Las Apac, en el palacio de la ley en Milán

Se ha celebrado el congreso “La experiencia de las cárceles Apac, ¿un modelo posible?” en el Tribunal de Justicia de Milán, donde han participado algunos de los protagonistas de esta historia
Paola Bergamini

«Os puedo asegurar que el método Apac funciona. Lo he visto con mis propios ojos cuando estuve en Brasil en 2008. No hay guardias, de verdad». Palabras de Giorgio, de la comunidad Juan XXIII, mientras explica el contenido de la exposición "Del amor nadie huye. La experiencia de las Apac en Brasil", instalada en el atrio de la Corte de Apelaciones en el Tribunal de Milán, durante una visita guiada a la hora del almuerzo con algunos invitados de excepción. Entre ellos están Jacopo Sabatiello, director general de Avsi en Brasil, Valdeci Antônio Ferreira, director de la Federación de centros Apac (Asociación para la Protección y Asistencia a los Condenados), y Paulo Antonio de Carvalho, juez del distrito de Itaúna, en el estado brasileño de Minas Gerais, que han viajado a Milán para participar en el congreso "La experiencia de las cárceles Apac, ¿un modelo posible?", organizado por la Asociación Libre Forense (LAF).

Son las dos de la tarde y ya no hay sitios libres en el aula magna del Tribunal. Riccardo Marletta, abogado y presidente de la LAF, modera el encuentro y da la palabra a algunos representantes del mundo de la justicia en Milán: Marina Tavassi, presidenta de la Corte de Apelaciones, Giovanna Di Rosa, presidenta del Tribunal de Vigilancia, Enrico Moscoloni, vicepresidente del Colegio de Abogados de Milán, y Emanuele De Paola, miembro de la junta directiva de la Cámara Penal. Esperanza, familia, valor de la persona, reinserción, trabajo... son algunas de las palabras que pueblan sus breves intervenciones. Como un reflejo de lo que acaban de ver en la exposición.

Luego llega el turno de Alda Vanoni, presidenta de Avsi, que repasa la historia de esta ONG, que trabaja en todo el mundo y que, además de seguir la formación profesional dentro de las Apac, promueve esta exposición para llevar este modelo fuera de las fronteras sudamericanas. «Las Apac son un lugar de expiación con una disciplina rigurosa. No en vano la palabra "preso" es sustituida por la de "recuperando". Son un ejemplo de subsidiariedad real», subraya.

Ferreira nos adentra en esta vida. Este misionero laico comboniano, aparte de abogado, cuenta que el sistema carcelario brasileño es un auténtico fracaso, con una tasa de reincidencia del 80%. La experiencia de las Apac, fundadas por el abogado Mario Ottoboni -del que Ferreira ha sido colaborador-, es una alternativa llena de esperanza para el drama carcelario. Las Apac, como institución jurídica, tienen como fin el de reeducar al preso mediante itinerarios de recuperación; y ayudar a las víctimas, es decir, promueven la justicia reparadora. «Desde hace más de treinta años me dedico a este proyecto. La tarea más difícil es convencer a la sociedad y a las autoridades jurídicas de la validez de este modelo». La cuestión es cambiar una cultura que quiere que el preso se pudra tras los barrotes. «En las Apac la justicia está templada por la misericordia. Detrás de los rostros que veis en la exposición hay historias de humillación. Me hice abogado precisamente para defender esta causa, porque Dios está cansado de ver esta situación tan dramática».

El juez De Carvalho describe cómo ha tenido que enfrentarse muchas veces con la superpoblación de las cárceles de su ciudad. «El hedor que percibía cuando visitaba alguna cárcel se me quedaba impregnado durante días». En 1985 conoció la experiencia de las Apac. «Al principio, como tantos otros, no me lo creía, me costaba mucho entender algo así. Los voluntarios lograron hacerme cambiar de idea». En 1995 una revuelta interna destruyó la cárcel y mediante una recogida de fondos se consiguió construir un centro reeducativo que en 1996 Carvalho entregó a los responsables de Apac. «No era del todo ortodoxo, pero apelé a la Constitución para hacerlo. Aun así, tuvo que sufrir varios procesos judiciales». Para muchos, aquello era algo imposible. «Luego, con el tiempo, muchos jueces penalistas vinieron a conocer esta experiencia y reconocieron su validez. De hecho, muchos salían entusiasmados. Aquí muchos me preguntan si este modelo funcionaría en Italia. No tengo ninguna duda, por supuesto que sí. Parafraseando a Jesús, "ahora que sabéis estas cosas, haríais bien en ponerlas en práctica"».

La última intervención es la de Luigi Pagano, del departamento de administración penitenciaria de Lombardía. «Que la cárcel es un fracaso, ya lo sabemos. Es un problema estructural y funcional. Hay presos con penas por debajo de los tres años y están en la cárcel porque no tienen dónde ir. Es decir, no hay medidas alternativas. Y eso que nuestro ordenamiento es bueno». Pero es fundamental el papel de la sociedad civil, que pueda mirar cara a cara la realidad de la cárcel, pues supone un problema cultural, una cultura nueva.