La jornada de solidaridad de los empleados de Novartis.

Hasta el jefe se pone el mono y empieza a pintar...

Marco Andreolli*

Una guapísima joven nigeriana se asoma a la ventana de la Casa Suraya, con su pequeña Anne en brazos, en el patio hay unos extraños que están asentando el suelo, arrancando las malas hierbas y preparando el terreno para plantar flores nuevas. En el pasillo hay otros que pintan las paredes. Ella se queda quieta, no se marcha. Desde que ha huido de su país, quién sabe cuántas veces ha visto a gente que se preocupara por ella y por su hija. Un instante después decide bajar los pocos escalones que la separan de un grupo que está arreglando un rincón del jardín de su casa. Se agacha, Anne empieza a jugar y ella pregunta en el poco inglés que maneja si hay algo que pueda hacer. Daniel y Rebeca se presentan y le dan una azada, inmediatamente se pone manos a la obra.

Christian, por su parte, viene de Camerún y sabe cómo se pinta un muro. Él también, cuando ve a esta gente que no conoce y que quién saber por qué han venido a reparar su casa, se remanga y agarra una brocha. No sabe que los que están a su lado son investigadores farmacéuticos que buscan fórmulas para combatir el cáncer, empleados de recursos humanos, y hasta el delegado de administración de Novartis, vestidos con un mono, sin arredrarse ante un cubo de pintura. Christian no sabe quiénes son estos hombres y mujeres que han llegado allí esa mañana, no sabe que es la jornada de voluntariado de la empresa Novartis, no sabe qué es Avsi, que siempre busca nuevos socios y colaboradores en las empresas y en las personas atentas a la posibilidad de un desarrollo hecho de iniciativas concretas.

Tampoco lo saben Aymed y Feisal, dos niños sirios que llegaron a Italia hace apenas unos días. Quién sabe lo que habrán visto sus pequeños ojos. Ahora viven en el centro de acogida que gestiona la cooperativa Farsi Prossimo de la Cáritas milanesa, socia de Avsi en esta y otras tantas hermosas aventuras. Amed y Feisal no conocen las siglas, tal vez han aprendido a su pesar las cosas tremendas que pueden llegar a hacer los hombres, y de hecho se les ve intimidados al ver esta invasión de brochas y rodillos, de hombres y mujeres disciplinados y trabajadores que están arreglando su nueva casa. Les miran, se esconden, vuelven a mirarles, luego quién sabe por qué se acercan e increíblemente se ponen a pintar con unas mujeres que les ponen unos guantes, les dan una brocha y les enseñan ese trabajo, para ellos totalmente nuevo.

No sabría decir quién estaba más contento, si la joven familia iraquí que ahora tiene una parte de su casa en mejores condiciones, o los cuarenta empleados de Novartis que aceptaron la propuesta de Avsi de pasar una jornada trabajando en dos centros de acogida para refugiados. Cuarenta personas, cuarenta historias y realidades diversas que se han encontrado acogiendo y abrazando mundos muy alejados entre sí, de los que solo habían oído hablar en la prensa. Una multinacional suiza que desde hace veinte años ofrece a sus empleados la oportunidad de pasar una jornada fuera de la oficina para colaborar con una entidad sin ánimo de lucro.

Queríamos una campaña ambiciosa, conscientes de un desafío que no sabemos cuándo acabará, un trabajo que hacemos desde hace cuarenta años por los lugares del mundo donde empezaron los problemas, en el corazón de África o en Oriente Medio, afrontando las violentas tensiones que hacen pensar a cualquiera que no se puede estar allí, que la vida ya no es vida y que no hay otra opción que huir, dejarlo todo y marcharse. Más de cuarenta años trabajando allí donde la gente huye y luego donde busca refugio, en los campos, y más tarde en la periferia de nuestras ciudades. Hemos comprendido que quizás hace falta afrontar este gran problema de los refugiados, hemos comprendido, después de esta jornada aún más, que lo esencial es encontrarnos con ellos, que si apartamos el polvo del cinismo nos sorprenderemos juntos en el mismo camino. No dejaremos de recorrerlo. Con quien quiera.
* responsable de la Red Avsi Point en Italia