La síntesis de Julián Carrón en el Centro nacional del CLU

La lección impartida a los responsables de los universitarios el 24 de febrero de 2018
Julián Carrón

Después de lo que hemos escuchado esta mañana podemos ver más claramente en nuestra experiencia cuál es la gran alternativa ante la que nos hallamos cada uno: por usar las palabras de uno de vosotros, la alternativa es muy simple, es la que existe entre lo «ya sabido» y «el mendigo», entre lo «ya sabido» y la pobreza. Lo hemos expresado otras veces en otros términos mediante la comparación entre la posición de Kant y la del Innominado de Manzoni. De hecho, la alternativa que vemos en nuestra experiencia es la misma que atraviesa el gran debate cultural. No es solo una cuestión que afecte a un grupo de jóvenes reunidos en un determinado lugar de Milán: no, es el meollo del gran debate cultural a escala global. ¿Cuál es la posición de Kant a la que me refiero? Aunque reconoce que si el Evangelio no nos hubiese traído un cierto modo de concebir al hombre y de vivir, nosotros nunca habríamos podido descubrirlo y alcanzarlo, Kant piensa: una vez que ya nos ha traído el Evangelio, podemos mantenerlo solos, con la fuerza de nuestra razón y de nuestra voluntad. También nosotros podríamos pensar lo mismo del acontecimiento que nos ha conquistado y nos ha atraído: «Ahora ya nos lo sabemos y podemos gestionarlo». En cambio, en todo el recorrido que hemos hecho hoy vemos que el gran desafío es educarnos en una pobreza, en el reconocimiento de que lo que hemos recibido no podemos generarlo nosotros, no «nos lo sabemos ya», sino que necesitamos que suceda ahora, que se nos vuelva a dar ahora. Sin esta pobreza lo perdemos todo y nos bloqueamos a cada paso del camino.

Como decía uno de vosotros, desde el comienzo de cada día uno puede estar con pobreza, con disponibilidad ante la vorágine de la vida que hay dentro de cada uno de nosotros, o bien puede ignorarla. De hecho, existe una vorágine, una exigencia en nosotros, esa que Flaubert describía con gran intensidad por boca de Madame Bovary, que desenmascara todas las mentiras y nos deja, incluso después de nuestras aparentes conquistas, con «un bostezo de aburrimiento» (Madame Bovary, Mondadori, Milán 2001, p. 312). En cambio, cuando esta vorágine encuentra respuesta y es tomada en serio, sucede lo que decía el canto: «Dormiré queriendo despertarme»…