La presentación de "Dov'è Dio?" (Piemme) en Bolonia.

¿Dónde está Dios? La esperanza realista de los cristianos

Presentación en Bolonia del libro-entrevista de Julián Carrón con Andrea Tornielli. Junto al autor, el arzobispo Matteo Maria Zuppi y el historiador Alberto Melloni, en un intenso diálogo sobre el cristianismo actual
Gianni Varani

Hace treinta años, en la misma sala de Bolonia donde este jueves 30 de noviembre se han dado cita Julián Carrón, el arzobispo Matteo Maria Zuppi y el profesor Alberto Melloni, se encontraron también don Luigi Giussani y don Giuseppe Dossetti. Les había invitado el cardenal Giacomo Biffi porque quería que se conocieran, y así fue. En el imaginario colectivo de este jueves parecía que volvía a suceder algo parecido ante casi 1.500 personas en el Auditorium Europa, con motivo de la presentación del libro entrevista de Carrón y Andrea Tornielli, Dov'è Dio?.

Para resumir el largo recorrido de preguntas y reflexiones realizado por Melloni, Zuppi y Carrón en una velada moderada por Franco Bernardi, de la asociación Incontri Esistenziali, podríamos decir que el cristianismo tiene hoy una gran e irrepetible ocasión, en un momento de secularización extrema, siempre que no quede reducido a moralismo o a mera repetición doctrinal. «Oportunidad en el sentido sereno que apunta Carrón», comentó Zuppi, añadiendo que «la Iglesia no es de los perfectos». «No habría sitio para mí», comentó inmediatamente Julián. «Entonces estaríamos fuera los dos», añadió el arzobispo.



Las palabras clave con que Zuppi resumió el itinerario del libro para describir qué debe ser el cristianismo hoy fueron «esperanza realista, compasión», que no es más que «saber ver con los ojos de Jesús». Por tanto, la ocasión que se le presenta hoy a la fe cristiana –para el pastor de la Iglesia boloñesa– es el de captar el deseo que tienen los hombres, la sed que habita en ellos, y no guardar para sí lo que han encontrado, llegando a ellos de manera atractiva, no con un alud de programaciones formativas. «No se trata de tener programas», dijo Zuppi, «el programa es el Evangelio». Si hay que evitar algún riesgo –y sobre esto se mostraron de acuerdo todos los invitados– es el de reducir el cristianismo a pelagianismo, es decir, a creer solo en las propias fuerzas.



Melloni, historiador del cristianismo y fundador de la Fundación para la Ciencias Religiosas Juan XXIII (una entidad que nació a partir de una idea de Dossetti), se interrogó sobre si la pregunta «¿dónde está Dios?» sigue teniendo algún sentido para el hombre moderno, poniendo sobre la mesa muchas cuestiones sobre la actualidad de Europa, donde ve soplar fuertes vientos de nacionalismo, xenofobia, fascismo, mientras en el mar mueren miles de hombres. Para Melloni, «la posmodernidad es un desafío para la plausibilidad de la propia fe».

Alberto Melloni

Cuestiones todas ellas que interpelan a un cristianismo que Melloni ve también como una lucha, capaz de interrogarse y no quedarse en un «pietismo mojigato». Melloni apuntó que el libro de Carrón supera la tentación de leer la modernidad desde la óptica de los siglos XIX y XX, que solo atribuye a la modernidad connotaciones negativas. Sobre todo, ve en Carrón la convicción de que «la vida cristiana solo es posible desde dentro de la propia vida cristiana», no desde fuera, por ejemplo desde el poder, y llegó a decir que «el mayor teólogo de CL fue Claudio Chieffo», con sus canciones.

Era inevitable que la conversación también se detuviera sobre la figura del Papa Francisco. «El Papa nos ha devuelto al origen de la experiencia cristiana», afirmó Zuppi. «Los que critican al Papa debilitan a la Iglesia pero quizás sean más peligrosos los que se quedan mirando sin aprovechar la oportunidad. Lo que nos propone Francisco no es humanitarismo, es el fondo del Evangelio, y es muy exigente».



Carròn subrayó que el cristianismo «no es un paquete de verdades, sino un acontecimiento. El cristianismo es de la misma naturaleza que el enamoramiento. Sin acontecimiento, es más difícil liberarse del poder. Sin esta certeza, el moralismo resulta inevitable, debido a nuestra inseguridad existencial. Por esta inseguridad buscamos a veces el poder, para echar una mano a Dios, del que no nos fiamos demasiado. La verdadera respuesta es una presencia, mucho más radical que un discurso». El desafío que representa la pregunta y la espera del mundo se afronta, en su opinión, «no con una ascética sino con una sobreabundancia. Si no es así, la batalla está perdida». Respecto al pontífice, afirmó que «lo del Papa no es una estrategia. Él se apoya en Cristo, de lo contrario no haría lo que está haciendo».