Giorgio Vittadini, Andrea Giussani y Javier Zanetti.

La caridad posible, y profética

Paolo Perego

La número veinte. Una cifra importante para la Jornada de Recogida de Alimentos en Italia. La cita es el 26 de noviembre en más de doce mil supermercados en lo que se conoce ya como el gesto caritativo más imponente del país. «Así lo muestran las cifras del año pasado», según Andrea Giussani, presidente del Banco de Alimentos (así se llama en Italia lo que en España se denomina Banco de Solidaridad, ndt), que desde 1996 organiza esta jornada.

Más de ocho mil entidades se benefician de esta iniciativa, que solo el último año recogió ochenta mil toneladas de alimentos, lo que permite ayudar a más de un millón y medio de beneficiarios, de los que uno de cada diez son menores de cinco años. La pobreza alimentaria en Italia se ha convertido en un fenómeno que afecta actualmente a 4,6 millones de personas. Para hacerle frente se pondrán en marcha más de 140.000 voluntarios, que con sus petos invitarán a los clientes de grandes almacenes y supermercados a dar su contribución con la compra de alimentos ad hoc para la colecta.

La semana pasada se presentó esta edición de 2016 en el Museo Diocesano de Milán, con el cardenal Angelo Scola, que participó con una intervención en video. «Todo hombre tiene por naturaleza un fuerte sentido de la compasión, porque es consciente de su necesidad y desea su cumplimiento». Por eso, afirma Scola, ayudamos a los que tienen dificultades. «Esta colecta es un gesto imponente porque nace de la genialidad de alguien que reconoció esta tendencia natural a la compasión, encontrando así una forma concreta para que la gente la pudiera expresar mediante un gesto de solidaridad», que es uno de los factores de la civilización. Y es un gesto educativo, añade citando a Von Balthasar: «La caridad es ponerse al servicio». Como cuando era joven e iba los domingos a jugar con los niños de Carvagna: «Era una educación de uno mismo». Porque para que un gesto sea educativo hacen falta dos elementos: «La fidelidad, es decir, la repetición, que no repetitividad, porque nosotros aprendemos lentamente. Y luego la forma comunitaria».

Palabras del cardenal que luego retomó el presidente de la Fundación para la Subsidiariedad, Giorgio Vittadini: «La caridad es un gesto inmediato que nace del deseo de que el otro esté bien, que viva porque es un bien». La historia está llena de ejemplos, desde los tiempos de Jesús: «Amar es natural, odiar es contra natura». Este gesto se sitúa en el surco de una tradición cristiana que siempre ha considerado al otro como un valor. «Es cierto que solo dura un día, pero la memoria de lo que allí sucede, luego durante el resto del año, cambia todas las cosas. Uno ya no puede seguir igual que antes».

Por eso, muchas veces, los que participan en la colecta por primera vez repiten al año siguiente. Gente común, sencilla, pero también rostros conocidos para la mayoría, como políticos o figuras del mundo del espectáculo y el deporte, como el ex capitán del Inter, Javier Zanetti. «La primera vez fue hace cuatro años. Y ya no me he perdido ninguna. Voy con mi mujer y mis tres hijos. Quiero que se eduquen ayudando a los que no tienen tanta suerte como ellos», explica el capitán. Con la Fundación Pupi, que puso en marcha junto a su mujer en 2001 en las periferias de Buenos Aires, también se dedica a los más necesitados: «Era un periodo difícil en Argentina, pero entramos con un equipo de asistentes sociales en una favela y empezamos a atender a 39 niños». Quince años después, los centros educativos vinculados a la fundación trabajan con doscientos chavales. «Hace falta que la solidaridad genere una cadena, y hace falta trabajar juntos. Exactamente igual que un equipo de fútbol. Y así es como cambia el mundo».

Por lo tanto, es un gesto para todos. No conoce fronteras religiosas, étnicas ni sociales. «Ninguna circunstancia puede ser una objeción», explica Giussani mientras se conecta por videoconferencia con Tolentino, una zona gravemente afectada por los movimientos sísmicos de los últimos meses. Once mil personas viven fuera de sus casas, más de media población, pero ellos también harán la recogida de alimentos. Lo cuenta desde el otro lado de la pantalla Cristiano, que desde el seísmo del 30 de octubre ha convertido su garaje en un dormitorio para acoger a sus paisanos. «Hemos llegado a tener cuarenta camas, ahora hay alguna menos». Si al principio, durante la emergencia, tenían el problema de "qué hacer", poco a poco «hemos visto que la caridad también es recibir, salir ganando». La caridad te abre a todo con ojos nuevos.
Pero la recogida no solo se hará en Tolentino, sino también en Camerino, San Severino y en cierto modo hasta en Accumuli: «Hemos ido a visitar a los desplazados al hotel que les acoge», contó Massimo Capriotti, responsable del Banco local: «Al principio pensábamos que estábamos fuera de lugar proponiéndoles algo así. Pero al contrario, muchos nos dieron la disponibilidad para colaborar con una alegría sorprendente».

La caridad tampoco tiene límites en Parma, donde Virgilio cuenta lo que ha sucedido estos meses. «Nos faltaban voluntarios y pedimos ayuda a una asociación que trabaja en la zona y que se dedica a la marginación social y, últimamente, también a los refugiados. Enseguida vinieron a ayudarnos los que viven allí acogidos para echar una mano en el reparto cotidiano que hacemos a las entidades a las que ayudamos. Luego la cosa se amplió y empezaron a venir también los solicitantes de asilo, ¡y ahora hasta nos sobra personal!». A su lado, en el escenario del Diocesano, se encuentran cuatro chavales de Costa de Marfil y Guinea Bissau. Uno de ellos describe su viaje en barca desde Libia, «gracias a Dios no murió nadie». Y afirma lo importante que es lo que ahora hacen en el Banco. «Aquí nos han acogido como hermanos».

«Pobre es solo aquel que se rinde», concluye Vittadini. A menudo los medios plantean preguntas como estas "¿Es posible la caridad? ¿Es posible la integración?". «Pues bien, aquí tenemos un hecho que se llama Jornada de Recogida de Alimentos, y que genera otros hechos. Así que es posible». Y no basta la objeción de que solo dura un día: «Puede ir más allá de ese día, porque haciéndolo uno ve que vive mejor». Se puede hacer memoria de ese hecho, con el colega, con el vecino, todos los días. «Este es un gesto popular y profético, porque es una posibilidad para todo el mundo».