Hotel Cristallo, a los pies del Cervino

Algo que se aprende sirviendo

La reunión anual para los que este verano trabajarán como camareros o personal de limpieza en los hoteles donde muchos grupos van de vacaciones. Cientos de chavales que, dentro de una amistad, podrán descubrir un tesoro para su vida
Paola Bergamini

«¡Padua, ya llegamos! ¿Este año también nos toca cerrar el hotel?». Tras escuchar el audio, aparece en el WhatsApp el selfie de dos caras un poco soñolientas. Davide lo mira y sonríe, pues a esos dos en cuestión los recuerda perfectamente. Es el último de toda una serie de mensajes que desde primera hora de la mañana no dejan de llegarle, a él y al resto del equipo directivo de los hoteles TH-Resorts, de chavales que van de camino a la reunión del “personal estival de montaña”. Trabajarán como camareros, lavaplatos, barman, empleados de habitaciones. A las 10.30h los dos salones del Centro de congresos Papa Luciani están abarrotados de adolescentes de 16 años en adelante. Algunos ya han trabajado antes en las instalaciones de los TH, otros se enfrentan a su primera experiencia y han mandado la solicitud porque algún amigo les ha invitado: «vente, se trabaja un montón pero se aprenden cosas que luego te sirven. ¡Y te lo pasas pipa!». Así pasa también con la “búsqueda de personal de verano”. «Por un boca a boca, nosotros no publicamos anuncios», explica Lorenzo Bighin, director del hotel Planibel en La Thuile y responsable de recursos humanos. «Yo mismo empecé así a los 17 años. Me gustó tanto que pensé que podía ser mi trabajo para el futuro. Este año han llegado más de dos mil solicitudes, el doble de las que podemos asumir. En los últimos años han aumentado las de quien lo pide para ayudar económicamente a su familia». El trabajo empieza con este encuentro un domingo del mes de mayo.

«Se pueden enseñar muchas cosas, pero las más importantes, las que más cuentan, no se pueden enseñar, solo se pueden encontrar». Esta frase de Oscar Wilde aparece en una gran pantalla detrás del escenario. «Esto es lo que os deseamos, que esta frase llegue a hacerse realidad», empieza diciendo Bighin. A su lado, el equipo directivo de los hoteles. «Pero antes de nada queremos deciros dónde empezó, hace cuarenta años, esta aventura». En la pantalla aparece una foto de montaña. «Esos tres barracones en Val Daone fueron el primer “hotel”», señala Graziano Debellini, presidente de TH. Era el año 1977, un grupo de amigos de Padua, recién graduados y extremadamente pobres, decidieron hacerse cargo de la gestión de eso que veis. Empezaron a acoger allí a pequeños grupos de gente que estaba de vacaciones. Pero un encuentro imprevisto lo cambió todo. Don Giussani vio en aquellos chavales algo de lo que ellos ni siquiera se daban cuenta, y les ofreció una preciosa amistad. «Nos desveló el valor de la persona, del trabajo, del sacrificio, la dignidad de los trabajos más humildes. Estos elementos se convirtieron en el tesoro de nuestra vida laboral. Nos decía: “De no haber sido sacerdote, habría sido camarero”».

Don Pigi Banna (segundo por la derecha) y Lorenzo Bighin (con camisa blanca)

Una amistad que consistía en compartir. Giussani proponía a todos el mundo ir de vacaciones allí. Él mismo, para los encuentros estivales de CL, se quedaba semanas enteras. Era normal verlo charlando con los cocineros, los camareros o… recoger del suelo y trozo de papel y echarlo a la papelera. «Así era su relación con la gente que servía. Mirándole, aprendías el significado de servir. Una estima y un corazón que ha continuado en la relación con Carrón». Sobre esta relación se construyó el tesoro de esta historia, que tiene una energía que sorprende a quien se topa con ellos. «Un tesoro que yo pongo en vuestras manos. A vosotros os toca descubrirlo durante los días que paséis trabajando en nuestros hoteles», termina diciendo Debellini.

Las pistas de este tesoro las encontramos en el relato de Davide Dallabona, director del hotel Cristallo en Cervinia. «Hace treinta años yo estaba sentado ahí como vosotros. Recuerdo perfectamente mi primera reunión. Pensé: “Por fin alguien que me trata como un adulto”. Hoy empieza vuestra historia profesional. Tengo que deciros que ser la primera persona que os contrata es para mí un privilegio».

En estos años, son muchos jóvenes los que han aprendido esto, a veces con mucha fatiga. Lo testimonian algunas cartas que leyeron los directores. «He aprendido que sin esfuerzo no se alcanza el objetivo. Lo comprendí el último día, haciendo las maletas para volver a casa, cuando dejaba relaciones increíbles, que nunca habría imaginado, amigos de verdad», decía Esdras desde Verona. O Mateo desde Bolonia: «Servir y estar atento a todas las necesidades de los huéspedes me ha enseñado a querer mejor a mis amigos, a estar más disponible, me he sentido valorado tal como soy y no por mis capacidades».

Puesto que todo empezó con un encuentro, el corazón de cada una de estas reuniones es siempre un encuentro entre los empleados y un testigo. Desde 1994, han pasado por este escenario hablando de su propia experiencia Francesco, un joven camarero que ahora es monje benedictino en la Cascinazza; y Andrea, que empezó como ayudante de cocina en el Planibel y hoy dirige la Academia de gastronomía más importante de Italia, entre otros.

Graziano Debellini

Este año le ha tocado a don Pigi Banna, joven sacerdote y doctorando en Teología en Roma: «A los doce años hice un largo viaje desde Catania hasta La Thuile en mis primeras vacaciones familiares, a las que después siguieron muchas más». Fue precisamente en una habitación del Planibel, muchos años después, donde le confió a un amigo sacerdote: «a lo mejor me gustaría ser como tú, sacerdote».

«Don Giussani nos enseñó que las vacaciones son el tiempo de la libertad», dijo para empezar. «Es decir, donde toda tu humanidad, desde la diversión hasta la oración, sale a la luz. Tú te lo tomas en serio y sale a relucir lo que tú eres. Lo mismo pasa para vosotros, que por diversos motivos habéis decidido venir aquí a trabajar». Pero trabajar implica cansancio, obediencia incluso cuando crees que ya no puedes más. Como le pasó a Giacomo, un joven camarero, al que un día el director del hotel le pidió que cortara el césped alrededor del hotel. Dos días después, al ver que los chicos de GS estaban sentados en la hierba cantando alegremente, Giacomo se sintió feliz y orgulloso de su trabajo. «La verdadera libertad es participar en algo grande que te hace feliz, a ti y a otros», explica don Pigi, que nunca ha trabajado en estos hoteles, «pero he servido en los restaurantes del Meeting y hago la caritativa en un comedor de Cáritas para los sintecho de Roma. Ser camarero es verdaderamente un gran oficio porque, si estás atento, te permite conocer al otro, saber si está enfadado, si sufre, si está contento. Don Giussani, después de tomarse un café, era capaz de acercarse a Graziano y decirle: “Oye, creo que el camarero está pasando por un mal momento”. Pero cuando estás sirviendo, te das cuenta de que lo que más necesitamos es atención, que alguien se fije en ti, hasta el detalle». Como le dice su tío camarero a Benigni en un fragmento de la película La vida es bella que se proyectó antes de empezar la reunión, «servir es el arte supremo, Dios es el primer servidor. Dios sirve al hombre, pero no es sirviente del hombre».

A mediodía, los chicos abordaron con los directores las cuestiones más técnicas y luego se celebró la misa. «Desde luego, no me esperaba una “presentación” de nuestro trabajo así», le comentaba un hombre a un jovencito que tenía sentado al lado. «Te lo dije, papá, que esto era algo distinto. Si no, Andrea no me lo habría propuesto. Él ya es el tercer año que viene». «Tienes razón, pero quería verlo personalmente».