Foto de grupo durante la semana dedicada <br>a don Giussani, en Abbiategrasso.

Una semilla que vuelve a florecer

Gianni Mereghetti

Durante la semana del 22 al 27 de febrero, la comunidad de CL del Abbiatense y sus amigos del Centro Cultural Shalom, manteniendo viva una tradición que se ha consolidado con el paso de los años, rindieron memoria a Luigi Giussani, cuando se cumplían once años de su muerte, con una serie de iniciativas que testimoniaron la certeza de su presencia hoy, con una modalidad diferente de cuando estaba en esta tierra, pero igualmente vivo y en acción.

La semana se inauguró con la presentación del libro de Julián Carrón, La bellezza disarmata, un texto que recoge varias intervenciones del sucesor de don Giussani en la guía del movimiento y que documenta de manera fascinante la capacidad del carisma para afrontar el presente y transformarlo en positivo, aun dentro de las grandes dificultades y horrores del tiempo que vivimos. En la presentación del libro de Carrón, participaron Alberto Fossati, profesor de la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán, y Davide Perillo, director de la revista Tracce.

El encuentro comenzó con dos jóvenes músicos que interpretaron un vals venezolano y la Gota de Chopin, para testimoniar lo que don Giussani siempre llevó en su corazón y fue uno de los puntos fuertes de su compromiso educativo: el desafío para reconocer la belleza presente en la realidad, en todos sus ámbitos. Un diálogo abierto, por tanto, a descubrir el desafío que Carrón nos propone hoy, poniendo en evidencia cómo, dentro del derrumbe de las evidencias, la belleza vuelve a abrir un camino para descubrir lo humano, en todas sus declinaciones. Alberto Fossati contó lo que ha descubierto al leer y profundizar en el libro. Dijo que en él no se encuentran respuestas a las preguntas últimas, pero sí un método para afrontarlo todo. Eso es lo que Carrón pone en evidencia: para afrontar los problemas de la existencia, para estar delante de las grandes dificultades de la historia, hay que tener una identidad. Hay que preguntarse, como Dietrich Bonhoeffer en la cárcel: «¿Quién soy yo?».

Fossati señaló después que esta pregunta exige tomar la iniciativa, como la que tomó Zaqueo, que al saber que Jesús pasaría por allí se subió a un árbol para dejarse ver. La responsabilidad de una iniciativa nace de la conciencia de la propia pregunta humana, la pregunta sobre el ser. Fossati concluyó su intervención deteniéndose en la cuestión de la relación entre el yo y el resto. En este sentido, desafió al público a reconocer que hay algo más que el hecho de que mi libertad termina donde comienza la tuya, hay otra línea fronteriza: la conciencia de que el otro eres tú. Así empieza una nueva historia, la de la positividad en la relación con los otros.

Davide Perillo aceptó el desafío propuesto por su contraparte y señaló cómo el texto de Carrón, si por una parte y de manera explícita analiza las razones por las que hemos llegado a un extendido y devastador derrumbe de las evidencias, por otra está marcado por un hilo rojo, la certeza, que es un punto irreducible, que ningún poder puede arrancar, que ninguna laceración ni horror son capaces de destruir: el corazón, es que don Giussani indicaba en El sentido religioso.

Aquí se encierra todo el desafío que caracteriza el presente y que pone en evidencia la decisión de apostar por el corazón del hombre. El resurgir de lo humano radica en esta apuesta, no en un sistema de valores, no en una nueva hegemonía, sino en el corazón, en su capacidad para abrazar lo que es bello y verdadero. Por tanto, para Perillo la experiencia es el eje de este desafío, que el hombre pueda recuperar su libertad como adhesión a la verdad, como abrazo de la positividad que está presente dentro de la vida y de la historia. Luego advirtió de un error que La bellezza disarmata hace presente de manera sobrecogedora: el de insistir en las consecuencias. Puesto que lo humano renace cuando se encuentra con su origen y vive de esa fascinación.

Para Fossati y Perillo, el problema del tiempo en que vivimos es redescubrir la naturaleza de lo humano y todo lo que es bello y verdadero educa en esto, en recuperar la ternura original con que el hombre dice «yo».

El segundo momento de esta semana fue el jueves 25 de febrero, en la iglesia de San Gaetano, donde Gianni Calchi Novati celebró una misa por don Giussani. En el luminoso espacio de la iglesia y bajo su bóveda abierta al firmamento, tal como la quiso Sandro Rondena, el arquitecto que la restauró, que precisamente aprendió de don Giussani a seguir el atractivo de la belleza, el padre Calchi Novati testimonió lo viva que está hoy su presencia y que hacer memoria es reconocer los signos de esa presencia.

El tercer momento fue el viernes 26 de febrero, que tuvo como protagonista al pianista brasileño Marcelo Cesena, que contó su historia, mostrando cómo el Señor es quien sale al encuentro del hombre que le busca y lo hace en el momento más oportuno, cuando el hombre está preparado para decir sí a su amor. Dios nos quiere, Dios viene a nuestro encuentro y nos conquista. Ese fue el punto central del testimonio de Marcelo, que tocó varias piezas de su genial producción musical. Dios toca la vida y la lleva a gustar lo bello y verdadero.

La semana concluyó el sábado 27 de febrero en el salón del oratorio de San Juan Bosco de Abbiategrasso, con una cena benéfica a favor de la obra del padre Ibrahim en Alepo, dentro de la campaña Manos a la Obra de AVSI y CESAL. El momento más conmovedor e inolvidable de la velada fue la conexión por Skype con el padre Ibrahim que, desde su ciudad reducida a un cúmulo de escombros, nos contó lo que está pasando, nos habló de las casas que se han derribado, de la gente que muere, del agua que falta, de las familias que pierden su hogar. Fue un relato detallado y realista que documenta cómo la fe permite vivir dentro de una situación tan dramática y horrenda como esa. El padre Ibrahim testimonió su abandono a la ternura de Dios, su certeza en Su amorosa presencia más que en todos los horrores que están sacudiendo a la población de Alepo. De nuevo aconteció esa reciprocidad que caracteriza la amistad: el fraile franciscano seguro de que las oraciones por él sostienen el camino de su pueblo, que de otro modo estaría desesperado; y nosotros, aquí en Occidente, relanzados a la misión de su incansable testimonio.

Lo que describió era una pequeña semilla sepultada bajo las bombas y ruinas de Alepo, pero toda la vida es esta pequeña semilla, de la que nace la esperanza de un futuro. La misma semilla que plantó don Giussani con su entrega total, y que gracias a la libertad de quien la ha hecho suya ha crecido hasta florecer con una extraordinaria belleza.