La entrevista en la web del diario egipcio

Julián Carrón en Al-Ahram: «La visita del Papa a Egipto ha construido puentes y abatido muros»

La naturaleza del movimiento, el nacimiento del Meeting de Rímini, el encuentro entre cristianos y musulmanes. Las preguntas de Sayed Mahmoud, editorialista del principal diario egipcio, y las respuestas del responsable de CL
Sayed Mahmoud

Cuando el papa Francisco subió al solio pontificio en marzo de 2013, la prensa lo definió como «un hombre capaz de traer un cambio». En los primeros años de su pontificado ha creado una especie de «diplomacia espiritual» que trabaja para gestionar las crisis de forma distinta.
Me parece interesante observar que trabaja con un grupo de brillantes pensadores para establecer las bases de un nuevo discurso que se contraponga a las semillas de odio difundidas por el mundo, un discurso que se funda en la compartición de valores humanos comunes y en el apoyo a la experiencia religiosa a través de movimientos extendidos por el tejido social con capacidad de influir en él. Entre estos, uno de los más importantes es el movimiento de CL. Su líder espiritual, Julián Carrón, asumió su guía en 2005. En su nuevo libro La belleza desarmada, que se presentó el mes pasado en la sede de la ONU, Carrón propone un conjunto de reflexiones estimulantes sobre la realidad de los movimientos religiosos de hoy y sobre las formas para desarrollar ocasiones de contacto entre cristianismo e islam.
Además, es interesante el hecho de que Carrón reconozca la responsabilidad de Europa en distintos actos de terrorismo y vea el terrorismo como una nueva forma del nihilismo europeo y de que defienda el derecho a la emigración y el derecho de asilo, viendo la presencia de los migrantes como algo fundamental para una renovación del espíritu humano en la sociedad occidental.
Ofrezco a continuación mi conversación con él después del breve encuentro que mantuvimos en Rímini en el pasado mes de agosto, en donde le pedí que respondiera de forma escrita a mis preguntas.

¿Cómo podemos describir el movimiento de Comunión y Liberación a los lectores de Al-Ahram del mundo árabe?
CL es una experiencia de vida y para la vida. Se trata de una amistad que tiene como objetivo educarse en la fe católica dentro de la vida de la Iglesia. Es un camino que no termina nunca, porque el deseo de todo lo que es verdadero, bello y bueno, la búsqueda de la felicidad, son propias de cada hombre, cualquiera que sea su edad y tradición.
La participación en CL es libre. Las comunidades de CL viven en los ambientes de estudio y de trabajo, en los barrios y en los lugares en donde se desarrolla la vida. No nacen según un proyecto, sino por el encuentro entre personas que quieren compartir la fe allí donde se encuentran, rezando juntos y afrontando la vida de todos los días partiendo de la fe.
La propuesta de don Luigi Giussani, que fundó el movimiento en 1954 en una escuela de Milán, era y es muy sencilla: en la compañía de Cristo la vida (trabajo, afectos, estudio, etc.) puede llegar a ser cien veces más bella y atractiva. Cuando empezó, don Giussani era consciente de que si una persona no percibe la conveniencia humana de ser cristiano, su utilidad para vivir, su fe no podrá sobrevivir en un mundo secularizado que va completamente por otro lado.
Por eso la experiencia de Comunión y Liberación tiene como finalidad educar a las personas para afrontar la realidad con todos sus problemas y desafíos, es decir, personas adultas que vivan su fe no solo en la iglesia, sino también cuando están en familia o van al trabajo.

¿Qué tipo de relación existe entre el movimiento y el Vaticano?
Somos un movimiento reconocido oficialmente por la Iglesia en 1982. Bajo la guía del papa Francisco los miembros del movimiento participan en la vida de la Iglesia católica y contribuyen al testimonio cristiano en todos los ambientes.

Normalmente, de las ideas nacen movimientos sociales y espirituales, en cambio, aquí [en el Meeting] he observado que es de vuestro movimiento de donde nacen las ideas. ¿Cuál es el secreto de esta característica especial?
No hay ningún secreto. El cristianismo, antes que una idea, es una vida, algo que sucede y que lleva un mensaje. Es el desarrollo de esta vida lo que genera reflexiones y pensamientos, como muestra el Meeting en el que usted ha participado. Nuestro movimiento no nació de una idea, de un proyecto elaborado sobre la mesa, sino del encuentro de don Giussani con algunos jóvenes para los cuales el cristianismo ya no era interesante, y a los cuales decidió mostrar la belleza de ser cristianos. Así ha sucedido desde el principio: el cristianismo no nació de una idea, sino de un hombre, Jesús de Nazaret, que puso en movimiento a las personas que se encontraba por el camino.

En cada intervención suya insiste en la libertad como único camino hacia Dios. ¿Cómo es posible conciliar esta idea con la invitación que hace la religión a adherirse a reglas severas?
Precisamente porque el cristianismo es una vida que fascina por su belleza, quien lo encuentra desea participar en él. Nada desafía más la libertad de una persona que encontrar algo bello. Cuando algo nos atrae no hay necesidad de imponer nada. Somos nosotros los que no queremos perder eso que nos atrae. Por ello, la única regla es seguir la fascinación que nos atrae.
Los discípulos de Jesús estaban tan asombrados al ver esta vida llena de atractivo en Él que exclamaban: «¡Nunca hemos visto nada igual!». Y cuanto más estaban con Él, más ganas había en ellos de esa vida. Y Jesús, al ver las ganas que tenían de esa vida, les daba la única regla para poder participar en ella: seguir. «Quien me sigue tendrá el ciento por uno en esta vida y después la vida eterna». Quien se muestra disponible a este seguimiento puede verificar, entonces como ahora, la verdad de estas palabras. Por ello, tiene toda la razón Charles Péguy cuando escribe: «Por esa libertad lo he sacrificado todo, dice Dios, por esa afición que tengo de ser amado por hombres libres, libremente».
Pensemos en la llamada de Abrahán, nuestro padre común en la fe. Dios contaba con que habría podido responder que no. Pero Abrahán acogió libremente la invitación del Señor a dejar su tierra… Ese método no ha cambiado.
Recuerdo la conversación con el conductor de un taxi que estaba leyendo un libro de teología. En un momento dado, me dijo que estaba escandalizado de que sucediesen ciertas cosas a causa de la libertad que Dios había dado al hombre. Entonces le pregunté: «¿Usted prefiere tener una mujer que le ame libremente o bien prefiere que le quiera de modo mecánico para no correr riesgos?». «Prefiero una mujer que me ame libremente». Y yo le dije: «¿Y usted cree que Dios tiene menos gusto que usted?». Ese taxista era consciente de que un instante de amor libre de su mujer valía más que todo el universo.
El largo camino que ha realizado la Iglesia para aclarar el concepto de «libertad religiosa» hasta el Concilio Vaticano II le ha llevado a declarar que «la persona humana tiene el derecho a la libertad religiosa». No ha sido una decisión de compromiso, visto que la Iglesia no había conseguido convertir a todos los hombres. Lo ha hecho, en cambio, porque se ha vuelto más consciente de la naturaleza de la verdad y del único camino a través del cual se puede alcanzar: «La verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad». Por eso los cristianos han renunciado a la violencia que ha llegado incluso a marcar algunos momentos de la historia pasada.

«Precisamente porque el cristianismo es una vida que fascina por su belleza, quien lo encuentra desea participar en él. Nada desafía más la libertad de una persona que encontrar algo bello»
Meeting de Rímini

¿Cómo ha podido el Meeting de Rímini desarrollarse hasta convertirse en un evento cultural e intelectual de semejante magnitud?
Para comprender esto es preciso mirar el comienzo: todo nació de un grupo de amigos de Rímini apasionados por la vida que se habían dado cuenta de que durante el verano faltaba en la ciudad la presencia de cristianos que salieran al encuentro de los millones de turistas de todo el mundo que abarrotaban las playas. Por eso tomaron la iniciativa e inventaron el «Meeting por la amistad entre los pueblos», un lugar nacido para que las personas se pudieran encontrar. De ahí nació todo. La certeza de la propia fe nos hace estar abiertos y tener curiosidad por todos, para reconocer todo lo bello, verdadero, bueno y justo que hay en cualquiera. Esto ha hecho del Meeting un espacio abierto donde personas de las más variadas tradiciones religiosas y culturales se encuentran, compartiendo mutuamente la vida.
El otro factor que hace posible el Meeting es el trabajo de tres mil voluntarios que cada año trabajan de forma gratuita, más aún, pagan para poder estar en Rímini durante una semana. Esta gratuidad es lo que sorprende a todos, a relatores y a visitantes, en una época en la que todo se mide en términos de «do ut des». En el Meeting se puede ver a un empresario haciendo de chofer o a un gran médico que se dedica a la limpieza, por puro espíritu de servicio. Y este asombro hace que muchos pregunten: «Pero ¿quiénes sois? ¡Nunca hemos visto nada igual!».

¿Ha llegado el momento de pensar en un nuevo espacio de encuentro y de intercambio, lejos de la frialdad del llamado diálogo interreligioso?
Sí. Durante un encuentro, una importante intelectual española no creyente invitó a los cristianos a «salir del armario» para ofrecer su contribución a la vida de todos. Decía: «Puede que todos no tengamos su fe, pero su fe a todos nos mejora».
Miremos qué ha hecho el papa Francisco al ir a Egipto: su misma presencia ha sido un espacio de diálogo, según la cultura del encuentro que construye puentes en vez de levantar muros.

¿La religión o el uso instrumental y político de ella? Las palabras y los gestos del Papa durante su viaje a Egipto han sido el testimonio desarmado de un hombre que no usa la religión para imponer algo a los demás

En el mundo de hoy parece que la religión es causa de muchas crisis que producen guerras y conflictos. ¿Cómo ve usted el papel de la religión y cómo podría transformarse en solución, en lugar de ser un problema?
¿La religión o el uso instrumental y político de ella?
Las palabras y los gestos del Papa durante su viaje a Egipto han sido el testimonio desarmado de un hombre que no usa la religión para imponer algo a los demás. Y me ha impresionado que hablando a los cristianos de Egipto haya dicho claramente que «el único extremismo admitido para los creyentes es el de la caridad; cualquier otro extremismo no viene de Dios y no le gusta».
Este es el tipo de testimonio que puede favorecer la convivencia entre personas de distintos credos religiosos. Por otra parte, no es casual que el papa Francisco haya elegido Egipto para testimoniar la cultura del diálogo y del encuentro, porque vuestra historia está marcada por muchos ejemplos de convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes.

El papa Francisco en El Cairo con el imán de Al Azhar

¿Cómo concibe el papel de la religión en el espacio público? ¿Existe la necesidad de corregir la relación con Dios?
El único papel es el de educar a las personas para ser un testimonio.
Sí, quizá haya que cambiar el modo de vivir la experiencia religiosa…

En la actualidad nuestros países están luchando contra el terrorismo. ¿Qué mensaje puede ofrecer el movimiento para favorecer ocasiones de diálogo entre Occidente y el mundo islámico y afrontar juntos el terrorismo?
Nuestro futuro depende de esto: de saber crear lugares de encuentro reales entre personas que pertenecen a tradiciones distintas. Durante siglos esto sucedió en algunos países de Oriente Medio en donde hombres y mujeres de culturas y religiones distintas convivieron pacíficamente.
Se necesitan lugares de libertad en donde cada uno pueda comunicar su visión del mundo y su forma de vida, superando prejuicios y enriqueciéndose cada uno con la experiencia del otro.
Estoy profundamente convencido de que la situación histórica en la que nos encontramos, aunque es dramática y difícil, es una oportunidad excepcional para todos.

¿Cuándo podremos superar la recíproca incomprensión entre islam y Occidente?
Cuando la cultura del encuentro llegue a ser el método de la relación entre los que buscan la verdad. Se han dado pasos importantes, pero es necesario continuar con paciencia y sin desanimarse ante las dificultades por el camino indicado durante la visita a Egipto por el papa Francisco que, hablando a una delegación de dirigentes musulmanes de Gran Bretaña, dijo: «Me gusta pensar que el trabajo más importante que tenemos que hacer hoy, entre nosotros, en la humanidad, es un trabajo “de oreja”: escucharnos. Escucharnos, sin prisas para responder. Aceptar la palabra del hermano, de la hermana y, luego, pensar en pronunciar la mía. La capacidad de escuchar es muy importante. Es interesante: cuando las personas tienen esta capacidad de escuchar, hablan en tono bajo, tranquilo... En cambio, cuando no la tienen, hablan en voz alta y también gritan. Entre hermanos, todos nosotros debemos hablar, escucharnos y hablar lentamente, tranquilos, buscar juntos el camino. Y cuando se escucha y se habla, ya se está en camino».
Y durante un encuentro promovido por el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos, el papa Francisco había declarado: «Al principio del diálogo está, pues, el encuentro. De él nace el primer conocimiento del otro. En efecto, si se parte del presupuesto de la pertenencia común a la naturaleza humana, se pueden superar los prejuicios y las falsedades, y se puede comenzar a comprender al otro según una perspectiva nueva».
Le pongo algunos ejemplos: un refugiado paquistaní que llega extenuado a un centro de acogida italiano, se encuentra con un voluntario que le llama por su nombre y le pregunta si quiere pasta sola o con salsa, si quiere carne o pescado. El refugiado rompe a llorar. «¿Por qué?», le preguntan. Porque nadie le había llamado por su nombre y porque antes solo comía arroz. Pero ahora había unos «infieles» que le llamaban por su nombre y le preguntaban qué prefería comer. Hasta el punto de que llegó a preguntarse: «¿Podrán estas personas ir al infierno?». ¡Todo esto sucedió por un plato de comida! Un gesto sencillo de humanidad hizo que cambiara la imagen que tenía de los occidentales.
Otro ejemplo: un chico musulmán que asiste a un centro de ayuda al estudio, que le cuenta a uno de los voluntarios que antes llevaba siempre una barra de hierro en la mochila, y por tanto podía ser un violento en potencia, pero que después de la experiencia de la ayuda al estudio todo había cambiado. ¡Piense que ese joven es ahora el director del centro! Creo que este es el camino para un verdadero diálogo interreligioso: un encuentro.
Recuerdo siempre cómo conocimos al profesor Wael Farouq: un joven de Comunión y Liberación de Florencia fue a El Cairo a estudiar, y allí conoció a Wael, un profesor egipcio. Un cristiano occidental se topa con un musulmán oriental, cada uno tiene sus prejuicios sobre el otro. Pero ¿qué sucede? Algo que ninguno de los dos había previsto: se hacen amigos, empiezan a conocerse. Y comienza un diálogo que ha llegado hasta el Meeting de El Cairo de hace algunos años sobre el tema de la belleza. Esto es el diálogo interreligioso, es decir, un espacio de testimonio recíproco, capaz de abrazar a quien es distinto de uno con gestos de humanidad que cambian el corazón.

Para el papa Francisco «al principio del diálogo está el encuentro. De él nace el primer conocimiento del otro. En efecto, si se parte del presupuesto de la pertenencia común a la naturaleza humana, se pueden superar los prejuicios»

¿Será capaz la nueva generación de inmigrantes en Europa de encontrar una solución justa al conflicto de civilizaciones, de modo que se transforme en diálogo verdadero?
También en este caso debemos mirar la realidad. Una de las exposiciones del Meeting de este año estaba organizada por un grupo de jóvenes cristianos y musulmanes. Tenía que llamarse «Jóvenes inmigrantes de segunda generación». Pero en un momento dado, los jóvenes musulmanes dijeron a sus amigos cristianos: «¡No nos llaméis inmigrantes de segunda generación porque nosotros somos italianos!». ¿Cómo pudieron decir esto? Por un encuentro en el que el otro ya no era percibido como un peligro o una amenaza, sino como un amigo del propio camino, con las mismas preguntas y los mismos deseos de verdad, de belleza, de justicia, de felicidad. Por eso el nuevo título de la exposición, visitada por decenas de miles de personas, fue este: «Los rostros jóvenes de la Italia multiétnica». Porque no se trata de discutir en abstracto sino de mirar lo que ya está sucediendo.



El fundador del movimiento considera que las razones y la realidad son la puerta de entrada de la religión. ¿Cómo es posible, si el objeto de la religión es lo que está más allá de la realidad y sus principios no pueden ser testados con experimentos?
No pueden ser testados con experimentos, pero pueden –y deben, porque en caso contrario no sería razonable creer– ser testados en la propia experiencia. Cuando don Giussani comenzó el movimiento de Comunión y Liberación en Milán a mediados de los años 50, los jóvenes católicos conocían de memoria los principios cristianos, pero estos no tenían nada que ver con su vida, eran inútiles para afrontar las preguntas que surgían en la escuela, en la familia. Por eso don Giussani abandonó la carrera teológica y fue enseñar a una escuela pública, justamente para mostrar la pertinencia de la fe a las exigencias de la vida. No impuso sus ideas aprovechándose de que era sacerdote y de que los estudiantes tenían que aceptar pasivamente lo que decía durante la clase de religión católica. El primer día de escuela dijo a los chicos que no quería imponerle sus ideas: «No estoy aquí para que consideréis como vuestras las ideas que os voy a dar, sino para enseñaros un método verdadero para juzgar las cosas que os voy a decir». Y el método era la invitación a comparar todo lo que escuchaban con las exigencias de su corazón, porque solo así podrían descubrir y verificar si el cristianismo era útil para vivir o era un peso –un fardo de discursos y de reglas morales– del que librarse para poder vivir.

¿Cómo se explica la transformación de jóvenes nacidos y crecidos en las sociedades occidentales en terroristas? ¿Son acaso estas sociedades responsables en parte?
¡Ciertamente! Muchos terroristas no vienen de fuera, son inmigrantes de segunda generación, han nacido en Europa, han estudiado en nuestras escuelas y universidades. Por eso nuestra responsabilidad es grande. ¿Qué encuentran estos hijos de inmigrantes que son a todos los efectos italianos, franceses, ingleses? ¿Ven algo bello que les atraiga, algo verdadero que desafíe su razón y su libertad? Esto vale también para nuestros hijos: después de haberlos traído al mundo, ¿qué les ofrecemos? ¿El ansia de que tengan una vida cómoda o algo que esté a la altura de la exigencia de significado que tienen? Nuestros jóvenes ven con frecuencia el vacío de una vida sin sentido que les deja solos y desesperados. Por eso no me asombra que elijan la violencia. Se trata de un desafío histórico: ¿cómo responder al vacío que corroe a los jóvenes hasta hacerles desear la muerte en lugar de la vida? No son suficientes los reclamos éticos, tienen que sentirse acompañados para descubrir que pueden cambiar de vida, como el chaval del centro de ayuda al estudio que se ha convertido en director del mismo. Pertenecen a la misma generación que los que practican la violencia, pero han encontrado algo que ha cambiado su vida, que ha hecho de ellos mejores musulmanes, como declaran algunos de ellos.
Por eso el papa Francisco, en su intervención en Al-Azhar, invitó a todos, cristianos y musulmanes, a «educar, para abrirse con respeto y dialogar sinceramente con el otro, reconociendo sus derechos y libertades fundamentales. Y con el fin de contrarrestar realmente la barbarie de quien instiga al odio e incita a la violencia, es necesario acompañar y ayudar a madurar a las nuevas generaciones para que, ante la lógica incendiaria del mal, respondan con el paciente crecimiento del bien: jóvenes que, como árboles plantados, estén enraizados en el terreno de la historia y, creciendo hacia lo Alto y junto a los demás, transformen cada día el aire contaminado de odio en oxígeno de fraternidad. Por estas razones, sobre todo hoy, la religión no es un problema sino parte de la solución».

La versión original en árabe