Jóvenes universitarios

La síntesis de Julián Carrón al Centro Nacional del CLU

La lección impartida a los responsables de los universitarios el 9 de junio de 2018
Julián Carrón

Todos hemos percibido esta mañana el alcance del desafío que representa para cada uno de nosotros la familiaridad con Cristo. Preguntaba nuestro amigo al principio: ¿Cómo llegar a reconocer este «rostro singular en última instancia», que tiene «rasgos inconfundibles hasta con los que Él mismo creó como signo de sí» (L. Giussani, El atractivo de Jesucristo, Encuentro, Madrid 2000, p.166)? Esta es la cuestión decisiva. Y añadía que lo que le asombraba es que precisamente la relación personal con Cristo era el origen declarado de una alegría que veía en algunos amigos a su alrededor.
El recorrido que hemos tratado de hacer esta mañana nos ha ayudado a comprender mejor en qué consiste esta familiaridad. Ya desde las primeras intervenciones se puso de manifiesto que esta familiaridad no sucede en abstracto, fuera de la realidad, sino delante de nuestros ojos, gracias a los hechos que suceden. Determinados hechos nos introducen en algo distinto, nos remiten a Su presencia. Como ha descubierto la persona que ha intervenido en primer lugar y que nos ha contado la conversación con un antiguo compañero de instituto al que ha vuelto a ver algunos años después. Apasionado lector de Nietzsche y de Sartre, persona brillante y llena de iniciativa, ese compañero le había buscado porque no estaba pasando por un buen momento: «Estoy atravesando circunstancias que me llevan a pensar que hay más de lo que yo creía hasta hace poco tiempo», le había escrito. «Ya que tú trabajas sobre tu corazón desde hace tiempo, me gustaría volver a verte para saber si puedes ayudarme a ver algo también sobre mí mismo». Y cuando se vuelven a ver le dice: «Me he descubierto más débil, más frágil de lo que pensaba, y las cosas más bonitas que me han sucedido en estos últimos años no son las que yo he querido crear, dominar, sino las que no he hecho yo: empiezo a pensar que me han sido dadas». En ese punto nuestro amigo irrumpe: «También para mí este momento precioso contigo lleva dentro la misma evidencia, es decir, la evidencia de que tú, ahora, me eres dado». Al escuchar estas palabras, el compañero se queda profundamente asombrado, se detiene, repite esas palabras y le da las gracias. ¿Cómo puede darse una percepción semejante del otro? «He podido decir esas cosas por la conciencia que he aprendido dentro de un determinado camino. Gracias a su asombro, sin embargo, lo he vuelto a adquirir como acontecimiento, como algo que sucedía y no solo como algo que había guardado durante años». El compañero se queda asombrado, cautivado por la mirada que ha recibido: esta mirada es para ambos un acontecimiento que introduce en algo distinto...
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