Franco Scaramuzzi.

«Mi amigo Giussani y esa espera que resuena en Rachmaninov»

El antiguo rector de la Universidad de Florencia, Franco Scaramuzzi, celebra su 90 cumpleaños en el ateneo al que dedicó gran parte de su vida y evoca aquellas cenas y encuentros con el autor de Educar es un riesgo
Paolo Nanni

El pasado 16 de enero la Universidad de Florencia celebró los noventa años de Franco Scaramuzzi en el Aula Magna, un acto en el que participaron sus colegas y amigos de todas las generaciones. Académico de fama internacional, profesor de Arboricultura y rector del ateneo florentino entre 1979 y 1991, y presidente de honor de varias academias.
Tras los saludos introductorios y la intervención de dos jóvenes profesores, Scaramuzzi expresó su gratitud y sorprendió a todos los presentes no solo con sus palabras, sino sobre todo con su invitación a escuchar juntos el segundo movimiento del Concierto n.2 para piano y orquesta de Rachmaninov. Diez minutos en que la platea se transformó ante un inesperado método de comunicación, atrapada por unas notas que contenían un potente reclamo al destino.
Scaramuzzi conoció a don Giussani en 1985, cuando le invitó a pronunciar una conferencia sobre "La conciencia religiosa en el hombre de hoy", un encuentro que supuso un signo de esperanza al día siguiente del asesinato de Ezio Tarantelli (cfr. Alberto Savorana, Luigi Giussani. Su vida, Encuentro, p. 699).
Aprovechamos la ocasión para hablar con él.

Profesor, ¿por qué ha elegido esta pieza de Rachmaninov?
Siempre he valorado las muchas expresiones de arte que nos rodean y ciertas piezas de Rachmaninov me han parecido siempre sublimes. También con motivo de mis bodas de oro y otras celebraciones familiares he propuesto estos once minutos de Rachmaninov. En esta ocasión me movía el deseo de mostrar un reconocimiento mutuo, en una sala significativamente llena de amigos que podían sentir la necesidad de llenar vacíos y carencias en la memoria y en la conciencia, signo de una espera de paz. Me confortan esas palabras de don Giussani que nunca dejo de repetir: «Esta paz es lo que el hombre busca más que cualquier otra cosa, consciente o inconscientemente, en todos los movimientos inquietos de su corazón».

En 1985, cuando era rector en Florencia, quiso invitar a don Giussani a dar una conferencia. Después de aquel primer encuentro, ambos mantuvieron un vínculo de amistad, ¿qué significó para usted?
Fue una suerte haber podido conocer personalmente a don Giussani, ese gran sacerdote, maestro y hombre que fue capaz de despertar la atención de tantos, sobre todo jóvenes estudiantes que ya se acercaban a las ideologías que difundían las políticas dominantes, que les llevaban incluso a renunciar a sus propias ideas personales. Don Giussani supo ofrecerles su amistad. A Florencia vino varias veces, aquí se juntaba con "sus" chavales. También le vi en Val Badia, sede de mis vacaciones familiares, con motivo de algunos encuentros del movimiento. No podía resistirme a aceptar su invitación para participar en sus trabajos. También tuve el honor de que me invitaran a hacer un comentario sobre Educar es un riesgo. Siempre pensé que aquella intervención mía no se adecuaba a las expectativas de un gran auditorio acostumbrado a escuchar a don Giussani. Sus palabras eran precisas y específicas, las intercalaba con pequeñas pausas en silencio, casi como dando tiempo para asimilarlo todo en la memoria. Para mí, ya no era una sorpresa encontrarme las aulas llenas de jóvenes con sus cuadernos y bolígrafos. Terminé aquella intervención rogando que mis palabras se consideraran como intencionadamente sencillas, y que las aceptaran con benevolencia. El centro de mi intervención fue sobre todo una frase que siento profundamente unida a mi experiencia personal como docente, padre, abuelo y ya bisabuelo: «No estoy aquí para que asumáis como vuestras mis ideas, sino para enseñaros un método verdadero para juzgar las cosas que os voy a decir».

¿Cómo se concilia un juicio personal con las razones de los demás? ¿Qué significa para usted el diálogo?
El diálogo es un instrumento esencial para la creación de la personalidad humana, de su historia, del ambiente en que vive. La educación es una ayuda para entender y verificar el valor fundante de ciertos principios indispensables, en los que poder confiar para construir la propia moral, que respetar de forma conforme o coherente y posiblemente compartida. En cambio, los educadores modernos, cuando manifiestan sus propios intereses, tienden a justificar y cubrir sus propias responsabilidades. Descuidar o suprimir las diferencias evidentes entre el bien y el mal puede ser, o llegar a ser, una benevolencia negativa. Don Giussani, de nuevo en Educar es un riesgo, señala la necesidad de que el diálogo libre sea estimulado y escuchado sobre todo por aquellos que prefieren no sustraerse a la pereza, aceptando lo que les viene referido por terceros que no son de fiar, sin querer darse cuenta de lo que realmente está sucediendo. Con tal de seguir la moda, hay demasiada tendencia a copiar y repetir lo que se ve o se oye que otros hacen, que disfrutan haciendo que otros les imiten. Por desgracia, el reclamo ejercido por la homologación puede aparecer como factor creativo en la sociedad, pero no es esencial como sí lo es el diálogo, factor evolutivo de la persona. Discutir sobre temas de interés común no significa que debamos estar obligados a decir las mismas cosas. El diálogo es un instrumento que secunda la convivencia y la apertura a una auténtica democracia.