La mesa dedicada a la acogida en EncuentroMadrid 2016.

La experiencia de acoger al diferente

Ángel Misut

Vivimos tiempos difíciles en que la crisis de los refugiados está poniendo a prueba muchas cosas, pero sobre todo la consistencia moral de la vieja Europa. Una Europa que ya ha olvidado las grandes migraciones que se han originado en ella como consecuencia de hambrunas o conflictos armados. Una Europa que ahora se mueve entre el egoísmo y la indolencia del que mira para otro lado, sin decidirse a dar un paso firme para afrontar esta situación. Conscientes de todo esto, decidimos proponer este encuentro a la organización de EncuentroMadrid 2016.

Nuestro deseo era confrontarnos con otras realidades inmersas en el mundo de la acogida al diferente, queríamos conocer de ellos cómo perciben algunas de las cuestiones que creemos haber aprendido durante diez años de trabajo con uno de los sectores más vulnerables de nuestra sociedad: las personas sin hogar, los hermanos que, por diferentes circunstancias, en un momento de su vida se ven obligados a dormir en un rincón a la intemperie o, en el mejor de los casos, en un cajero automático.

“El otro, el diferente, es un bien para nosotros. Es un regalo de Dios”, planteado no como afirmación retórica para quedar bien o para autojustificar una actividad realizada con más o menos éxito, sino como algo real que nace de la experiencia personal de acompañamiento a estas personas durante todos estos años de actividad de la Casa de San Antonio.
Después vendrían otras muchas cuestiones derivadas de esta primera, y en confluencia con la actualidad que se está produciendo en nuestra opulenta sociedad occidental, como la integración, el miedo, el gueto, el asistencialismo o la capilaridad de la Iglesia en la atención a los más necesitados.

Nuestra expectativa se vio superada desde el primer instante. Daniel Almagro, gerente de Misión Emmanuel, una casa de acogida para africanos, realizó una incisiva intervención denunciando una sociedad que «no te invita a abrirte al diferente», en la que «los cristianos estamos atrapados en la idea de sálvate a ti mismo», y afirmando que «Dios te quita el miedo y te invita a dar el paso de acoger, porque a Él le gusta la diversidad». Daniel reconocía que la relación con estos hombres ha cambiado radicalmente su vida.

José Luis Pinilla, director del Secretariado de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española, nos lanzó un reto plagado de imágenes gráficas que difícilmente se pueden olvidar. Apoyó su argumentario en la acción de tres grandes mujeres: Norma Romero, Alicia Presentí y Berta Cáceres, que se constituyen por derecho propio en los grandes ejemplos de acogida a los emigrantes más desfavorecidos. José Luis cautivó al auditorio con sus referencias a Princesa, la niña que se queda en una patera a la que sus padres no pueden subir y con los que ahora no le permiten reagruparse; e Ibrahimi, el niño de la maleta, para terminar con un desafiante «mirad a los ojos a estos niños inmigrantes».

Las palabras de la tercera invitada, Belén Cabello, directora de la Fundación Acogida, cortaban el ambiente con la misma eficacia que un cuchillo entra en la mantequilla. «No podría abrazar a otro si no hubiera sido abrazada, si antes no me hubieran dicho que mi vida vale tal como soy». La consecuencia es que «este abrazo ha suscitado en mí un agradecimiento que me ha permitido tener una mirada diferente sobre el otro». Belén terminó afirmando que este “don” ha cambiado totalmente su vida. «No se me ocurre cómo podría vivir de otra manera», finalizó parafraseando a un amigo italiano.

El encuentro con estos tres testigos de excepción no solo nos ha dejado la certeza de estar en sintonía con los que más han arriesgado en la atención a inmigrantes, sino que nos ha permitido verificar una promesa que habíamos encontrado en Don Giussani, y que a través del testimonio de estos tres amigos, maestros en el abrazo al diferente, hemos percibido como una posibilidad cotidiana.

«Cuando el compromiso con la necesidad no se queda en una mera ocasión de reaccionar compasivamente, sino que se torna caridad, es decir, conciencia de pertenecer a una unidad mayor, imitación en el tiempo del misterio infinito de la misericordia de Dios, entonces el hombre se vuelve compañero de camino del otro» (L. Giusssani, El Yo, el Poder, las Obras).
No puedo finalizar estas líneas sin agradecer a nuestros tres invitados su bellísima disponibilidad para participar en este encuentro, y a EncuentroMadrid la posibilidad de haberlo llevado a cabo. ¡Gracias, amigos!