Como san Francisco y el Sultán, hace ochocientos años

Los amigos de CL, una exposición que poner en marcha y esas madres que se manifiestan a uno y otro lado de la frontera para vivir en paz en una tierra llena de contradicciones. Diario de viaje de la presidenta del Meeting de Rímini
Emilia Guarnieri

Tres días en Jerusalén, con Alessandra y Roberto, para verificar la fiabilidad de una exposición en el Meeting con la Custodia de Tierra Santa. La posibilidad de mostrar los lugares donde vivió Jesús. Pero también la ocasión de contar cómo aquel Acontecimiento sigue estando presente.

Desde hace ochocientos años, los franciscanos están en Tierra Santa custodiando estos lugares, memoria de la vida de Jesús, y custodiando también a las personas, cristianos o no. Somos muchos los que en estos años hemos conocido al padre Ibrahim, al padre Firas, franciscanos que en Siria, Israel, Palestina, Jordania confortan, educan, testimonian esperanza, anuncian la salvación de Jesús.

En Jerusalén, los frailes se han puesto manos a la obra con la catalogación del material arqueológico, iconográfico y fotográfico para un nuevo Museo. En la placa con los benefactores que han contribuido en tal empresa figura el nombre de don Giussani, signo de ese afecto conmovedor que nos ha unido siempre a la historia de la Custodia y que para nosotros se convierte casi en una sugerencia de corazón sobre cómo estar allí.

Acogidos por el padre Francesco Patton, el Custodio, acompañados por el padre Stephan y su colaboradora Marie, empezamos a adentrarnos en la belleza de casi ochocientos años de presencia franciscana y empezamos a imaginar la exposición para 2017. ¿Pero por qué no pensar también en un proyecto expositivo a más largo plazo, en 2019? Serían ochocientos años desde el histórico encuentro entre Francisco y el Sultán, un ejemplo de diálogo entre dos hombres distintos, que tuvieron el valor de hablar. El Sultán no se convirtió, pero los franciscanos pudieron seguir viviendo pacíficamente en aquellos lugares.

Mientras los proyectos expositivos iban tomando forma, las jornadas en Jerusalén se convertían en ocasión para otros encuentros imprevistos. Nos llenábamos de asombro ante la certeza sencilla y consciente que hemos visto en tantos amigos del movimiento que viven allí y que con los años se han sumado a la presencia histórica de Sobhy. Benedetta, Ilaria, Sara, arqueólogos, periodistas, trabajadores de la Custodia. Una noche, al volver del gesto que una vez a la semana reúne a unas treinta personas, con misa, Escuela de comunidad y cena, Benedetta vino a saludarnos con Bernadette. Un nuevo encuentro. Violín a la espalda, ojos brillantes, vibrante de emoción como las cuerdas de su instrumento, nos habló de una familia, la suya, tejida de música, donde las noches, amadas y compartidas, se convertían en una caricia hacia el dolor de la vida. Ahora ella estudia y toca en la orquesta de Tel Aviv. Es la última de cuatro hijos, todos músicos, igual que sus padres. Nos habló de su hermano Emmanuele, compositor, con tal afecto y estima que nos entraron unas ganas enormes de conocerlo y escucharlo. Quién sabe si el próximo Meeting podrá ser la ocasión...

Jerusalén es una ciudad fascinante. Allí tocas las piedras que tocó Jesús, mientras te mueves en medio de mil contradicciones, diferencias, hostilidades. Por las calles se abren paso judíos, musulmanes, cristianos, palestinos, israelitas, pueblos heridos por la violencia y la persecución, en un lugar donde convivir con la guerra es normal. Se entiende por qué la sabiduría de aquí sabe desde hace años, como el nuncio monseñor Giuseppe Lazzarotto, que los tiempos para una posible pacificación son largos, hay que confiarlos a la educación y a la vivacidad de esas iniciativas de paz que nacen tanto entre israelíes como entre palestinos.

Nosotros también hemos conocido una de estas experiencias, Women wage peace. Madres israelíes, dispuestas a luchar para poner fin al conflicto entre Israel y Palestina, a las que se han unido otras mujeres palestinas, cristianas, musulmanas. Empezaron reuniéndose en casas para hablar de paz. A finales de octubre, la Marcha de la Esperanza juntó a miles de mujeres de norte a sur de Israel a lo largo de la frontera, mientras que otras mujeres palestinas y jordanas se manifestaban al otro lado. Tienen comités de solidaridad en varios países del mundo. Como recita un dicho hebrero, «no estás llamado a llevar a término el trabajo, pero ahora no puedes eximirte de hacerlo». «La diversidad es un don», nos dijeron.

«Aquí hablamos de algunas cuestiones concretas, como las mujeres, la educación, los derechos, y nos damos cuenta de que somos diferentes pero yo le diría a mi interlocutor: te quiero de todas formas, así que intentemos caminar juntos». Ya nos lo decía el padre Pierbattista Pizzaballa, actual administrador apostólico del Patriarcado latino de Jerusalén. Es sencillo decir «te quiero de todas formas», tan sencillo como la esperanza que «uno que ha sido salvado no puede dejar de tener». Una vez más, durante una larga conversación con él, volvemos a ver en acto esa "mirada redimida" que puso delante de nuestros ojos en su intervención en el Meeting de 2014. Esa mirada que no es una respuesta a los problemas, pero que nos pone en la posición más adecuada para afrontarlos. Y en ese contexto de problemas que parecen no tener solución, es evidente que esta mirada es indispensable para poder vivir.