«Un educador que siempre asume asume como punto de partida la experiencia de la persona»

Se ha presentado en la Universidad Católica de Milán el libro que narra los orígenes de Gioventù Studentesca, escrito por Marta Busani. Entre los ponentes, Roberto Pértici, historiador de la Universidad de Bérgamo, que responde a las preguntas de Huellas
Maurizio Vitali

Roberto Pertici, profesor de Historia contemporánea en la Universidad de Bérgamo, participó este lunes en la presentación del libro de Marta Busani, Gioventù Studentesca. Storia di un movimento cattolico dalla ricostruzione alla contestazione, en la Universidad Católica de Milán. Le acompañaban los profesores Agostino Giovagnoli, de la Católica, y Edoardo Bressan, de la Universidad de Macerata, además de la autora, en un encuentro moderado por la historiadora Maria Bocci. Hablamos con él justo antes del acto.

De Gioventù Studentesca se ha hablado y escrito mucho, pero no había una verdadera historia propiamente dicha. ¿El trabajo de Marta Busani consigue colmar esta falta historiográfica?
No cabe duda. GS ya ha sido objeto de otras investigaciones pero siempre dentro de estudios más amplios sobre el asociacionismo católico, especialmente de los años sesenta, pero faltaba un trabajo amplio y riguroso como este. La joven autora ha tenido acceso en los diversos archivos a un material documental de primera mano y en gran parte inédito, y ha tenido el mérito de coordinarlo y utilizarlo adecuadamente.

Los estudios sobre GS (y después sobre CL) a los que se refiere nacían muchas veces de intentos apologéticos y a menudo polémicos. ¿Con este libro se consigue salir de estos cauces?
Permítame una cosa. Desde el punto de vista histórico, GS y CL no son lo mismo. GS fue siempre un movimiento dentro de la Acción Católica, en cambio CL era externo a la AC. CL supuso un auténtico signum contradictionis, y fue objeto también en el mundo católico «de inagotable odio y de indomable amor», como diría el poeta. En cualquier caso, desde el principio el fenómeno de GS generó varias tensiones y la existencia de pasiones contrapuestas no debe sorprender a nadie. Ahora bien, el historiador debe tomar la distancia crítica adecuada respecto al objeto de su estudio sin dejarse engañar por el deseo de justificar o el ardor de la crítica. Yo diría que Busani, aun viniendo de dentro del movimiento que nació de don Giussani, lo ha logrado.

¿Su pertenencia no es un límite en este caso?
No. Se ve que está digamos implicada, pero eso es positivo. De hecho, el historiador debe trabajar con honestidad y seriedad con las fuentes, eso sí, pero no puede ni debe fingirse aséptico ni totalmente neutro. Es natural que tenga sus orientaciones ideales y culturales, y es bueno que ponga las cartas sobre la mesa.

GS se ha interpretado muchas veces como un movimiento reactivo frente a la modernidad, sustancialmente siguiendo el surco de la intransigencia católica del XIX, ¿qué le parece?
Parto de la premisa de que no comparto la postura por la cual si aceptas en bloque la llamada modernidad vas bien y si la criticas, aunque sea en parte, no vas bien. Así la modernidad se convierte en un eslogan y no ayuda a entender las cosas. Por lo demás, cualquier hombre normalmente razonable, sea o no cristiano, valora el mundo que le rodea, toma lo que le parece positivo y deja el resto. Giussani hace otra cosa: no se plantea el problema de aceptar o rechazar en bloque la modernidad, sino que afronta los desafíos e intenta responderlos. Lo suyo es un equilibrio -nunca definitivo- entre tradición e innovación, es la postura, como dice el evangelio, de quien saca de la vida nova et vetera, cosas nuevas y antiguas. Todo ello, no en vano, en el contexto de ese extraordinario laboratorio del futuro de Italia que era el Milán de los años cincuenta y sesenta. Yo no veo en absoluto ningún negro entre los giessini y el catolicismo intransigente del XIX.

¿Cuáles son en su opinión los aspectos históricamente más innovadores de Gioventù Studentesca?
Tres: la promiscuidad, la presencia en la escuela pública, y el trabajo cultural.

¿De verdad la promiscuidad es tan importante?
Hoy no nos damos cuenta, pero romper el esquema que establecía que las asociaciones masculinas y femeninas debían estar rigurosamente separadas fue un hecho revolucionario, y no en vano fue objeto de muchas críticas. Estoy convencido de que Giussani intuyó ya entonces, entre otras cosas, un papel más dinámico de la mujer en la sociedad italiana.

En la escuela, ¿por qué subraya el aspecto de pública?
Porque hasta entonces la acción de los católicos en la escuela se había desarrollado en un contexto necesariamente elitista, orientada a formar a la clase dirigente del país. Pensemos también, en el ámbito universitario, en la FUCI sobre todo a partir de los años treinta, de la que salió la mayoría de los líderes democristianos. Pero en la posguerra, sobre todo en los años sesenta, la escuela se convirtió en un lugar masivo. Hacían falta enfoques e instrumentos nuevos, y GS asumió esa tarea.

Sobre el trabajo cultural, tratándose de estudiantes, resultaría obvio.
Para nada. El trabajo cultural en el mundo católico de la posguerra entró en un progresivo declive. Giussani lo puso en primer plano, concibiéndolo no como erudición sino como conciencia de sí y como caridad, amor a la realidad y a los hombres. No es casual que propusiera a aquellos estudiantes el trabajo cultural junto a la experiencia de la caritativa en la Bassa milanesa, que entonces era una zona paupérrima. Una idea de cultura-caridad ya la había propuesto monseñor Montini, futuro cardenal de Milán y Papa Pablo VI, antes de la guerra. Desde este punto de vista, Giussani fue muy montiniano.

De hecho el primer libro de Giussani es El sentido religioso, tema de la gran Misión para Milán que el cardenal Montini lanzó en 1957. Busani identifica en esta importancia del sentido religioso del hombre una novedad fundamental de la propuesta cristiana de don Giussani en una sociedad secularizada. El otro factor clave era el concepto de experiencia.
Para los jóvenes de aquellos años, la comunicación del cristianismo consistía en una enseñanza de la religión, que hacía generalmente un sacerdote, de una manera bastante nocional: verdades de fe que había que aprender y preceptos morales. El punto de partida eran la doctrina y la moral. En cambio, Giussani asume como punto de partida la experiencia de la persona. Por ello fue acusado de ceder al subjetivismo, porque la palabra experiencia se entendía como algo subjetivo. En realidad, el método de Giussani aceptaba el desafío de la subjetividad, pero devolvía al sujeto a una realidad objetiva. La suya es una educación en la dependencia de la realidad. Para Giussani, la experiencia, si la interrogas bien, te lleva a reconocer que la realidad existe, se puede aferrar y tiene una objetividad propia que excluye cualquier subjetivismo arbitrario. Y este es un eje digamos tradicional, que se opone a la cultura relativista. Además, al contrario que el individualismo, la misma fe, en Giussani, se arraiga en la persona, pero viviendo comunitariamente, sostenida por una amistad y verificada en el seguimiento de la persona en la que se confía, que tiene un carisma. Es mediante este seguimiento particular como se abraza a la Iglesia en toda su realidad, también institucional. En la cultura anti-institucional que se estaba difundiendo en los años sesenta, creo que este fue el paso más difícil.

En su opinión, los factores fundamentales de GS, que están en la base de Comunión y Liberación, ¿siguen siendo válidos, capaces de sostenerse ante los problemas de hoy y sugerir una respuesta plausible para el hombre de nuestro tiempo?
Yo soy historiador, y como tal no puedo expresar un juicio de este tipo. Puedo decir mi opinión en general. Creo que asumir el presente como desafío al que responder conservando los elementos de la tradición es la postura adecuada para el cristiano. Este no debe ni demonizar ni exaltar el presente, sino valorarlo críticamente desde la base del patrimonio de su propia tradición. Si esto sucede en CL, no puedo decirlo yo. Usted lo sabe mejor.