Julián Carrón y Andrea Tornielli en la presentación de "Dov'è Dio?" (Piemme) en Chioggia

«En el fondo, todo el cristianismo está aquí»

En la catedral de Chioggia, la presentación de “Dov'è Dio?”, el libro donde el vaticanista Andrea Tornielli entrevista al responsable de CL, Julián Carrón
Monica Ongarato

Jueves, 16 de noviembre, Chioggia. Hace frío y sopla el viento, que hace volar los carteles de la presentación del libro-entrevista de Andrea Tornielli a Julián Carrón, Dov’è Dio? (¿Dónde está Dios?). El encuentro tiene lugar en la catedral. Andrea Tornielli, vaticanista de La Stampa plantea a Carrón una serie de cuestiones, siguiendo el itinerario del libro.

Dentro del templo, dos pantallas gigantes muestran la gran pregunta mientras las naves de la iglesia se van llenando poco a poco. Sillas, bancos, asientos laterales, más sillas en los espacios libres. La espera y la enorme asistencia testimonian que el tema intercepta y plantea una antigua e inquietante cuestión que el corazón del hombre alberga desde siempre.



Tornielli empieza directamente con una pregunta fundamental. «En nuestra sociedad “líquida”, ¿sigue siendo posible encontrar a Dios o la secularización lo hace inaccesible?». Carrón desplaza el punto de vista. «¿Y si la secularización fuera una ocasión? ¿Qué hace posible llevar el peso de nuestras jornadas, el cansancio de vivir? La pregunta del Innominado de Manzoni, “Dios, Dios… ¿dónde está Dios?”, está en el corazón de todos nosotros. Hoy más que nunca buscamos una presencia capaz de dar respuesta a nuestras necesidades humanas. Cuando la reconocemos, nosotros también nos ponemos a la puerta, obstinadamente, como un pobre que mendiga esta mirada».

La correspondencia con el grito del corazón la atestigua el silencio, denso desde las primeras palabras. «Para muchos, Dios está fuera de la realidad. La verdadera cuestión es si nosotros logramos testimoniarlo y hacerlo presente, cercano a quien lo busca. Porque esta mirada, que ha entrado misteriosamente en la historia, es para cada uno de nosotros».

El público sigue el diálogo expectante, los bolígrafos dejan de tomar notas, las pantallas de las tabletas, abandonadas, se apagan. Los ojos de los presentes se alzan para fijarse en las dos figuras que tienen delante y que aparecen en las pantallas. Prefieren dedicarse a escuchar, a mirar. Las palabras resumen y definen, explican y ejemplifican. «¿Entonces la conversión siempre es un don gratuito?». «La iniciativa es de Dios. Nosotros siempre seremos inadecuados ante lo que él hace en nosotros. Por eso la conversión no es una condición previa. Zaqueo, la adúltera, san Pablo, se convirtieron por la mirada que recibieron. Por eso cambió su vida».



Qué consuelo saber que no existen condiciones previas. Carrón va al fondo. Verbos, adjetivos, nombres que dan razón del método al que Dios se somete. Una vez más, aprendemos que es en una compañía discreta y vigilante donde Él se pone a nuestro lado y sostiene la espera de nuestro corazón, nuestra exigencia de justicia, nuestro incesante caer y tender la mano para que alguien vuelva a levantarnos. «¿Cuál es la relación entre misericordia y justicia?». Carrón responde: «Al mirar a las personas heridas, Jesús es capaz de una mirada que las abraza por entero. No solo considera su pecado, sino la potencia que estas personas expresan. Tiene una mirada más aguda, profunda. Si uno no ha recibido en su vida la mirada de Jesús, ¿cómo va a imitarla? Pero si hemos reconocido al menos una vez en nuestra vida esta mirada buena sobre nosotros, podemos testimoniarlo, como nos enseña nuestro amigo preso ante un cacheo muy desagradable. “Sin mí no podéis hacer nada” no es una exageración de Jesús. Sin Él no logramos perdonar, no hacemos nada verdaderamente humano».



Las palabras de Carrón hacen más cercano a ese Dios del que todos llevamos constitutivamente su impronta y su deseo. «En el fondo, todo el cristianismo está aquí: una presencia viva ahora, que haga alegre el vivir, cien veces más fascinante nuestro pobre paso por la vida, con el testimonio seguro de una mirada nueva que ha entrado en la historia para cada uno de nosotros. Hacen falta testigos que lo recuerden. Giussani nos enseñó a leer el Evangelio como un acontecimiento real, vivo ahora. Nuestra tarea es testimoniar que vivir la fe así es posible». Cuando sucede, no nos damos cuenta del tiempo que pasa, seguiríamos escuchando hasta el infinito. Pero las pantallas gigantes se apagan, se recogen los cables de los micrófonos, se desmontan las cámaras, se sale de la catedral. El viento ha dejado paso a una suave brisa. Dios está en esa caricia a nuestro corazón esta noche.