London Encounter, la aventura del imprevisto

En una ciudad con los nervios a flor de piel por la alerta terrorista, la cuarta edición de este encuentro propone un tema muy provocador: mirar con simpatía aquello que no se puede prever
Giuseppe Pezzini

Sábado 17 de junio, en el corazón de una city raramente soleada. Una comunidad de hombres y mujeres, muchos de ellos todavía extraños entre sí, se agolpan en un centro de conferencias para abordar una jornada de diálogo sobre un tema cuando menos imprevisto. El lema de la cuarta edición del London Encounter, “The adventure of the unexpected” (La aventura de lo inesperado) ya sonaba un tanto raro cuando se dio a conocer, en los días siguientes al referéndum del Brexit. Resulta provocador después de una sucesión de ataques terroristas, un resultado electoral inesperado y la reciente tragedia de la torre Grenfell. En una ciudad tensa, donde una maleta en la estación basta para desatar la alarma, mirar al imprevisto con simpatía, como una aventura y una ocasión, es ya por sí mismo algo unexpected.

El encuentro de apertura estuvo moderado por Rowan Williams, patrón e inspirador del evento. El hilo conductor del diálogo es la ciencia o, mejor dicho, el conocimiento. Conocer, afirma Williams en la introducción, no es poner etiquetas a las cosas, sino hacer un camino humano, arriesgado y dramático. Por eso hacen falta personas capaces de asumir riesgos, libres para dar espacio a lo que parece marginal. Mary Morgan, profesor de Filosofía de la Ciencia, y Ard Louis, profesor de Física teórica, aceptaron la provocación. El “porqué” obsesivo de un niño curioso es el paradigma de una actitud que conviene recuperar. Lo único que permite no acabar siendo pasivos y conformistas, y que genera gradualmente revoluciones científicas. Lois contó su aventura como astrofísico, pasando de la jungla africana a la universidad de Oxford, una aventura humana dominada por el estupor. En la investigación científica, según Louis, el análisis y el rigor científico son de hecho instrumentos al servicio de la creatividad y la imaginación del hombre, y sobre todo de su disponibilidad a arriesgar. Solo se puede asumir riesgos, apunta Williams, cuando se pertenece a una comunidad donde aprender que uno se puede equivocar pero los errores no definen lo que somos. Sobre todo –concluye– donde reconocer que somos el centro de atención de Alguien.

Por la tarde se habló de lo unexpected en su acepción negativa, como algo que atenta contra nuestras expectativas y deseos. Citando un famoso ensayo de Emily Kingsley, Ian Campbell contó que el nacimiento de su hijo down fue como unas vacaciones interrumpidas. Sin embargo, afirmó Ian conmovido, ante la presencia del pequeño James, una presencia amada y abrazada, afloró, dentro del sacrificio y el dolor, una alegría totalmente inesperada. Samara Levy narró su historia, que la llevó de ser madre de familia en una provincia inglesa a fundar hospitales en una Siria martirizada por la guerra. El origen de todo fue tomar en serio el ímpetu de su propio corazón ante una situación de crisis. La cuestión, subrayó Rose Busingye, del International Meeting Point de Kampala, Uganda, es darse cuenta de que somos infinitamente más grandes que la crisis, para que no sea la crisis lo que nos defina, para que no entremos en crisis nosotros mismos, en último término para poder afrontarla con libertad e inteligencia. Por eso la vida tiene un valor independientemente de las circunstancias. Una mujer moribunda en la polvorienta África, dijo Rose a un público atentísimo, tiene el mismo problema que todos nosotros aquí, comprender quiénes somos y cuál es el significado de nuestra vida, es decir, que somos relación, dependencia de un Tú.

El valor de cada momento de la vida fue también el punto central de una de las tres exposiciones del Encounter, dedicada a Cecily Saunders, médica inglesa pionera en cuidados paliativos. En un contexto donde el final de la vida se consideraba como una mera derrota, algo de lo que librarse rápidamente, Cecily fundó un hospital cuyo objetivo no era la curación sino el mantenimiento de la dignidad y libertad del paciente en las últimas etapas de su vida. Una segunda exposición mostraba historias de imprevistos sucedidos en cuatro disciplinas científicas. Del bosón de Higgs al descubrimiento de exoplanetas y la geometría no euclidiana, los grandes hallazgos son obra de hombres libres, dispuestos a seguir y afirmar intuiciones inesperadas. Un caso emblemático fue el descubrimiento del Crisps-Cas9: considerado durante décadas como “basura biológica”, este grupo de moléculas se revelaron, ante ojos que las miraban atentos, como el camino hacia una nueva y revolucionaria biología.
Last, but not the least, una exposición sobre los santos británicos, canonizados o no. De Chesterton a Mary Ward, de Beda a John Bradburne, ocho historias de hombres y mujeres dispuestos a abrazar el imprevisto, dejándose poner en cuestión por las circunstancias, descubriendo que la certeza de la vida radica en una relación y no en un control.

El London Encounter terminó con un estreno teatral que proponía una relectura de Los miserables de Víctor Hugo a partir del punto de vista del inspector Javert. En un intenso y violento monólogo, Javert describe su “descarrilamiento” ante la imprevista misericordia de Jean Valjean, que pone en crisis su construcción de sí mismo y del mundo.

Abrazar el imprevisto nunca es algo automático. El drama de Javert es el drama de la vida, como pudieron verificar todos los que participaron en la preparación, larga y a veces fatigosa, de este evento. El London Encounter es el culmen de un camino de trabajo de todo un año. Un camino de encuentros e imprevistos, entre los que destacan sin duda los muchos compañeros de viaje que eran extraños y se han hecho amigos. Una aventura que todavía está por descubrir.


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