La Sala de Notarios del Palacio de Priores en Perugia durante el encuentro.

La vida de Bergoglio, entre la libertad y la gracia

El libro de Massimo Borghesi sobre el Papa, protagonista de una velada en Perugia. Presentando el libro estaban, junto a su autor, el arzobispo de la ciudad, el cardenal Gualterio Bassetti, y Julián Carrón
Alessandro Di Pilla

«Un libro necesario y por el que estar agradecidos». Con estas palabras, el cardenal Gualterio Bassetti, arzobispo de Perugia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, empezó el lunes 28 de mayo la presentación de la obra de Massimo Borghesi, Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, de Jaca Book. No había sitio libre en la Sala de Notarios del Palacio de Priores en la capital de la región italiana de Umbría para escuchar al presidente de la CEI, a Julián Carrón y al autor sobre el pensamiento y la formación cultural del papa Francisco.

Tres son, sobre todo, los aspectos que, según Bassetti, resalta el libro, los puntos sensibles que hacen particular la figura de Francisco y que, en este sentido, le acarrean críticas e incomprensiones: la sencillez, la reflexión sobre el poder, el “estilo cristiano” que se restablece en las reflexiones de la Conferencia Sudamericana de Aparecida (2007). «La sencillez de Francisco es una postura pastoral precisa, no un signo de escasa preparación teológica o la consecuencia de un carácter latinoamericano que no sabe competir con el refinado pensamiento europeo», explicó el obispo. La sencillez es el fruto maduro de un pensamiento complejo, de un recorrido rico en encuentros y lecturas, de coordenadas culturales y experiencias. Es la sencillez del pastor que vive inmerso en la megalópolis y se dirige a ella, que anuncia el evangelio sine glossa expresándolo de modo inteligente, adaptado a los tiempos. En la raíz de esta posición están maestros latinoamericanos como Alberto Methol Ferré y la filósofa Amelia Podetti, cuyo pensamiento ha nutrido la especial sensibilidad de Francisco por la unidad entre lo particular y lo universal, entre el centro y las “periferias”. Pero hay también maestros europeos como Gaston Fessard, Von Balthasar y Guardini, además del claro sello del “pensamiento dialéctico” tan estimado en la educación jesuita. Conocer la cultura del papa Francisco nos ayuda a comprender también su reflexión sobre el poder. Bien alejado del populismo y del marxismo, Bergoglio renueva la atención de la Iglesia por la cuestión social, dirige su crítica al capitalismo desvinculado de toda ética, al paradigma técnico-económico hoy dominante y casi ingobernable, a un sistema privado de toda tensión hacia Dios y hacia lo verdaderamente humano. Entender y afrontar este escenario es uno de los grandes desafíos del catolicismo hoy. «La Laudato si’», subrayó Bassetti, «tiene el alcance de la Rerum Novarum».

Julián Carrón, el cardenal Gualterio Bassetti y Massimo Borghesi

El tercer aspecto del pensamiento de Francisco es la llamada “teología del pueblo”, que encontró su formulación más límpida en el documento final de la Conferencia de los obispos latinoamericanos de Aparecida, redactado sobre todo por obra del entonces cardenal Bergoglio. «Aparecida y Pontificado deben leerse juntos, como la realización de esa mirada profética sobre el mundo anunciada por Pablo VI en la Populorum progressio, por Juan Pablo II en la Novo millennio ineunte o por Giorgio La Pira con su “historiografía de lo profundo”». De la figura cultural de Francisco deriva un punto de vista nuevo desde el que releer las vicisitudes de la historia y de la Iglesia: el del sur del mundo, que hoy interroga profundamente a las iglesias de tradición antigua. «No es por azar», concluyó el cardenal, «que precisamente a partir del sur de América, con Aparecida y con la llegada de Francisco, haya comenzado una nueva fase para la Iglesia, un verdadero cambio de época».



Precisamente del cambio de época y del deseo de comprender mejor cuál es la postura del papa Francisco, arrancó la intervención de Julián Carrón. El derrumbe de las antiguas seguridades religiosas se ha cumplido ya, como observó en su momento Benedicto XVI. Sus consecuencias son la “tristeza individualista” que domina los corazones (Evangelii gaudium) y el desencanto posmoderno que reviste todo. «Ante este escenario, ¿el cristianismo tiene todavía algo que decir?», preguntó Julián. Sin duda, no se pueden recuperar las viejas respuestas (gnosticismo, neopelagianismo). «En su libro, Borghesi aclara que, a los desafíos del presente, Francisco responde recurriendo a la mirada de Ignacio de Loyola». La vida del cristiano se rige por una tensión entre polos opuestos, por la que se apunta al ideal más alto desde el centro de las cosas pequeñas; una tensión a la totalidad que llena todos los particulares, un pensamiento en movimiento. De Ignacio, que en sus Ejercicios espirituales invita a identificarse con las escenas del Evangelio, el Papa ha aprendido que el conocimiento es fruto de un afecto. En este sentido Francisco es un místico, siempre inmerso en lo que cuenta el Evangelio. Ante la tendencia a la contraposición y al choque que domina en el mundo de hoy, Francisco habla de una tensión que jamás se disuelve, en la que los contrarios no se anulan ni se destruyen uno a otro, sino que permanecen unidos en un plano superior, el de Dios. Por decirlo con una imagen, no la esfera, que iguala las diferencias, sino el poliedro, en el que la unidad mantiene la singularidad de las diferencias. «Recorriendo los principios cardinales de la Evangelii gaudium, se puede extraer una importante indicación de método: conviene esforzarse en iniciar procesos, en vez de contraponer y ocupar espacios». Un ulterior aspecto fascinante emerge del libro: en la segunda mitad de los años noventa, en Bergoglio, se acentúan las referencias a “ver” y “tocar”, signo de la influencia de las lecturas de Von Balthasar y de Giussani. «La imagen de Juan y Andrés, de Zaqueo, para los que todo comienza en un encuentro, dice que la relación entre el hombre y el Señor coincide con un abrazo de misericordia. El hombre pecador es salvado porque el Señor le busca: porque le “primerea”, se le anticipa, le espera».

Ante la misericordia impensable, surge el deseo de corresponder y surge así una moralidad nueva. No es un esfuerzo lo que está en el origen de nuestro ser cristianos, sino un encuentro, debido al atractivo de Jesús. En vez de la deriva ética, por la que la Iglesia buscaría encerrarse en su recinto y hacer fuerza, la Evangelii gaudium indica que hay que poner en primer plano la gracia de un encuentro, el anuncio de lo esencial, de algo que puede hacer arder el corazón. «De ahí la centralidad de los testigos, para que la presencia del Señor vuelva a ser carnal para los hombres de nuestro tiempo. El papa Francisco, con palabras y gestos, es uno de ellos».

Massimo Borghesi

Sobre el modelo de la Iglesia como complexio oppositorum, central en Francisco, insistió Massimo Borghesi, que contó con pasión la génesis del libro, nacido del deseo de conocer y dar a conocer a un hombre que, en pocos años de pontificado, ha cambiado profundamente la mirada del mundo sobre la Iglesia, sometido sin embargo a contestaciones y ataques muy duros, hasta el punto de configurarse no como críticas sino como odio casi “patológico”. «La categoría de la “unidad de los opuestos”», afirmó Borghesi, «ofrece una clara clave de lectura de las orientaciones de Bergoglio, bien distinta de las etiquetas “partidistas” (progresista o conservador, izquierda o derecha) que muchos le aplican, por ignorancia de su formación cultural. Quería mostrar que el Papa tiene un pensamiento dentro de la gran tradición católica, no al margen».

La investigación, desarrollada en su amistad con Guzmán Carriquiry, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, en cierto momento culminó en una cuestión difícil de resolver a través de las fuentes: si en los escritos de los años setenta Bergoglio no cita todavía a Romano Guardini, ¿de dónde le venía esa potente capacidad de valorar las instancias opuestas y llevarlas a una unidad a un nivel más alto? La respuesta la proporciona directamente el papa Francisco, sacando así a la luz una preciosa pieza que faltaba: la profunda influencia del pensamiento de Ignacio de Loyola releído a través del jesuita Gaston Fessard. Con varias imágenes y categorías, culturales y espirituales, Borghesi sugirió sintéticamente algunos de los trazos más profundos de la fisonomía de Francisco: alma en tensión, corazón agustiniano, teología de la paradoja, vida cristiana como tensión entre gracia y libertad, como pregunta en vez de fórmula perfecta. Hasta la “polaridad” más fascinante, la que hay entre verdad y misericordia. «Si bien la finalidad del libro», concluyó el autor, «no era en absoluto hacer del Papa un intelectual, el resultado en cambio… va en esta dirección, en el sentido de presentar a un hombre de gran espesor cultural».