La platea de Rímini (Foto: Roberto Masi)

«Tú eres precioso a mis ojos». Un relato de los Ejercicios de la Fraternidad

Van Gogh, Caravaggio y Dvořák acompañaron los Ejercicios de la Fraternidad en Rímini, donde el cardenal Farrell invitó a «volver a descubrir la concreción y la belleza de la presencia de Cristo en nosotros»
Stefano Filippi

La frase resuena varias veces en los pabellones de la feria de Rímini: «Te he elegido porque eres precioso ante mí». Cada uno es único ante los ojos de Dios y cada uno está bien hecho, es querido así como es. La insistencia con la que Julián Carrón repite esta frase del profeta Isaías es un reflejo de la paciencia y de la pasión con las que Dios se dirige al hombre, pero también un signo del vacío en el que a menudo cae este abrazo. Somos malditamente testarudos, llenos de nosotros mismos y esclavos de una cultura que no reconoce la presencia de Dios en el mundo. Somos gente que se pavonea en un sueño de autosuficiencia con el orgullo de quien nunca tiene que pedir, o no quiere hacerlo. Sin embargo, tres días de ejercicios espirituales, de meditaciones y silencio, sirven para volver a ponernos delante de la gran verdad: es Dios quien ha tomado la iniciativa, Él ha actuado primero, ha elegido a ciertas personas, un pueblo, a los judíos, hasta llegar a nosotros. Él es quien sigue actuando y hace que las cosas acontezcan. No obstante, «nada está más lejos de nuestra mentalidad», dice Carrón, que recibir cada cosa como un don ahora.

En la nueva tarjeta, con un código de barras para entrar en el salón, aparece un cuadro de Van Gogh, unas ramas de almendro repletas de flores blancas. El espectáculo de la primavera; cada año se repite y cada año es nuevo, y no es el hombre quien regula su reloj. En las pantallas se proyectan los cuadros de Caravaggio, cuyos personajes viven en sus miradas, y el fondo siempre negro, solo la escena. El acontecimiento lo es todo. Caravaggio es un gran compañero de camino en estos Ejercicios de la Fraternidad de CL donde Carrón vuelve a descubrirnos la familiaridad con Cristo. La familiaridad de Santo Tomás que es incrédulo como nosotros, escéptico ante el milagro de la resurrección, sin embargo Jesús toma su mano y le obliga a meter esos dedos encallecidos por el trabajo en la herida de su costado. Eres un pecador pero puedes tocar a Cristo, entrar en su carne, y ser salvado.

El título es una frase de Isaías: «Mirad que realizo algo nuevo, ¿no os dais cuenta?». Carrón subraya toda la dificultad de una acción aparentemente banal, como darse cuenta de un hecho que sucede, ¿pero de qué hecho se trata? Que es Dios quien hace «algo nuevo».

Más de veinte mil personas en los Ejercicios de la Fraternidad de CL en Rímini

La lección del sábado por la mañana es una inmersión en la Biblia para descubrir el método elegido por Dios para manifestarse, para identificarse en esta epifanía continua. Abrahán, Moisés, Salomón, el renovarse de la alianza, las rebeliones y las faltas del pueblo que el Señor aprovecha para darse a conocer aún más, hasta que Dios radicaliza su compromiso con el hombre y se convierte en una presencia atractiva haciéndose Él mismo hombre. Un compromiso definitivo que, tras haber liberado a los judíos de tantas formas de esclavitud, los libera de la última cadena, la muerte. Vivir ya no es vano.

Volver sobre las etapas bíblicas de la historia de la salvación no es una mera ilustración ni un recuerdo devoto, porque es el mismo método que Dios utiliza hoy, con Cristo que en la Iglesia sigue saliendo a nuestro encuentro, en «una presencia humana que me ha involucrado y se compromete conmigo». Esto es lo que escribió don Giussani acerca del Stabat Mater de Antonín Dvořák que acompaña el silencio en el salón. «Fac ut ardeat cor meum in amando Christum Deum», haz que arda mi corazón amando a Cristo Dios, así canta la oración de la Edad Media. El ardor de un fuego que quema, ese fuego que el papa Francisco ha invitado a «mantener vivo». Porque si no se alimenta, la llama, tarde o temprano, se apaga y el entusiasmo del que todo ha nacido, y que nos cautivó, se reduce a una colección de recuerdos. «El enemigo es la ausencia del conocimiento de Cristo», advierte Carrón. No es que Cristo esté lejos. Peor aún, no ha penetrado en el corazón. No faltan discursos ni obras, pero el corazón no está totalmente cautivado.

«La contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado recompone nuestra humanidad, hasta la más fragmentada por las fatigas de la vida o marcada por el pecado», escribe Francisco, mediante su secretario de estado Pietro Parolin, en el saludo a los participantes de los Ejercicios. «No se entiende con un razonamiento, sino mirando», comenta Carrón citando a don Giussani. Mirar, percatarse. Sin embargo, la dificultad de reconocer la presencia de Cristo en la historia y su cercanía a nuestro corazón es abismal. En la asamblea del domingo por la mañana las preguntas sobre esta familiaridad con Cristo, deseada pero no conquistada, serán centrales.



El sábado por la tarde, tres cantos de Claudio Chieffo trazan una trayectoria precisa. El Monólogo de Judas> es un espejo donde nos reflejamos. Un hombre tranquilo, «vivía bien por mi cuenta», sacudido por «este hombre» que prende en el corazón una esperanza que parece no cumplirse y decepciona mis expectativas, es más, las traiciona. Al hombre malvado todo le molestaba desde que se levantaba, el Señor le mandaba regalos de los que él se quejaba. Luego, «un día vio a un niño que le sonreía». Se dio cuenta de la realidad. «Si no os hacéis como niños» es el sencillo camino indicado por Carrón. «Acoger el reino como niños. Todos los gestos de Jesús ponen de manifiesto que Él mira siempre al Padre como un niño que sabe que todo lo recibe de Él. La trayectoria moral es el asombro del don recibido». Hacerse como niños para reconocer los signos de Dios y participar de la novedad que Cristo ha traído a la historia.

Carrón lee una larga carta de una chica india que da vueltas por medio mundo antes de darse cuenta de que en ningún lugar puede arrancar de su corazón esa humanidad inusual, diferente, fascinante que tanto la sorprendió y cautivó al conocer a gente de CL en Madrid. «Esta es la tarea que os espera», dice el cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los laicos, familia y vida, durante la homilía de la misa del sábado. «Volver a descubrir la concreción y la belleza de la presencia de Cristo en vosotros y de esta forma volver a conoceros a vosotros mismos. Custodiar la presencia de Cristo en nosotros, esa es la ayuda más grande que podemos dar al mundo». El purpurado bromea sobre su fuerte acento americano y sobre su «peculiar italiano», pero lo que dice se entiende perfectamente: «Vosotros tenéis que ser, y sois, la presencia de Cristo en el mundo. No hay otro signo de la bondad de Dios, del amor de Dios, sino a través de vosotros. Entonces, ¿cuál es vuestra tarea en los próximos años? Ser presencia real de Cristo en el mundo».