Asamblea de responsables de CL en Sudamérica, 16-18 marzo

«En el “ciento por uno” no hay trampas»

Un “veterano” que vuelve a sorprenderse después de tantos años, una mujer que a los 70 años conoce el movimiento, la violencia en México, el hambre en Venezuela… Crónica de la asamblea anual de Julián Carrón con los responsables de América Latina
Davide Perillo

«En cambio, Juan y Andrés...». Aquí llega la revolución, justo a mitad de la asamblea. Está hablando Alejandro, argentino de Santa Fe, delante de Julián Carrón y de las trescientas personas que se encuentran en la sala. Es de los primeros del movimiento en América del Sur, de los que conocieron a don Francesco Ricci, y recorre un camino de años en que el Evangelio, la tradición e incluso «lo que más me llamó la atención de don Giussani, la invitación a vivir intensamente lo real», se habían convertido, casi sin darse cuenta, en un discurso; palabras –verdaderas– repetidas pero sin incidencia en la vida, en la relación con su mujer, con sus hijos, en su trabajo como abogado. En una palabra, «ideología». Mientras que vivir el movimiento «despierta la sensibilidad del hombre, intensifica la vida. Es un cambio de mentalidad, te hace ver las cosas de un modo distinto. Es una revolución». Carrón le interrumpe: «¿Cómo has aprendido esto? ¿Qué te ha pasado para caer en la cuenta de lo que estás diciendo?». Ahí es cuando Alejandro saca a colación a «los dos primeros que conocieron a Jesús», como habla de ellos don Giussani. «En cambio, Juan y Andrés, siguiendo a aquella persona excepcional, aprendieron a conocer de otra manera y cambiaron, ellos mismos y la realidad». «Eso es lo que me ha pasado. Estando en el movimiento, casi por ósmosis, me he dado cuenta de que eso es verdad». Que siguiendo uno conoce más y florecen –o vuelven a florecer– las relaciones. «Entras más en todo lo que te rodea. Es una revolución».

Es el método de Dios, desde siempre. Saldrá a la luz muchas veces y de muchas maneras en estos tres días de Asamblea que reúnen a los responsables de CL de América Latina en el Centro Santa Fe de Sao Paulo, en Brasil. Vienen de 22 países para trabajar sobre un lema que no necesita traducción: Recuperar o início.
Su alcance lo explica el propio Carrón en la introducción del viernes por la noche. Retoma la Jornada de apertura de curso y la provocación de don Giussani: al comienzo del movimiento «se construyó sobre Cristo, todo lo ingenuamente que queráis, pero lo que movía el corazón, el móvil persuasivo era el hecho de Cristo». Luego la tensión se fue desplazando, poco a poco, hacia su “traducción cultural”. La consecuencia es dramática: ya no lo conocemos. «Han pasado los meses y hemos hecho un camino. Ahora podemos preguntarnos: ¿conocemos a Cristo un poco más? ¿Dónde podemos documentarlo? Si no, nuestro caminar es inútil. Hacemos cosas, proyectos, pero falta lo esencial». Para ayudar en esta verificación, señala un criterio muy sencillo: «nuestro modo de afrontar la vida. Quien no tiene esta familiaridad parte de una impresión de la realidad, no de un acontecimiento. Si Cristo ha entrado en el corazón de la vida, se ve cuando la vida nos desafía, no cuando debatimos».



Y los desafíos son muchos en este continente bellísimo pero revuelto como el mar de la canción que tanto escucharemos en este ARAL, Debaixo d’agua, bajo el agua, donde «todo es más hermoso, más azul, colorido… Pero necesito respirar todos los días». Vivir, en las fatigas de todos los días, con el hambre que asedia a Venezuela, la violencia que sacude México… o el descontento que todos sufrimos.
Es el mismo desafío que nos lanzó el Papa. Dos viajes en apenas unos meses, entre Colombia, Chile y Perú. La velada empieza justo aquí, en esta visita que impactó a todos «pero corremos el riesgo de perder su significado completo si no la retomamos», observa Julián de la Morena, responsable de CL en América Latina. Cuenta de un diálogo del que ha oído hablar entre don Giussani y Juan Pablo II donde este le decía: «El problema es la verdad», y don Giussani: «Santidad, permítame, el problema es Pedro», porque sin el vínculo con su raíz histórica, la verdad se desvanece. Y Pedro fue a visitar los países de Catalina, Luis y Silvia, que estaban ahí sentados, en el escenario, para contarnos.
La primera es colombiana, profesora de música que perdió su trabajo poco antes de que llegara el Papa. «Me preguntaba cómo este hecho podía ser una ocasión. Delante de Francisco mi actitud consistió en mendigar». Alrededor había millones de personas. «¿Por qué estaban allí? Muchas veces nos preguntamos qué significa ser una presencia. Pues bien, él era la encarnación de esto. Le buscaban como Zaqueo, y era impresionante ver cómo miraba a la gente». En un momento de la visita, se encontró al lado a la persona que la había despedido. «Allí estábamos unidas, como dos mujeres ante una presencia que se imponía a ambas».

Luis, chileno, dice que Francisco «ha generado un espacio de diálogo muy amplio dentro de la Iglesia y entre la Iglesia y los demás», porque «todos tenemos necesidad de un abrazo». Silvia, oncóloga en Lima, quedó impactada por la gente que se le acercaba diciendo: cúrame, mírame. «Gente que quería tocar su manto para sentirse amada. Al verlos yo me preguntaba: ¿qué buscan?, ¿qué es lo que necesitan?». Después cuenta sus sorprendentes conversaciones con compañeros de trabajo, y se plantea otra gran pregunta: «¿qué significa seguir al Papa? Porque solo se construye sobre algo que está sucediendo».

En un momento de la visita de Francisco, se encontró al lado a la persona que la había despedido. «Allí estábamos unidas, como dos mujeres ante una presencia que se imponía a ambas»

A Alberto Savorana, llegado desde Italia, le tocaba hacer una síntesis de la trayectoria recorrida por el pontífice. Parte de algo que acababa de oír decir a Cleuza Zerbini, responsable de la Asociación de los Sin Tierra. «Para mí seguir al Papa no es un problema. Yo sigo a Carrón, él sigue al Papa, así que yo sigo al Papa…». Sencillo. Como los tres puntos que Savorana señala de sus discursos. Primero, el contexto, «la sociedad que cambia» y que a veces nos deja descolocados, «como los discípulos después de la crucifixión». Segundo, la respuesta del Papa a este malestar: Jesús y su pregunta dirigida a Pedro, «¿me amas?», que le hace sentir toda la misericordia y alegría de ser hijos, porque «no estamos llamados a suplantar al Señor con nuestras obras. Todo depende de la memoria agradecida por el ahora en que estamos siendo tocados por su mirada». Y tercero, la tarea: el testimonio. «Jesús llama por medio de otros», de una compañía que, como dijo el Papa en Puerto Maldonado, «se organiza como comunidad en torno a su persona».

A la mañana siguiente, la asamblea. Empieza Carolina, argentina, que parte precisamente de Debaixo d’agua y de su «necesidad de respirar, siempre». Cuenta cómo se sorprendió al conmoverse ante una familia pobre, y pensó en cómo se conmovía Jesús, y en la necesidad de «reconocer la medida del Misterio», porque esto es lo que, como recita la oración a don Giussani, «hace fecundo
el terreno de nuestro corazón». Luego Daniela, del Perú, que se sorprendió esperando al Papa («me preguntaba por qué le esperaba así, y comprendí que era por su relación con Cristo, eso es lo que me interesa») pero que justo después se sentía «falsa» delante de los padres que iban a hablar con ella al colegio. «Me parece que no digo todo hasta el fondo si no llego a decir su nombre». «Pero si llegaras a decir alguna frase, ¿bastaría?», rebate Carrón. «¿Cómo puedes acompañar a estas personas para introducirlas en la realidad? Si pensamos que podemos resolver la inseguridad existencial del otro diciendo las frases adecuadas, no seguimos el modo en que Dios hace las cosas. ¿Qué ha hecho el Misterio para responderte a esta pregunta?».

La respuesta llegará al paso siguiente, como cuando uno va por un camino lleno de sorpresas. Como la que relata Max en una conversación inesperada con su jefe («le pedí unos días de vacaciones y me preguntó adónde iba a ir; a partir de algo que podría parecer obvio me sorprendí hablándole de mi vida aquí. Cuando uno mira las cosas como son, Dios se desvela»). O Carlos, de Venezuela, que muestra su sorpresa al responder a la necesidad de un amigo que se había quedado sin las únicas botas que tenía. «No puedo darlo por descontado, si yo puedo mirar así es gracias a que alguien me ha mirado a mí de un modo diferente».

«Es como si solo fuera un esqueleto y cada día, estando aquí, fuera ganando un pedazo de carne que me permite hacer un movimiento que antes no sabía hacer»

Entonces llega Alexandre, de Ecuador. «Muchas cosas me escandalizan: los defectos de la comunidad, de los responsables… Pero la vida se vuelve un desastre cuando la miro así. Es un engaño pensar que lo poco que conozco de Cristo me basta para caminar solo. En los primeros pasos, me pierdo. Necesito un lugar que me acoja con toda mi humanidad, y este lugar existe». Es la característica de la comunidad cristiana, señala Carrón. «Es la única que acoge a todos como somos. La comunicación de Cristo pasa por el cambio que sucede en ti, con todos tus límites».
Luego es el turno de Giovanna, de Brasil. «Leo a Giussani y subrayo un montón de palabras: aventura, atractivo, descubrimiento de mí misma… Pero para mí la aventura es una revolución de la razón, una nueva forma de vivir, de trabajar. Es una conquista de mi propio yo». Usa una imagen anómala pero muy eficaz. «Es como si solo fuera un esqueleto y cada día, estando aquí, fuera ganando un pedazo de carne que me permite hacer un movimiento que antes no sabía hacer». Cuenta su diálogo con una compañera lesbiana que se ha sometido a una fecundación artificial. «Un día se me acerca llorando y me dice: Giovanna, ¿me ayudas a entender qué quiere decir ser madre? ¿Cómo hacen tus amigas? ¡A mí, que soy memor Domini!». «Y aquí, ¿cómo conoces más a Cristo?», le pregunta Carrón, «¿qué has aprendido?». «Para mí es como si naciera de nuevo todos los días. La razón se ensancha. Me doy cuenta de que si las cosas fueran como yo pienso, no sería en absoluto más feliz. Mi medida es demasiado pequeña».



«¡Eso es, la medida!», insiste Carrón. «Nosotros pensamos que nuestra asfixia nace de los límites de las cosas, no del hecho de que nuestro deseo es infinito. Imagina que pudieras inflar tu casa y meter dentro todo lo que deseas. Al poco tiempo, querrías salir de ahí. Porque la razón es exigencia de totalidad. Nos conviene darnos cuenta, porque cuando nos damos cuenta de que todo es limitado dejamos de enfadarnos con las cosas y con los demás. No es culpa suya si no consiguen llenarnos. Pero si uno comprende esta auténtica aventura de la razón, empieza a respirar dentro de las circunstancias, por limitadas que sean. El problema es si vivo con la conciencia del infinito dentro del límite. Qué gracia es haber encontrado un lugar que me introduce en esta totalidad. Menos mal que existe Cristo y que ha introducido en la vida una mirada nueva sobre todas las cosas. Por eso tu compañera te pregunta a ti cómo se puede vivir…».

Milena, de Salvador de Bahía, observa que volver al inicio quiere decir «estar atentos a dónde vuelve a suceder. Así aprendemos a amar la realidad, y esta presencia puede ser buena para todos». «Esta es nuestra contribución: que uno pueda ver que existe una vida plena, bella», afirma Carrón. Pero esto solo sucede «si vivimos inmersos en esta historia que nos ha aferrado». Y que también ha aferrado a Mariela, de Honduras, bautizada hace poco y que confiesa que de vez en cuando su confianza vacila. «Mira que el gesto que Cristo ha hecho con el Bautismo es para siempre», le responde Julián. «Con este gesto te ha dicho: eres mía, pase lo que pase. Tenemos una certeza no porque seamos coherentes, sino por lo que Él hace con nosotros».

«Esta es nuestra contribución: que uno pueda ver que existe una vida plena, bella»

Pausa para comer, llena de conversaciones y de la alegría de los voluntarios de la camiseta verde agua, un espectáculo dentro del espectáculo. Luego se retoma el trabajo. Entonces irrumpe Alejandro, con la frescura de su descubrimiento de que «en cambio, Juan y Andrés…». «He tardado 23 años en entenderlo», dice bromeando, aunque no demasiado. «No importa cuánto tiempo ha hecho falta, lo importante es que la lealtad con tu experiencia te lo ha hecho ver», contesta Carrón. «Basta que uno haga este camino para que sea evidente para todos. Cuánto tiempo necesita cada uno de nosotros para ello es algo que ya veremos, pero nada podrá oscurecer lo que hemos escuchado». Y añade: «Tenemos el don de lo que dice don Giussani, pero no basta repetirlo como un papagayo para que no se vuelva ideológico. Hay que vivir lo real. Y pertenecer a un lugar que te devuelve continuamente un conocimiento nuevo de la realidad, una mirada nueva. Esto es lo que hace la contemporaneidad de Cristo: genera una criatura nueva. Nosotros vemos que estamos siguiente porque sucede esto. ¿Queremos saber si estamos siguiendo a Cristo? Veamos si estamos viviendo el céntuplo. Esa es la verificación». Eso es lo que De la Morena, justo después, llama «la victoria de Cristo, algo que visitando tantos países en estos meses estoy viendo de las formas más inesperadas e imprevistas»: gente que vive alegre, que respira incluso debajo del agua.



Cristina, 70 años, uruguaya, habla de su reciente encuentro con el movimiento, y parece que estoy oyendo a Paula, una chica brasileña que en un diálogo de los universitarios con Carrón antes de que empezara el ARAL, me impactó al hablar del «tesoro que he encontrado y que ha cambiado mi manera de verlo todo». Es lo mismo que le ha pasado a esta mujer después de un pasado lleno de compromisos y luchas sindicales de izquierdas, y con un presente que ahora está cargado de una pregunta: «¿Cómo comunico lo que vivo ahora a mis hermanas? Porque también lo quiero para ellas…». «¿Cómo ha hecho Cristo contigo, Cristina? ¿Cómo se ha hecho presente? Hay que seguir su mismo método».

El método, un camino. Que se enriquece aún más con los testimonios del sábado por la noche, sencillos y potentes. Guillermo describe la fatiga que supone vivir en Venezuela, donde falta todo menos violencia y donde muchos ya están huyendo. Con esposa e hijos pequeños, al perder su trabajo se quedó aplastado por la responsabilidad de quien no consigue llevar el pan a casa, antes de abrirse y pedir ayuda. Para descubrir después «que no todas las ayudas son iguales. Algunas te destruyen porque intentan sustituirte, otras te hacen crecer porque respetan tu libertad». Habla entonces de su hijo Samuel. «No había azúcar en casa. Y me dijo: tranquilo, papá, vendrá con la compra de los amigos». Se refiere a la bolsa solidaria, organizada por la comunidad. «Con siete años, se daba cuenta de que su papá no podía resolver el problema, pero sus amigos sí. En ese momento di gracias a Dios porque todo lo que estamos pasando vale la pena si mi hijo puede ser educado así: no con la idea de que uno lo puede todo sino de que lo necesita todo».

«A veces vivimos situaciones que son como tumbas. Pero podemos ver si el Cartel de Pascua está en los cierto, si después de la resurrección de Cristo todo puede cambiar»

Giampiero viene de Cuba, donde ve a la gente crecer, «personas y momentos de personas que te sorprenden y te hacen entender que quien actúa verdaderamente es Otro». Olavo, de Sao Paulo, habla de sus cinco hijos, del empleo que ha perdido y de una realidad que «parece contradictoria, pero cuanto más abrazo la circunstancia, más protagonista me siento». Marco Montrasi, más conocido como Bracco, responsable del Brasil, termina así: «A veces vivimos situaciones que son como tumbas. Pero podemos ver si el Cartel de Pascua está en los cierto, si después de la resurrección de Cristo todo puede cambiar».

La síntesis recorre los hechos narrados, verifica que el desafío ha sido aceptado, que en muchas ocasiones «hemos partido del acontecimiento y no de las impresiones». Y devuelve la preocupación constante de don Giussani, que repetía continuamente año tras años: el yo, la persona. «El comienzo del movimiento estaba dominado por esto: la persona». Es el único «recurso para hacer frente al poder». Por eso, el punto decisivo es qué permite «generar el yo», hacer crecer la persona. «El método, lo hemos visto, es el acontecimiento de Cristo que sucede»; ahora, en un lugar y en una historia particulares. «Solo siguiendo esto podemos ser generados». La alternativa es abandonarse a los propios análisis. «Pero la prueba de si estamos siguiendo a Cristo o a nuestras ideas es implacable: el ciento por uno. Aquí no hay trampas». Si uno vive con más intensidad, inteligencia, plenitud, lo ve. Y los demás también lo ven. Porque nuestra tarea, el motivo por el que estamos en el mundo y podemos ofrecer una contribución al mundo, coincide con esa plenitud que se gana viviendo. Por eso Juan y Andrés…