La otra América que espera a Trump

Por dónde volver a empezar en un país herido por los enfrentamientos y las divisiones (Il Sussidiario)
Giorgio Vittadini

Manhattan, 13 de enero, abre sus puertas en el Metropolitan Pavillon, en el corazón de la Gran Manzana, la novena edición de New York Encounter. Se dan cita importantes personalidades del ámbito americano y mucha gente de a pie, entre ellos muchos jóvenes, para medirse con una frase de Luigi Giussani: "La realidad nunca me ha defraudado".

¿Cómo puede ser verdad una afirmación así? Los ocho años de presidencia de Barack Obama han dejado una América lacerada e insegura donde, aunque el empleo ha aumentado, no dejan de aumentar problemas que resultan devastadores: drogodependencias, rupturas familiares, enfrentamientos raciales como no sucedía desde los años 60, incremento de los suicidios.
El nuevo presidente, Donald Trump, es objeto de duras acusaciones desde antes de empezar su mandato, parece representar la indiferencia más grosera, el populismo más desesperado, el egoísmo más visceral... ¡esperemos que solo sea un impacto sentimental!

Pero volvamos al New York Encounter. Un hombre vestido de negro riguroso con tatuajes hasta el cuello se levanta y se dirige hacia el micrófono. «Nadie puede tener éxito por sí solo. Necesita alguien a su lado que le indique el camino, y entonces, con el tiempo, esa persona, ya sea miembro de una banda o un preso, podrá hacerlo. Es lo que me ha pasado a mí», dice antes de contar su historia.

Se llama Richard Cabral. Su madre era alcohólica y su padre pertenecía a una banda latina en Los Ángeles, así que nunca estaba en casa. A los 13 años entró por primera vez en la cárcel, a los 15 era adicto al crack y a la cocaína, y entró también en una banda callejera. A los veinte años le detuvieron acusado de intento de homicidio, se enfrentaba a una pena de 35 años de cárcel. Pero en el infierno de la desesperación, algo pasó.

Milagrosamente, solo le condenador a cinco años. Años que él define como muy "importantes", pues fueron la ocasión para que él revisara todo lo que había vivido y se diera cuenta de que no le gustaba. Vio a sus amigos morir en la calle o acabar presos con cadena perpetua, y comprendió que no podía seguir así.
Cuando salió no tenía trabajo, dejó a sus viejos amigos de la banda, a la que había entrado buscando una compañía en la que sentirse querido, buscando todo eso que no había tenido en su familia, pero luego había visto que era una mentira. Alguien le habla de Homeboy Industries, una asociación que trabaja con expresos y exdrogodependientes, fundada por el sacerdote jesuita Greg Boyle. Cuando llegó allí solo tenía una cosa clara: «No buscaba otra cosa que no fuera la verdad, no quería volver a vivir en la mentira».

Al salir del despacho del padre Boyle, Richard tenía un trabajo pero sobre todo, como él mismo relató, «ya no me sentía un número, como en la cárcel. Para el padre Boyle no era solo un nombre, ni siquiera ese chaval del barrio que nunca se había sentido querido. Con él se encendió una luz que me ayudaba a ver algo que yo no había visto. Si había alguien que creía en mí, ¿cómo no iba a creer yo? Si había alguien que me quería, ¿cómo no iba a quererme yo?».
Hoy, Cabral es un actor de éxito en el cine y en la televisión. En 2015 estuvo nominado a los premios Emmy Awards por su papel en la serie American Crime.

Historias como estas son las que han poblado el New York Encounter. Como la de Nick, narrada en un video. Nick tenía un padre violento contra el que tuvo que declarar en un tribunal cuando tenía siete años de edad. Luego llegó el diagnóstico de su enfermedad, fibrosis quística, que le daba una esperanza de vida en torno a los cuarenta años. Para no pensar en ello, se sumergió en el alcohol y en la vida nocturna. Empezó a vivir con una chica bipolar. Un día oyó un disparo que procedía del dormitorio. Se había pegado un tiro en la cabeza. Entonces, en aquel momento de total desesperación, recordó una vez que después de una violenta pelea con su padre había oído con total claridad una voz que le decía: «dámelo a mí».

Al contemplar su vida, completamente hecha pedazos, comprendió que aquella voz le pedía compartir su dolor. Volvió a vivir con su madre y se convirtió, primero al luteranismo y luego al catolicismo. Se casa y entran en un proceso de adopción. La frase con la que resume su historia da razón del título del video, tomado de Anthem, una canción de Leonard Cohen, que fue el canto de apertura de este New York Encounter: «There is a crack in everything, that's how the light gets in» (hay una grieta en todo, así es como entra la luz).
«Cuando miro mi vida, solo puedo decir que una de las razonas por las que estoy tan agradecido y tan enamorado de Ti, oh Cristo, es porque esta fibrosis quística me ha lanzado a tus brazos», termina diciendo Nick.

A una América perdida, dividida y enfadada, el New York Encounter le dice que por las grietas de la realidad entra una luz, una "Disarming beauty, una belleza desarmada, como recita el título en inglés del libro de Julián Carrón, que se presentó en un diálogo con el jurista y profesor americano Joseph Weiler.
Esa belleza que hace que a uno le den ganas de componer y cantar, como los espectáculos que vi esos días, llenos de música, lecturas y piezas teatrales originales escritas para la ocasión a propósito del lema. Más penetrante que cualquier grieta es la luz que emana de la realidad, basta ser como niños para empezar a verla.