«El trabajo empieza por mirarse a la cara»

El mundo laboral y la tarea de la Iglesia. Comienza la Semana Social de los Católicos en Italia. Entrevista al padre Francesco Occhetta, periodista de "La Civiltà Cattolica" y miembro del comité organizador
Paolo Perego

«La premisa es: el mundo del trabajo es una prioridad humana». Palabra del Papa Francisco a los trabajadores de la empresa siderúrgica Ilva en Génova, el pasado mes de mayo. Un discurso que da un paso decisivo en un mundo que lleva demasiado tiempo en crisis. Ya en la Evangelii Gaudium, en 2013, el pontífice reclamaba a la necesidad de volver a recuperar el “trabajo humano”, que definía como «libre, creativo, participativo y solidario». Cuatro adjetivos que sirven de subtítulo al libro Il lavoro promesso (El trabajo prometido), del padre Francesco Occhetta, jesuita, periodista de La Civiltà Cattolica y miembro del comité organizador de la Semana Social de los Católicos Italianos (www.settimanesociali.it) que se celebra en el Centro de Congresos de Cagliari del 26 al 29 de octubre. «Pero ahí el Papa no solo habla a “su” Iglesia. Está hablando a todos», afirma Occhetta.

Partiendo de las preocupaciones del Papa, ¿qué podemos entender cuando hablamos de trabajo?
Para la Iglesia, el “trabajo” comprende al trabajador y su dignidad. La Doctrina Social nació justamente para defender a los trabajadores explotados y sin derechos. En la nave de Ilva, Francisco se conmovió al ver el puerto de, que su padre y sus abuelos partieron en 1929. Eso de partir hacia otros mares es una imagen que también puede describir el sentido del trabajo en nuestros días. Habla del sacrificio y de los miedos de una generación entera a ponerse en juego, inscribe el significado del trabajo -que no se puede reducir a la mera ocupación retribuida- en un proyecto de vida personal y político. El trabajo 4.0, que tiene que ver con el desarrollo de la inteligencia artificial y del mundo digital, ha introducido un modo distinto de habitar en el tiempo y en el espacio para los que trabajan en la “red”. Por eso invita a comprometerse en un trabajo que sea libre, creativo, participativo y solidario.

El programa previsto para esta Semana no se contenta con denunciar lo que no funciona, también pone sobre la mesa “buenas prácticas”. ¿De qué se trata?
Es un trabajo “humano” que hace que la persona que lo realiza florezca. Las buenas prácticas son las que se oponen a las “malas” prácticas, basadas en el tráfico de armas, la pornografía, la explotación de menores, los juegos de azar… todos esos trabajos que deshumanizan, como el trabajo negro, las actividades que discriminan a la mujer y excluyen a las personas con discapacidad. También el trabajo precario y las actividades peligrosas e insanas, que en 2016 causaron 935 muertes en el trabajo. Hemos registrado 400 buenas prácticas que generan empleo. Son páginas sanas y hermosas de nuestro país, pero están silenciadas. Unirlas y sacarlas a la luz supone un valor añadido para todos.

El Papa Francisco con los trabajadores de Ilva en Génova el pasado mayo

¿Cuál es el resultado de estudiar todos esos casos? ¿Qué es lo que más necesitamos?
Hay que regenerar a nivel cultural una nueva idea del trabajo. Están surgiendo empleos sin tutelas para los trabajadores. Hace falta mucha gente en el sector de los servicios de cuidado y asistencia a las personas, pero está mal pagado. Hay que definir cuáles son las características que custodian al hombre en relación con las máquinas. La escuela y las empresas podrían alcanzar un pacto eficaz en este sentido. Según los estudios de Confindustria, hay casi 259.000 puestos de trabajo para perfiles profesionales que las empresas no consiguen encontrar. Faltan soldadores, cocineros, enfermeros, expertos en marketing, carpinteros, ingenieros, comerciales, forjadores y, sobre todo, empleos tecnológicos. Luego está la cuestión del trabajador robot. ¿Cómo gestionar este proceso? ¿Con qué transparencia e intención se programarán las máquinas? ¿Qué tipo de alianza ética y antropológica será posible establecer entre los que programen y produzcan las máquinas y los que las vayan a utilizar?

Ese es el punto de partida de la Semana Social…
Ha habido un largo proceso de escucha a las partes sociales, muchas diócesis, estudios comparados… Luego hemos compartido experiencias con muchos expertos que nos han ayudado a redactar lo que hemos lanzado como plataforma para comenzar un largo camino. También hemos participado como miembros permanentes en la mesa de trabajo del Ministerio. El instrumentum laboris que ha surgido es un punto de partida que se irá enriqueciendo a medida que avance la semana.

Ese instrumentum laboris habla de «mirar a la cara». ¿Qué quiere decir?
El trabajo comienza así, con un nombre propia, con una historia de vida concreta, no con las teorías económicas que consideran a la persona como una voz cuyos costes hay que reducir cuando disminuyen los beneficios. Durante la Semana Social aparecerán rostros de personas explotadas, encontraremos rostros de personas que dan trabajo y respetan a sus empleados, descubriremos los rostros de gente que está abriendo nuevas vías laborales. El conjunto de estos rostros forma las comunidades donde podemos reconocernos y ayudarnos.

Francesco Occhetta, ''Il lavoro promesso'', Ancora

¿Cuál quiere ser el punto de llegada de esta Semana? ¿Qué podemos esperar?
El punto de llegada será un nuevo punto de partida. Sin duda, propondremos al Gobierno puntos muy concretos como claves para una reforma del sistema, pero mucho dependerá de cómo caigan las semillas de esta Semana Social en el terreno de la Iglesia: diócesis, órdenes, congregaciones, movimientos. Sobre todo habrá que eliminar obstáculos para los que puedan crear (buen) trabajo, superando la mentalidad que persigue reducir a toda costa los costes laborales. Y también valorar el “tesoro” que tenemos en nuestro país, como el patrimonio artístico por ejemplo, la calidad de nuestras manufacturas, etcétera.

¿Qué es lo que más le ha sorprendido preparando esta Semana?
Yo también he recorrido un camino de escucha de muchos jóvenes que me han enseñado a acoger los cambios como una oportunidad y no como una amenaza. Tienen la esperanza de poder tener una ocupación. Pero todos -trabajadores, grupos sociales, políticos, empresas- deben mirar en la misma dirección.