Fausto Bertinotti, en un encuentro con Julián Carrón.

Bertinotti: «en CL he vuelto a encontrar un pueblo»

Corriere della Sera
Cesare Zapperi

«La eutanasia del movimiento obrero ha diluido la memoria de lo que era dialogar con el mundo católico». Fausto Bertinotti empezó así, evocando palabras de Togliatti en su discurso a los católicos de Bérgamo en 1963 y las experiencias post-conciliares de los años sesenta, para explicar el contexto en que nace su relación con Julián Carrón, responsable de Comunión y Liberación. El ex secretario de Refundación Comunista, marxista no arrepentido, participó el pasado verano en el Meeting de Rímini y durante las últimas semanas ha intervenido en varios actos de presentación del libro del sucesor de don Giussani, La belleza disarmata, en diversas ciudades italianas.

¿De dónde nace su interés por el mundo católico?
Hace falta mirar de frente al abismo para conjurar el peligro. Actualmente, el riesgo de catástrofe solo lo perciben las conciencias más radicales, sociales y religiosas. La política, sin embargo, se ha encerrado en una coraza guateada que le impide ver. Lo que propongo es una nueva instancia de diálogo con un mundo que tiene mucho que decirnos.

¿Cuál ha sido, por decirlo con palabras de don Giussani, su «nuevo inicio»?
Hace dos años escribí un libro, fruto de una conversación con Roberto Donadoni, director editorial de Marcianum, que se tituló Sempre daccapo (Siempre de cero). Mi parábola empieza en ese libro, con prólogo del cardenal Gianfranco Ravasi, y llega hasta hace una semana, en un debate con el arzobispo de Bolonia, Matteo Zucchi, un encuentro entre posiciones radicales que tuvo lugar dentro de un palacio ocupado...

Pero ha habido más.
Sí, acepté la invitación que me hicieron algunos obispos, como los de Nola y Ascoli, para hablar de la encíclica Laudato si'.

La relación más estrecha ha surgido con Comunión y Liberación, ¿por qué?
El encuentro nació en el contexto de la crisis de civilización de la que hablaba, con una economía que pisa cada vez más el acelerador de la deshumanización laboral. Para salir de ahí, hace falta un diálogo entre varios credos. El problema de la política, si queremos verla desde esta perspectiva, es que, una vez destruidas las ideologías, se ha visto devorada, privada de referentes. El diálogo con los creyentes puede ser la chispa que devuelva la esperanza.

Entre CL y usted, ¿quién tomó la iniciativa?
El primer contacto fue con gente de CL de Sestri Levante, hace tres años. Parecía uno más de tantos encuentros, y en cambio...

Luego le invitaron a Rímini.
Donde encontré mucho más y muy distinto de lo que me esperaba. Sobre todo, el pueblo. Recuerdo que para Gramsci el intelectual puede pensar que representa al pueblo solo si se da lo que él llamaba "una conexión sentimental". Allí encontré esto.

¿Qué más le llamó la atención?
La capacidad para prever el futuro. Igual don Giussani ayer (memorable su denuncia de la crisis en la relación entre Iglesia y pueblo incluso cuando las iglesias estaban llenas) que Carrón hoy.

Sus últimas declaraciones han sido firmes.
Recientemente, en el Corriere (24 marzo), recordó que el católico no debe hacerse escudo del poder temporal son hacer que prevalezca el testimonio, eso que el papa Francisco llama misericordia. Encuentro elementos similares con la crisis del movimiento obrero. También la izquierda debe redefinirse en la sociedad sin poner el acento en el parlamento o en el gobierno. Carrón y el Papa lo ponen en el abandono de la coraza del poder. Igualmente, la relación equivocada con el poder y las instituciones es causa y efecto de la pérdida de identidad que sufre la izquierda.

Quizás Carrón llegara a estas conclusiones después de los escándalos que afectaron a personas cercanas a CL.
Sus palabras, que a algunos no les gustan, nos obligan a reflexionar sobre la naturaleza del poder. Por lo demás, ¿qué está haciendo Bergoglio con la Curia? Es el movimiento obrero el que no se pone en cuestión para nada. La distancia entre estos dos mundos es algo dramático.

¿La izquierda ha muerto?
Sí, la izquierda política ha muerto. Como instancia de igualdad sigue viviendo en la cultura y en la sociedad. Vuelve a aflorar en el campo de las nuevas formas de organización comunitaria y social (asociaciones, movimientos, autogobierno del trabajo). Aquí y allá veo experiencias que me recuerdan aquellas sociedades de apoyo mutuo y las ligas territoriales. Signo de que hay terreno para cultivar.

¿Se siente iluminado por la fe religiosa?
No, eso sería negar el diálogo que debe haber entre los que son diferentes. Si uno piensa que ha sido cooptado es que no tiene identidad.