La presentación de "Luigi Giussani. Su vida" en Río de Janeiro

Río de Janeiro. La historia de don Giussani es la historia de un pueblo

La biografía de don Giussani, protagonista en Brasil con la presentación de la traducción portuguesa del libro de Alberto Savorana. Junto al autor, en la ciudad carioca, el arzobispo de Taranto, Filippo Santoro, y el poeta Marco Lucchesi
Isabella Alberto

Última hora de la tarde del martes 17 de julio en el centro de Río de Janeiro. Cuando los coches llenan las calles y la gente vuelve a casa tras la jornada laboral, un grupo de personas se reúne en el edificio del Consulado italiano para un evento muy especial. En la “Sala Italia” se presenta la biografía Luigi Giussani. Su vida, con su autor, Alberto Savorana; el poeta Marco Lucchesi, presidente de la Academia Brasileña de las Letras; y monseñor Filippo Santoro, arzobispo de Taranto que fue misionero en Brasil durante más de treinta años y alma de la comunidad de CL en la capital carioca durante los años 80.

La imagen de don Giussani, joven profesor de religión en el liceo Berchet de Milán, acompañado de sus alumnos aparecía proyectada como fondo de escenario iluminando la sala. José Roberto Cosmo, moderador del encuentro, fue el encargado de presentar el acto ante un público de 130 personas.



Lucchesi fue el primero en intervenir. Es la primera vez que se acerca a la figura del fundador de CL. Enseguida subrayó los aspectos del diálogo y el ecumenismo como los puntos que más le han impactado de la personalidad de Luigi Giussani, al que definió como «un hombre valiente». El escritor, de fama reconocida, elogió el trabajo realizado por Savorana. «Admiro su audacia para moverse entre tantos documentos. Detrás de este impresionante trabajo de fuentes, una labor importantísima, no puede haber más que un autor apasionado». Lucchesi destacó también la amistad de don Giussani con el escritor italiano Giovanni Testori y su admiración por el modo en que él lo apostaba todo por el diálogo. «Visitando las cárceles brasileñas y viendo la solidaridad de muchas personas en este país, vuelvo a reconocer la experiencia que don Giussani nos muestra respecto a la apertura al diálogo. Un diálogo franco, firme, sin renunciar nunca a su identidad. Todo ello dentro de una dimensión poética y espiritual pero vivida “aquí y ahora”. Somos distintos, pero no por eso nos vamos a odiar».

Después de Lucchesi, monseñor Santoro empezó afirmando que «esta es la biografía de un hombre, sí, pero también de un pueblo. Y por tanto también la mía. Porque describe el origen de la novedad que me alcanzó en la época del 68, cuando, siendo estudiante universitario en Roma, buscaba ansiosamente algo que me llenase el corazón, que se mostrara útil para mi vida y la hiciera protagonista del cambio social». El arzobispo narró después ciertos aspectos de su convivencia con Giussani, cómo en él aprendió un método para que los contenidos de la tradición pudieran llegar a hacerse experiencia. «En el encuentro con un hombre de carne y hueso, lleno de pasión y entusiasmo por la vida, se hacía presente Alguien más grande que él, Cristo».

También habló de la pasión misionera de don Giussani. «Una pasión por Cristo y por su anuncio al mundo», siguiendo siempre a los Papas y amando a la Iglesia. La de don Giussani era una «propuesta llena de razones», que Santoro describe citando ejemplos de un río de vida que fluye desde el encuentro de Juan y Andrés con Jesús, que llegó a la madre de don Giussani y luego a él, hasta personas del mundo entero. Como aquel chico italiano enfermo de Sida que encontró el significado de la vida el lecho de un hospital, o el joven pandillero de Brasilia, Edimar, un chaval al que mataron en una favela, que quería tener “ojos azules y no oscuros”, simbolizando con esta imagen su deseo de cambiar. «Esta biografía nos pone delante una propuesta que es para cada uno de nosotros, porque nos comunica la cercanía de Cristo, del destino, con la vida, con mi vida. Para mí, haber recibido al Señor a través del testimonio y el carisma de don Giussani ha sido la mayor gracia que se me podía dar. Me hizo redescubrir la presencia de Cristo hoy, la gracia infinita del Bautismo que regenera mi humanidad. Que nos convierte, como dice una canción latinoamericana, compañeros hacia el destino».

«En el encuentro con un hombre de carne y hueso, lleno de pasión y entusiasmo por la vida, se hacía presente Alguien más grande que él, Cristo»


Savorana partió de su gratitud por esta ocasión. Declaró su conmoción porque Marco Lucchesi, si haber conocido personalmente a don Giussani, hubiera llegado a percibir los puntos decisivos de su personalidad: diálogo y ecumenismo. «Don Giussani siempre puso en el centro a la persona. Él mismo decía: “Para mí la historia lo es todo”. Y la suya es una historia de encuentros. Se entusiasmaba encontrándose con la gente, cualquiera que fuese. Y esto lo había aprendido de su padre, desde pequeño». Diálogo y ecumenismo, continúa Savorana, se explican partiendo de aquel «hermoso día», como decía don Giussani, en que a los quince años «descubrí la figura di Cristo». Añade Savorana: «Este descubrimiento, en vez de encerrarlo en sí mismo, hizo que se abriese y acogiese a cada hombre como amigo, como prójimo». No hay una vida igual a otro, y don Giussani tenía una auténtica pasión por la vida de los hombres, sigue diciendo el autor. «Mucha gente me contaba que delante de él daba la impresión de que en ese momento para don Giussani la única persona que existía en el mundo era el que tenía delante. Y esto les hacía percibir todo el entusiasmo que él tenía por su propia humanidad. Don Giussani podía percibir esto porque era cristiano». Es decir, la identidad no entra en contradicción con el diálogo pero es condición necesaria. Por esta razón, para el fundador de CL, el encuentro con personas tan distintas era una experiencia real. Basta con que el hombre tome en serio su propia humanidad. Don Giussani siempre actuó así, apostando por el hecho de que, concluyó así Savorana, «la pretensión cristiana es la de ser respuesta a las preguntas del hombre. Si el hombre olvida sus preguntas, la fe se vuelve inútil. Don Giussani nos testimonió esto toda su vida».

«La pretensión cristiana es la de ser respuesta a las preguntas del hombre. Si el hombre olvida sus preguntas, la fe se vuelve inútil. Don Giussani nos testimonió esto toda su vida»