Sábado 25 de noviembre, jornada de recogida de alimentos

Recogida de alimentos en la cárcel

Los presos contribuyen con dos mil euros en alimentos. Una experiencia que nació hace cinco años para participar en la jornada del Banco de Alimentos. «Porque siempre hay que responder a las provocaciones de la vida»
Paola Bergamini

«La cárcel te impacta y te implica, puede ser una experiencia extraordinaria para la gente que trabaja aquí dentro», me dice nada más empezar Stefania Baldassari, directora desde 2011 de la prisión de Taranto. Su experiencia empezó a forjarse antes, primero como subdirectora de la cárcel de Brindisi, luego en el Departamento de Administración Penitenciaria en Roma y, por último, a los 43 años, regresando a su ciudad natal. «La cárcel es, por un lado, una estructura donde la posibilidad de autodeterminación queda anulada. Todo es concedido, hasta la pasta de dientes. Pero por otro lado, también es un contenedor de solidaridad, como muestra el ejemplo de la recogida de alimentos».

¿Cómo nació esta iniciativa?
Por casualidad. Hace cinco años, contactó conmigo el presidente regional del Banco de Solidaridad, Luigi Riso, y me dijo: «Quiero proponerte implicar a los presos en la jornada de recogida de alimentos». Soy de las que piensan que siempre hay que responder a las provocaciones de la vida y dije sí. Al principio pensaba que solo algunos presos podrían colaborar el día de la colecta en los supermercados.

Stefania Baldassari, directora de la cárcel de Taranto

¿Qué pasó luego?
Decidimos proponer una recogida de alimentos dentro de la cárcel, donde los presos se convertían en autores, protagonistas en primera persona, de la colecta. Organizamos un encuentro donde los responsables del Banco de Alimentos nos explicaron la iniciativa, y luego se lanzó una propuesta doble. Para algunos, la posibilidad de salir y ayudar en la jornada; para todos, la de colaborar directamente adquiriendo productos de la lista que todas las semanas envía la prisión, el llamado “modelo 72”. El precio se restaba directamente de la cuenta corriente que tiene cada preso y que gestiona la administración penitenciaria.

¿Cuál fue la respuesta?
Sorprendente: 2.800 euros en productos adquiridos por 700 presos. El Banco se encargaba de identificar el destino de nuestra mercancía. El primer año fue a parar al centro de inmigrantes del barrio Pablo VI de Taranto, una zona especialmente complicada tanto por la delincuencia como por la pobreza que sufren allí muchas familias. Luego, por orden, al comedor de los pobres, al centro de voluntariado que trabaja en la parte antigua y, el año pasado, a la asociación Marcelino, dedicada a núcleos familiares indigentes. Y la respuesta, en relación al descenso del número de presos debido a la ley de superpoblación carcelaria, siempre ha sido alta. Este año, los casi dos mil euros en productos alimentarios irán a la Cáritas diocesana.

¿Qué es lo que más le llama la atención?
Sobre todo, que los presos esperan esta cita. Toda la población carcelaria vive esta jornada, incluso los trabajadores, como un gesto positivo y propositivo. Los agentes de la policía carcelaria son los que reparten el “modelo 72”, explican cómo colaborar y se hacen cargo de todos los trámites. Esta jornada es una posibilidad para abrirse a la sociedad civil, más aún, para que la sociedad civil entre en prisión. Forma parte de nuestro itinerario educativo. Hasta el punto de que estamos pensando en establecer un protocolo con el Banco para colaborar durante todo el año con asociaciones de voluntariado que ayudan a las familias de los presos en situación de indigencia. Y luego está el proyecto del huerto…

¿De qué se trata?
Un huerto donde los productos cultivados se pondrán a disposición del Banco, que los repartirá entre familias que lo necesiten. Una cadena de solidaridad.