su testamento espiritual. Una operación muy ambiciosa que resume un drama que, por sí mismo, duraría once horas. Pero el desafío de la dramaturgia se mantiene: el corazón de la poesía queda intacto. El amor entre doña Prudencia y don Rodrigo se mezcla con las historias de la conquista de las Américas, la guerra contra los otomanos y el desarrollo del Extremo Oriente. La voz en off es la de Dios, que dice: «Veo a un hombre y una mujer que me miran y lloran. Los dichosos y los saciados no alzan a mí sus ojos. El dolor es lo que crea en el mundo ese gran vacío para el que planté mis constelaciones. Cuando la tierra solo sirva para separaros, en el cielo encontraréis vuestras raíces. Allí arriba vuestra acción se une a la mía, que es perenne». Palabras escritas en 1929 pero que parecen glosar perfectamente el lema del Meeting de este año.

''Atravesando el mar del deseo'', pieza adaptada de Claudel en el Puente de Tiberio