Teddy Bongomin y Sharon Akidi, del Meeting Point International de Kampala

Bruselas. La energía de Teddy y Sharon

Un stand de AVSI en el foro de cooperación más importante de Europa y una mesa para confeccionar collares. Así es como dos mujeres de Kireka han “tejido relaciones internacionales” con el relato de sus vidas. Y mostrando qué es la dignidad
Maria Laura Conte

«What a powerful energy, qué energía tan potente». Tal vez este sea el comentario más oído entre los que se encontraban en Bruselas hace unos días con Teddy Bongomin y Sharon Akidi, de 45 y 20 años respectivamente, dos de las mujeres del Meeting Point International de Kampala, invitadas a participar a primeros de junio en los European Development Days, el foro de cooperación más importante de Europa, dedicado este año al women empowerment, la defensa y promoción de las mujeres.

AVSI y MPI superaron juntos el proceso de selección para disponer de un stand donde contar a los participantes (expertos del sector, analistas, think tank, funcionarios, jefes de estado, incluso princesas y reinas) en qué tipo de ayuda al desarrollo creen y vale la pena seguir invirtiendo recursos. En particular cuando se trata de mujeres.

Y la propuesta que han hecho a la UE ha cautivado a los asistentes: centrar el stand en la experiencia del MPI, la entidad ugandesa puesta en marcha por Rose Busingye, e invitar a dos testigos del programa multisectorial que con el apoyo de AVSI se propone allí a mujeres que de ser vulnerables, como se las define en términos de cooperación, pasan a ser protagonistas de sus vidas.



Difícil describir por escrito la fuerza de atracción de esta señora y esta muchacha del slum de Kireka (era el primer viaje que Sharon hacía en avión): maravilla, inquietud, incluso envidia por su libertad se vislumbraba en los rostros de los que las escuchaban o estaban cerca de ellas para componer un collar de colores. De hecho, en el stand había una especie de pequeño laboratorio con todo lo necesario para ofrecer al que lo desease la posibilidad de construirse su propio abalorio. Las perlas de papel (por otro lado apreciadas doblemente por el contexto ambientalista ya que son eco-sostenibles) fueron muy demandadas.

Teddy y Sharon se pusieron a disposición de cualquiera que quisiera conocerlas. Han respondido a preguntas de todo tipo, recorriendo su propia historia personal siempre desde el principio, con paciencia, como si cada vez fuese la primera, con una atención especial a quien tenían delante, desde un alto funcionario a un voluntario de servicio. Y mientras dialogaban así, desarmadas, sin darse cuenta tejían redes de relaciones internacionales y trasmitían una idea precisa de lo que significa empower, valorar-emancipar a las mujeres.



Empezaban describiendo la situación de fragilidad en la que se encontraban: la enfermedad de Teddy, los golpes de su marido, el abandono de sus parientes, la pérdida de su casa y de sus bienes; la huida de Sharon cuando era pequeña de su aldea a causa de la guerra, su vida como desplazada, sin comida, cuidados ni ropa. Hasta el encuentro de ambas con alguien que las acompañó en un cambio de rumbo, a través de cuidados médicos, educación, grupos de ahorro, el inicio de actividades empresariales… En el centro de su testimonio siempre el mismo pilar: la comunicación nítida de que lo que las ha liberado verdaderamente ha sido la conciencia de sí, o bien el reconocimiento de su propio valor. «Now I am free, ahora soy libre», repetían, una libertad generada por el descubrimiento de ser amadas y del propio valor contenido en su misma respiración, en el simple hecho, esencial, de estar en el mundo. Después de que el dinero les falte, que les cueste llegar a fin de mes, que la hija de Teddy tenga que resistir cada día la presión de los que le dicen que para una mujer es fácil hacer dinero, basta que se venda… Todo eso no las mueve ni un milímetro de su certeza.

«El dinero es importante, pero no es importante», explica Sharon, que es maestra en usar las expresiones faciales. «Solo los ricos pueden decir que el dinero no es importante, porque lo tienen. Los pobres saben en cambio que es importante y querrían tenerlo. Yo repito siempre: el dinero es importante, pero yo lo soy más. El dinero no me puede comprar».

Las dos mujeres en el stand LGBT

«Si descubro quién soy y me mantengo firme en mi dignidad (nadie pronuncia ‘dignity’ en Bruselas con el tono granítico de Teddy, privado de cualquier retórica, ndr), no me define la pobreza o la violencia que pueda sufrir. Mi valor es irreductible, y por tanto puedo estar delante de todo. No desaparecen los problemas, pero asumen dimensiones reales, afrontables».

Suscitan curiosidad estas dos mujeres de Kampala, y ellas también son curiosas. Nada de lo que se movía en el espacio de la feria junto al centro “Tour & taxis” se escapaba de sus radares. Un stand vecino era gestionado por una asociación de defensa de los derechos LGBT. Lo presidía un joven solitario de unos treinta años, que no recibía muchas visitas. Teddy lo miraba de reojo, hasta que no pudo resistir más y una tarde se le acercó, con Sharon pisándole los talones. Estuvo un largo rato con él, no parecía querer soltarlo. «Quería saber qué busca, cómo está. Para nosotros africanos este es un tema lejanísimo. Le escuché, traté de captar su necesidad, no le dije nada, salvo que debe saber que él tiene un gran valor».



Después de 48 horas en la gran feria de la cooperación, recorrer los pasillos con Sharon suponía pararse cada dos pasos: saludaba a todo el mundo y a cada uno tenía algo que decir, como si fuese la señora de la casa, con su vestido de colores ugandeses y zapatillas de deporte.

El stand había sido pensado para mostrar una manera de hacer cooperación al desarrollo que, respetando todas las reglas y modas que impone la UE, uno de los mayores donantes del mundo, sabe llegar hasta a las necesidades reales de la gente y partir de ellas para iniciar un proceso que permita a cualquier persona en cualquier contexto tomar su vida entre manos y jugársela por entero en su comunidad. Teddy y Sharon lo han transmitido por ósmosis, superando el filtro de las burocracias y de las formas que a menudo rodean estos ámbitos. No es difícil pensar que hayan contagiado a más de uno con su manera de mirar la realidad.