El cardenal Gualtiero Bassetti y el presidente Mattarella.

Llamamiento del cardenal Bassetti en Italia: «Primero el bien común»

«Este es el tiempo grave de la responsabilidad y ciertamente no el del desencuentro institucional, político y social. Por el bien del pueblo italiano». Las palabras del presidente de los obispos italianos (Avvenire)
Gualterio Bassetti

El cardenal Basetti, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, ha dirigido un llamamiento a todas las personas de buena voluntad por el bien supremo del país italiano, en este delicado momento histórico. Julián Carrón invita a acoger y sentir como dirigido a cada uno este reclamo del cardenal y a darlo a conocer a todos

Ante la crisis social y política a la que se ha precipitado «nuestra amada Italia» toda persona de buena voluntad tiene el deber de renovar su compromiso, cada uno desde su posición, por el bien supremo del país. Hoy como nunca hay una urgente necesidad de hombres y mujeres que sepan usar un lenguaje de verdad, hablando con franqueza, sin esconder las dificultades, sin hacer promesas irrealizables sino indicando un camino y una meta. Este es el tiempo grave de la responsabilidad y ciertamente no el del desencuentro institucional, político y social. Por el bien de las familias, de los jóvenes y de los hijos del pueblo italiano.

Invito a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a que se hagan cargo de nuestro amadísimo país con un humilde espíritu de servicio y sin plegarse a visiones ideológicas, utilitaristas o partidistas. Y renuevo la llamada de don Luigi Sturzo a «todos los hombres libres y fuertes, que en esta grave hora sienten el alto deber de cooperar con los fines superiores de la patria». Es de hecho éticamente obligatorio trabajar por el bien común de Italia sin partidismos, con caridad y responsabilidad, sin avivar el fuego de la frustración y de la rabia social. Una rabia que en estas horas encuentra dramáticamente espacio en un uso irresponsable y execrable de las redes sociales incluso contra la persona del presidente de la República y su medida y sabia acción de garantía a todos los conciudadanos.

Nunca como en estos días ha habido absoluta necesidad de respetar la voluntad popular, que se expresó libremente el 4 de marzo, y todas las instituciones civiles que representan el dintel insustituible de nuestra democracia y de nuestra libertad: desde la más elevada, el Jefe del Estado, a la más representativa, el Parlamento.

En este momento difícil hacen falta, pues, palabras de concordia y diálogo para abatir los muros de enemistad y superar el espíritu de división que parece difundirse en el país. Todos nosotros, revestidos de responsabilidad, tenemos la tarea, en primer lugar, de pacificar los ánimos y dar señales concretas de esperanza a través de un lenguaje sobrio y consciente. Y hoy, todos juntos, con caridad y con sentido del deber, podemos escribir la primera página, quizá la más importante.

En nombre de Italia y de la unidad del país.

Exhorto, por tanto, a todos los creyentes a rezar, y a todos los italianos a trabajar, juntos, por la custodia y la salvación de nuestro gran y bellísimo país. A este propósito, hago mías unas preciosas palabras de la oración por Italia que escribió san Juan Pablo II: «Oh Dios, nuestro Padre, te alabamos y te damos gracias. Tú que amas a cada hombre y guías a todos los pueblos, acompaña los pasos de nuestra nación, a menudo difíciles pero llenos de esperanza. (…) Tu ley de amor conduzca a nuestra comunidad civil a justicia y solidaridad, a reconciliación y paz». ¡Que Dios bendiga a Italia!
(Avvenire, 30 de mayo de 2018)