¿Qué tiene que ver la liturgia con la vida?

Maurizio Vitali

¿Qué es la liturgia? ¿Qué es para un chaval de 16, 17 años, frecuentar diligentemente la misa dominical? «Una suspensión de la vida normal, un momento separado». Este es el recuerdo autobiográfico de hace cincuenta años de Pier Alberto Bertazzi, médico y profesor universitario. ¿Y para un sacerdote? ¿Un sacerdote, pongamos, con dieciocho años de ancianidad sacerdotal y un currículum de varios miles de misas celebradas? «Una celebración que hacer, en la medida de lo posible, atractiva a los fieles, personalizándola. ¿Cómo? Por ejemplo, con una decoración fucsia para dar algo de vida a una cosa aburrida y muerta». Es el testimonio, también este autobiográfico aunque referido a tiempos más recientes, de Francesco Braschi, teólogo y doctor de la Biblioteca Ambrosiana de Milán.
Entonces, a fin de cuentas, por ir hasta la raíz, ¿la liturgia sigue teniendo algún sentido? ¿Puede tener interés para los hombres de nuestro tiempo? Esta fue la pregunta planteada por Julián Carrón, presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, que coincide con aquella de Dostoievski sobre si el cristianismo tiene o no interés para el hombre de hoy.

Martes 29 de noviembre, aula magna en la histórica sede de la Acción Católica ambrosiana. El Centro Cultural de Milán ha invitado a Bertazzi, Braschi y Carrón para presentar la nueva edición del libro de Luigi Giussani Para vivir la liturgia: un testimonio, a cargo del propio Braschi y editado por San Pablo. El volumen recoge los "apuntes de conversaciones comunitarias" con el sacerdote milanés entre los años 1965 y 1973, algunas en esta misma aula magna, que curiosamente tiene más aspecto de claustro que de teatro. Conversaciones que reflejan cómo don Giussani guiaba a los jóvenes para introducirles en la comprensión del valor de la liturgia a través de la experiencia.

A la pregunta de Dostoievski, Carrón responde con Joseph Ratzinger que la fe sí puede abrir una brecha cuando encuentra su correspondencia con la naturaleza del hombre, que se caracteriza por una inextinguible aspiración nostálgica hacia el infinito. Por un lado, el hombre de hoy que, a pesar de su apariencia autosuficiente, vive preso de una inseguridad, y «su corazón espera algo que esté a la altura de su grito». Por otro lado, Cristo que acontece. Él es «la piedad de Dios por nuestra nada». Dios no nos envía un manual de instrucciones sino a su Hijo, una presencia que representa el desafío supremo para la razón y la libertad: Cristo sí o no. «Este libro -subraya Carrón- es el testimonio de un hombre conquistado por este anuncio. De modo que la Eucaristía es el gesto con que Cristo aferra nuestro ser y lo cambia», con la condición de que nosotros escuchemos y esperemos su venida y nos dejemos abrazar totalmente por su presencia.
«La liturgia -dice Carrón- es el libro de los pobres de espíritu, que no añaden sus propias palabras», sino que se dejan aferrar por la iniciativa de Cristo. «Espero que este libro nos ayude a testimoniar que en nosotros la liturgia no queda reducida a un intimismo vacío».

¿Pero qué lugar asignó Giussani al a liturgia en la vida del movimiento, primero de Gioventù Studentesca y luego de CL? «Desde luego, no un lugar separado, sino más bien el punto donde todas las cosas que conformaban la jornada adquirían su sentido y su justo lugar», afirma Bertazzi, describiendo la gran impresión que le causó la misa celebrada por Giussani en las primeras vacaciones de GS en las que participó, «en Madonna di Campiglio, 1962, en el semisótano de un hotel que ya no existe».
Para explicar cómo vivir la liturgia ayuda en la vida, nada mejor que un episodio narrado en la biografía escrita por Alberto Savorana, Luigi Giussani. Su vida, protagonizado por una mujer de Varigotti y cincuenta bachilleres de camino hacia la ermita de san Lorenzo. La mujer afirma que tiene grabado en sus ojos y en su corazón aquella manera de caminar «ordenada y en absoluto silencio, como llenos de significado y transformados». Y añade Bertazzi: «Hay unas palabras del libro que explican exactamente lo que me pasó: "En su sentido más amplio, la liturgia es la humanidad consciente de la adoración a Dios como su significado supremo, y del trabajo como gloria a Dios"».

A partir de esta misma frase de don Giussani comienza su intervención Francesco Braschi. Una afirmación con la que, confiesa, él no estaba inicialmente de acuerdo: ¿qué tiene que ver el trabajo con la liturgia? Y qué decir de la misa entendida por Giussani como «paradigma de toda acción nuestra, de modo que toda acción nuestra debe llegar a ser litúrgica». Fue necesario un paciente trabajo de estudio y seguimiento para empezar a entender y apreciar la genialidad de aquellas palabras. «Lejos de cualquier pulsión subjetivista -explica Braschi- Giussani devuelve a la liturgia toda su dignidad y grandeza, sobre todo como opus dei, como acción que tiene como primer sujeto al Señor». Un contenido dogmático que el Concilio Vaticano II propuso en la constitución sobre la divina liturgia.
«La genialidad de Giussani fue recuperar y hacernos redescubrir las palabras del dogma a través del filtro de la experiencia y del testimonio de cambio». Braschi cita a san Agustín, cuando observa que «a los paganos les asombraba y fascinaba el rostro de los cristianos durante las liturgias pascuales».

Tres testimonios de la extraordinaria fecundidad de esta enseñanza de Giussani, antigua y siempre nueva. Como la liturgia, desde Hipona hasta Varigotti.