Caritativa: así puede florecer la vida

De Huellas de mayo, los apuntes de un diálogo con un grupo de jóvenes implicados en la «caritativa», un gesto que educa para descubrirse a uno mismo y la realidad
(Milán, 12 de marzo de 2018)

Julián Carrón. Como ya dijimos, hoy trabajaremos sobre la «caritativa». Los testimonios que han llegado demuestran que se trata de un gesto que os está haciendo florecer a muchos de vosotros. A veces uno expresa la experiencia que vive con tal potencia que puede resultar útil para todos.

Anna. Mi caritativa consiste en ir una mañana a la semana a servir el desayuno a los sintecho. Lo primero que noto es que ese gesto me cambia siempre, que no hay una sola vez que salga de allí igual que he entrado. Con respecto a esto, un instrumento fundamental para mí es El sentido de la caritativa (L. Giussani, Cuaderno de Huellas, julio 2009), que leemos antes de comenzar el gesto, porque es capaz de poner nombre a las cosas que suceden en ese rato. Lo segundo que he constatado es que durante la hora de caritativa estoy presente en el presente como pocas veces durante la semana. Cuando estoy allí para servir el desayuno estoy completamente atenta para responder a las necesidades que hay, desde llevar el azúcar a fregar los platos. Estar tan presente en lo que sucede me permite disfrutar más de todo y me hace estar más atenta. Amo más lo que hay, estoy más disponible a acoger todo, y descubro que estar así me corresponde infinitamente. En ese lugar vivo esa diferencia «verificable» de la que habla el texto de la Escuela de comunidad. Ir a la caritativa me ayuda a percibir mejor las necesidades de todas las personas con las que me encuentro. Una mañana un sintecho me trajo un recorte de periódico con una foto de una chica y me la regaló, diciendo que, en su opinión, se parecía a mí. Me conmovió mucho ese gesto, porque yo hago lo mismo en mi relación con Jesús: en todas las cosas que hago, en todos los rostros que encuentro, busco los rasgos de Aquel que me ama y me regala todo, porque yo necesito ese bien.


Carrón. Que una persona participe en un cierto gesto y pueda decir: «No hay una sola vez que salga de allí igual que he entrado», es sorprendente. ¿A quién no le interesa participar en un gesto a través del cual pueda suceder algo así, pueda cambiar nuestro modo de concebirnos, de vivir? Cuando don Giussani nos invitaba a realizar este gesto -para educar nuestra persona-, estaba trazando un camino a través del cual uno puede ver suceder lo que nuestra amiga ha contado: que uno está cada vez más presente en el presente, que es lo que deseamos, en lugar de estar en el presente esperando que termine para luego empezar a vivir, como tantas veces hacemos. Participar en ese gesto, decía nuestra amiga, «me permite disfrutar más de todo, me hace estar más atenta» a todo lo que sucede (...)