Oración en la Casa de la Cultura islámica de Milán

Recogida de alimentos. Compañeros de camino en la mezquita

Más de 1.500 musulmanes asistieron a la presentación de la Jornada de recogida de alimentos de Milán en la Casa de la Cultura islámica. «Este gesto es un bien, y el bien no conoce límites», afirma su director, Mahmoud Asfa
Giorgio Paolucci

«Este gesto es un bien, y el bien no conoce límites. Doy las gracias a los amigos del Banco de alimentos que promueven esta iniciativa e invito a los hermanos de nuestra comunidad a participar en la recogida del sábado 25 de noviembre». Mahmoud Asfa es el director de la Casa de la Cultura islámica de Milán. Arquitecto graduado en el Politécnico, de nacionalidad jornada, un hombre callado y profundamente religioso que vive en Italia desde 1982 con su mujer y sus cuatro hijos. Está hablando a 500 musulmanes que se han dado cita para participar en la oración del viernes.

A mediodía se celebra el primer turno, luego hay otros dos. Cada semana acuden 1.500 files a este salón-mezquita que es uno de los lugares más visitados por los cien mil musulmanes que viven en esta ciudad, cada vez más multiétnica. La sala de oración está abarrotada: gente joven, todos varones (las mujeres están en un local adyacente), africanos, asiáticos, europeos, procedentes de decenas de países. La mayoría aprovecha una pausa en su jornada laboral para venir hasta aquí. Oración en árabe y sermón del imán traducido al italiano, ya desde antes de que lo pidieran los ministros de Interior.

Mahmoud Asfa, director de la Casa de la Cultura islámica, habla a los fieles

Tras la presentación de Asfa, toma la palabra Marco Magnelli, director del Banco de alimentos en Lombardía, acompañado para la ocasión por un grupo de voluntarios que llevan el peto amarillo, símbolo de la jornada de recogida. Pocas palabras ante un público que escucha en silencio. «Os invitamos a vivir juntos este gesto de caridad sencillo, que habla al corazón del hombre. El Banco trabaja durante todo el año recogiendo excedentes alimentarios. Gracias a ello ayudan a 200.000 personas en Lombardía. Pero el día de la jornada de recogida es un día especial porque atestigua la presencia de un pueblo que no se queda en la queja sino que quiere construir. Estamos muy contentos de teneros como compañeros en este camino».

Al terminar la oración, los voluntarios del Banco reparten los folletos donde se presenta esta iniciativa. «Yo también quiero participar, ¿dónde tengo que apuntarme?». «Me interesa, ¿qué hago?». «Que Dios os pague todo lo que hacéis». Ante el despacho de Mahmoud Asfa se forma una pequeña fila de jóvenes que dejan su nombre y número de teléfono para participar en la jornada. Él recuerda con gratitud «las cajas que los voluntarios del Banco de Solidaridad llevan a las casas de tantas familias de nuestra comunidad». Y promete que el sábado 25 de noviembre él también estará en la puerta de un supermercado con el peto amarillo. Como el año pasado, con sus hijos y otros hermanos. Igual que sucederá en tantas otras ciudades.



Mahmoud conserva un recuerdo de su juventud que le marcó la vida, cuando para ir al instituto de su ciudad –Irbid, al norte de la actual Jordania– tenía que recorrer un camino que tenía a un lado la iglesia y al otro la mezquita, y todas las mañanas veía al imán y al párroco del barrio sentados juntos en la mesa de un bar. Como dos buenos amigos. «Aquella amistad quedó grabada en mi corazón como el signo de que se puede vivir juntos y compartir un tramo del camino. Esta jornada de recogida de alimentos también es un tramo de camino».