El Maestro y la partida de billar

Un jueves por la noche nos reunimos una quincena de amigos en casa de Therese en Omaha, en torno a una mesa llena de chili, chips y popcorn para una típica watch party americana, una quedada para ver juntos algún espectáculo televisivo.
En vez de un debate electoral, la Super Bowl o la gala de los Oscar, lo que nos pegó a la pantalla en esta ocasión, a nosotros y al mismo tiempo a muchos otros grupos repartidos por toda Norteamérica (Miami, Washington, Austin, Rochester...) fue el estreno de Giussani Series on Faith and Modernity, con un primer capítulo titulado "Cristo, compañía de Dios al hombre", basado en la antología de textos de Luigi Giussani publicada recientemente en Estados Unidos bajo ese mismo título. Intervenían el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, y el padre Richard Veras, director de Formación Pastoral en el seminario de la archidiócesis de Nueva York.

¿Por qué una serie sobre don Giussani? La idea surgió del deseo de un par de amigos de Nueva York, Angelo y Holly, de dar a conocer públicamente a este "sacerdote, pensador y educador" italiano. No solo el contenido de sus textos, sino sobre todo la relevancia que tiene para el contexto social actual esa manera totalmente nueva de pensar, capaz de hablar de Cristo al hombre moderno. «Viendo la marea de confusión en que se encuentra el mundo de hoy», explica Angelo, «nos damos cuenta de que tenemos un don valiosísimo que no podemos guardarnos. De ahí el intento de darlo a conocer, también por televisión, mediante una proyección que será de momento anual. Es un acto de afecto hacia nuestros coetáneos, para ofrecer lo que hemos recibido a todo el mundo y para poderlo redescubrir nosotros mismos, captando cada vez más su valor ante los desafíos de la modernidad».

Muy significativo el lugar elegido para el estreno en Manhattan, el Archbishop Fulton J. Sheen Center for Thought and Culture, un centro diocesano instituido por el cardenal Dolan como un lugar donde la fe puede entrar sin miedo en diálogo con el mundo entero. «La misión de este lugar es poner en evidencia la verdad, la bondad y la belleza, tres palabras especialmente queridas para don Luigi. De hecho, creo que él se encontraría aquí como en casa; es más, ¿qué os parece si lo llamamos Fulton J. Sheen Luigi Giussani Center? ¿Os interesaría? Solo costaría diez millones de dólares, como contribución con los gastos del centro», bromeó el cardenal, como suele ser habitual cuando comienza sus intervenciones.

Dolan recorrió brevemente cuatro puntos del pensamiento de Giussani fundamentales para el mundo moderno: la unidad entre Jesús y la Iglesia, fe y razón como aliadas, la necesidad de suscitar en el hombre la pregunta adecuada («lo que hoy necesitamos es guiar al hombre de hoy, que piensa que ya no necesita a Jesús, hacia ese vacío en su corazón que solo Dios puede colmar»), y sobre todo la fe como amistad con Jesús, el encuentro, el acontecimiento. «¿Podemos arriesgarnos a reformular esto diciendo que el seguimiento precede al dogma?», preguntó el cardenal Dolan: «Es decir, que la doctrina, lo que ya sabemos de Jesús, solo puede nacer del seguimiento. Primero viene ese sentarse a los pies del maestro, ese aprender y amar a Jesús hasta darle nuestro corazón y nuestra alma. Luego, cuando amamos a alguien, es entonces cuando queremos saber más sobre quién es y conocer lo que enseña, es decir, la doctrina. ¿No es acaso este el modo en que actuaba el mismo Jesús? Cuando uno de aquellos rudos pescadores del mar de Galilea encontraron por fin el valor de preguntarle: "¿Dónde vives?", que es una manera de decir: "¿Quién eres?", no respondió sin más: "soy el Verbo hecho carne", "soy la segunda persona de la Santísima Trinidad", "soy una unión hipostática con mi Padre", sino "Venid y lo veréis". Les invitó a seguirle, es decir, a una relación, un encuentro que viene antes».

Ese mismo encuentro que, dos mil años después, a finales de los ochenta, alcanzó al segundo invitado de la noche, Richard Veras, cuando era un «un joven soltero un poco torpe», deseoso de conocer a gente de su edad. Así empezó a ir todos los jueves por la noche a un encuentro de jóvenes de CL en St. Patrick, la catedral de Nueva York. Con el tiempo descubrió que aquellos amigos también se veían fuera de ese momento semanal, vivían juntos la vida, y empezó a reunirse con ellos cada vez más a menudo. Así, entre una partida de billar en Greenwich Village, una jornada de pesca en barca y un picnic en Central Park, empezó a intuir: «Aquí estoy conociendo a Cristo». Cristo estaba allí, presente, en la sala de billar de Greenwich Village, en la barca pescando, en los jardines de Central Park. «Para mí fue una revolución», concluyó el padre Richard: «Antes de aquello, siempre había sido un gran fan de Jesús, un grandísimo fan de Jesús, con pósters en mi habitación, pero ahora había venido a vivir a mi casa, había entrado en mi vida, y entonces fue cuando empecé a conocerle de verdad».
Martina, Omaha (Nebraska)