El encuentro sobre el libro “Dov’è Dio?” de Julián Carrón (foto de Federico Buscarino)

BergamoIncontra. Tres días con la pregunta del Innominado

XI edición del encuentro de Bérgamo, entre encuentros, muestras y espectáculos. Desde Gemma Capra a la muestra de las APAC, del libro de Julián Carrón a la paternidad de monseñor Beschi, todo para responder a la pregunta «¿dónde está ese Dios?»
Sara Nervi

«Quiero encontrar algo que he deseado hasta ahora, algún lugar al que pertenecer». Así cantan los Linkin Park citados en un panel de la exposición dedicada al lema de la XI edición de BergamoIncontra: “Si lo viera, si lo oyera, ¿dónde está ese Dios?”, la exclamación del Innominado ante el cardenal Borromeo en Los novios de Manzoni. El certamen –tres días de fiesta, encuentros, espectáculos en la avenida Senterione, histórico lugar de paso en el corazón de la Ciudad baja– pretende ser un lugar donde sentirse como en casa, comprendidos, abrazados. Donde ser nosotros mismos.

En efecto, uno no se iría nunca del encuentro con Gemma Capra, viuda del comisario Calabresi, que habló del descubrimiento de la presencia de Dios junto a ella, dentro de un drama de otra manera insostenible, como el suyo; del perdón como algo que es ante todo Suyo, del Padre Eterno, antes que nuestro, hasta llevarla a decir: «No quisiera una vida distinta a la que he tenido».

La muestra “Del amor nadie huye”, sobre las APAC brasileñas

Análogamente, el libro de Julián Carrón ¿Dónde está Dios? debe de haber tocado alguna cuerda profunda entre los invitados de la mesa redonda, desde la delegada provincial docente Patrizia Graziani a Lucio Cassia, profesor universitario, o un joven padre que cuenta su experiencia, todos parecen encontrarse a gusto en la conversación. Cada uno recoge las provocaciones y observaciones del autor y las “inserta” en las propias circunstancias personales y profesionales. De ello resulta una contribución concreta y significativa al diálogo, sin ningún formalismo, con total sinceridad, incluso se propone alguna observación crítica. Un encuentro como este hace solo cuatro o cinco años habría sido impensable, también por los distintos invitados (alguno de ellos representantes de realidades ciudadanas, presentes por primera vez en BergamoIncontra). Entonces surgen algunas preguntas: ¿qué ha cambiado en nosotros y en la gente, en estos años, para que esto sea posible? ¿Cómo este “cambio de época” nos está transformando un poco a todos –en positivo– volviéndonos más necesitados, humildes y más capaces de mirar, incluso más libres de aquello que hacemos? ¿Qué camino hemos hecho nosotros?

Hechos grandes y pequeños, que suceden dentro y fuera de los encuentros. Remi, encargado de la instalación eléctrica, se sorprendió a lo largo del montaje dialogando con muchos curiosos que, mientras paseaban por el corazón de la ciudad, se paraban a preguntar de qué se trataba, para llevarse después el programa. Más aún, una pareja de ancianos visitó la exposición sobre las APAC. Después de haber escuchado todo con gran atención, él dijo: «Lo que hay aquí es totalmente distinto de lo que hay fuera de esta carpa. Y de lo que he visto en el país del que vengo, Siria».

También Gabriele tiene algo que contar. «La primera noche me encontré con una conocida, una de las fundadoras de uno de los primeros centros culturales de Bérgamo, de inspiración muy distinta a la nuestra. Ante mi sorpresa ella me dijo: “He venido a ver qué hacéis”. Ha vuelto durante los tres días y ha participado en todos los encuentros, siempre en primera fila. La última noche me dijo: “¡Bravo! Seguid así. Es uno de los pocos lugares donde es posible dialogar sin enfrentamientos”».

Stands, muestras y carpas en el corazón de Bérgamo

Leonardo, por su parte, habla de un pequeño milagro que sucedió durante un encuentro sobre justicia y misericordia. Los ponentes eran un juez, el capellán de la cárcel y algunos chicos, entre los cuales había uno que, sin que la mayoría de nosotros lo esperáramos, a lo largo del evento reveló que el juez que lo había condenado se encontraba sentado a su lado. Y le dio las gracias.

Por su parte, Tommaso, invitó a su mecánico al encuentro con dos familias golpeadas por la muerte de un hijo, donde testimoniaron qué significaba para ellos vivir la esperanza aun dentro de situaciones tan fatigosas o dolorosas. Al final, el mecánico corrió a abrazar a una de las ponentes y se quedó a cenar con ellos.

Una mujer, madre de cuatro chicos, dio las gracias a Giulia que la guio en el recorrido de la exposición sobre el lema. Le dijo que necesitaba –ella y toda la ciudad– oír por qué vale la pena vivir y traer hijos; a pesar de haber apostado por esto en su vida, por la belleza de generar, tiene la necesidad de volverlo a oír y ver ahora. Aún más, al término de los tres días, las educadoras que Donata implicó en la guardería dieron su disponibilidad para repetir el próximo año.

El espectáculo teatral “Gimondi, una vita a pedali”, con Matteo Bonanni

Especialmente agudos fueron sus alumnos, presentes en BergamoIncontra por un proyecto que alterna escuela y trabajo. Le dieron las gracias por haberles acompañado a visitar la exposición sobre el experimento carcelario de las APAC, en Brasil. «Nunca habíamos oído una historia como esta», dicen. «Tuvimos una buena conversación sobre Dios y su conveniencia humana, porque si no, no se puede explicar cómo el sistema de las APAC puede funcionar». Una mujer volvió hasta tres veces a la exposición. «La entiendo», comenta Emy, que se la ha explicado, «me identifico con ella, porque la mirada de humanidad que necesitan los presos es la misma que necesitamos todos. Que necesito yo».

Gente que vuelve, gente que ya promete que estará el próximo año, gente que se implica, gente que pregunta y da las gracias. Hay tanta tenacidad en esto, tanta tensión, como la obstinación esperando a la puerta que el Innominado promete al cardenal Federico cuando le pregunta si volverá a buscarle. «¿Que si volveré? Aun cuando vos me rechazarais, me quedaría porfiado a vuestra puerta, como un mendigo. ¡Necesito hablaros!, ¡necesito oíros, veros!, ¡os necesito!».

Seguramente, entre los más obstinados están los amigos que han preparado y vivido juntos estos tres días. Identificándose con el personaje de Manzoni, sienten la necesidad de vivir la pregunta «¿dónde está ese Dios?» en una relación dramática y real, como una herida que les acompaña y que comparten con toda la ciudad, en un incesante llamar a la puerta. Sienten la necesidad de seguir verificando esa conveniencia humana de la fe que los jóvenes amigos de Donata acaban de descubrir. El lugar que deseamos encontrar puede darse en un espacio físico como este Quadriportico del Senterione, pero es ante todo una mirada, una relación en la que plantear las propias preguntas, un compartir la vida, un abrazo al que ceder obstinadamente, como emerge de la gratitud y del afecto expresados al término de la misa de domingo por Michele Campiotti, responsable de la comunidad de CL de Bérgamo, al obispo, monseñor Francesco Beschi, cuya presencia paterna no faltó.