Luisa Muraro.

Más allá de la ley

Paola Bergamini

En la mesita del salón repleta de libros, el artículo de Julián Carrón publicado en el Corriere della Sera del 24 de enero. Luisa Muraro lo toma entre manos: «Es cierto, hay cosas que exceden el ámbito de las leyes y de los derechos. Están más allá». Nacida en 1940, doctora en Filosofía de la ciencia por la Universidad Católica de Milán, fue profesora asociada de Filosofía teórica con el profesor Gustavo Bontadini («si la filosofía no se mide con la metafísica es una banalidad»); luego, a raíz del ‘68 y de su lucha en primera fila en los años de la contestación, llegó el “abandono obligado” del ateneo milanés. En 1975 funda, con Lía Cigarinin y otras amigas, la Libreria delle donne. En los locales de Vía Dogána y luego de Vía Calvi, Muraro promueve encuentros y debates en torno a la condición femenina. Filósofa y escritora, es una figura de referencia del feminismo italiano.
Cuando nos encontramos, sigue debatiéndose el proyecto de ley Cirinnà. Usted dice «creer firmemente en una ley que reconozca a las uniones civiles, entre miembros del mismo sexo», pero al mismo tiempo reitera de manera perentoria su “no” al vientre de alquiler para la adopción. En su ambiente, algunos la han criticado por su posición en este tema. Pero usted es un espíritu libre, abierto a la realidad a 360 grados. «Me gusta confrontarme con otras formas de ver las cosas. También con los católicos, o mejor, con las católicas, feministas o no. Tengo amigas de CL muy queridas, una de ellas me hizo llegar el artículo. Lo comparto en puntos secundarios». Empieza el diálogo.

¿Qué le ha llamado la atención del artículo?
Al comienzo Carrón dice: no podemos atarnos al derecho de pies y manos. Hay mucho más. Yo lo conjugo de esta manera: el no disponible, ínsito en la naturaleza humana, no se puede regular a la fuerza con la Ley, pertenece al ámbito del don de la libertad. Para él, la respuesta, lo dice al final, está en el encuentro con Jesucristo, el Ecce Homo del Papa Francisco. Algo que acontece como le pasó a Zaqueo. El usurero, acordémonos. El ejemplo es bellísimo. La dimensión del acontecer es lo más anti-ideológico que se conozca.

¿Ante cuáles realidades tiene que detenerse una ley?
Es preciso legislar lo menos posible sobre la sexualidad, sobre las relaciones personales, sobre los sentimientos, materias que pertenecen el ámbito de la subjetividad. Por lo que respecta al detenerse, un criterio elemental es que la nueva ley no entre en contraste con otra que ya existía. Las parejas homosexuales esperan que una ley sobre las uniones civiles les permita adoptar: pero me parece evidente que el Parlamento debe debatir este tema en relación con la ley sobre las adopciones que ya existe y no se puede evitar. Mucho menos recurriendo a la maternidad subrogada en países donde se admite, puesto que en el nuestro se prohíbe. Esto es un abuso absolutamente grave, y no solo por una cuestión de leyes. Nuestra civilización no admite que se comercie con lo que no es comerciable, como los niños y los cuerpos vivos de las mujeres. En otros sitios la cosa es distinta. La falta de escrúpulos comercial de los EEUU ha llegado a este extremo, pero está claro que no hay que seguir su ejemplo. La economía lucrativa lo intenta siempre, se suele decir, y la “subrogación” de la maternidad es su último invento.

Algunos evitan la objeción del lucro planteando la otra cuestión: la libertad de elección. Se dice: «Pero si la subrogación fuera gratuita, ¿qué mal habría?».
La gratuidad no es frecuente y habría que considerar caso por caso, porque hace falta tener en cuenta a la pequeña criatura y el contexto. Esto la ley no lo puede hacer, pero no excluye que se pueda de otra manera. Recientemente una mujer ha adoptado a la hija de su compañera después de una sentencia de la Magistratura. Pero, para mí, la condición primera y absoluta es que debe tratarse de un hijo o una hija natural, para excluir con certeza la subrogación. Desde este punto de vista, las parejas homosexuales femeninas resultan favorecidas por una sencilla razón, que se nace de una mujer, todos. La diferencia sexual existe. También por esto creo que hay que favorecer las uniones civiles, a condición de que no pretendan ser una imitación del matrimonio.

¿En qué sentido?
El matrimonio es esta institución que los distintos derechos de los pueblos nos han entregado desde la noche de los tiempos: se da entre un hombre y una mujer, es heterosexual por definición. Por tanto, como tal, mantengámoslo, sin pretender imitaciones que me parecen más bien una parodia. Las uniones civiles son otro camino alternativo para obtener un reconocimiento público y presentarse ante la sociedad de manera original. Por ejemplo, las mujeres solas, no casadas, en la sociedad patriarcal eran miradas con conmiseración; hoy ya no. Las primeras en combatir los estereotipos fueron, en el XIX, las señoritas inglesas, orgullosas de su título de “miss”. La cultura actual de los derechos donde, mecánicamente, se busca una paridad anulando las diferencias es tan solo una nivelación. De todas formas, entre mis amigas homosexuales no veo esta manía, todo lo contrario. Pienso que es más masculina, y la maternidad subrogada se puede ver como una apropiación de la relación materna. En el fondo, una prevaricación más. No querer pasar a través del vínculo con una mujer para convertirse en padres.

A propósito de esto, en una reciente entrevista dijo que «hemos recibido la vida como un don, en primer lugar de una madre, por lo tanto es un don que tenemos que intercambiar con otras personas».
Generar pertenece a la economía del don. Se hace un hijo también para darlo al otro, en primer lugar al padre (o a quien lo sustituye), que no puede hacerlo, pero es indispensable como ayuda material y simbólica. Un don, no una mercancía de intercambio, ni tampoco un servicio obligatorio por el padre patrón, como era a menudo en las sociedades patriarcales. Además, tengamos en cuenta que la criatura que se forma dentro de mí “tiene derecho a mí”, es decir, pide permanecer en relación conmigo. La madre que, por distintos motivos, no puede quedarse con su criatura, puede aceptar, como mucho, que la sustituya un “suplente” de la relación materna. Pero algo muy distinto es interrumpir, liquidar esta relación de manera programada.

¿Pero usted qué idea tiene de la familia?
Para mí la familia es como la ha definido el Papa en América Latina: un lugar de transmisión entre las generaciones, entre los sexos en una relación de solidaridad, de convivencia y posiblemente de amor. No ha hablado en primer lugar de «una sociedad natural que está en la base de nuestra cultura y civilización» y cosas por el estilo. Francisco ha superado a todos: ha usado el espíritu cristiano para defender una realidad histórica con estas características. Y yo también subrayo que hay que defenderla.

Esta sintonía con el Papa y con la Iglesia no siempre se ve con buenos ojos en su ambiente.
En mi ambiente, donde no faltan mujeres católicas, esta sintonía es aceptada o, en su caso, libremente discutida, como muchas otras posiciones. Conozco mujeres (y hombres) comprometidas con la libertad femenina y todo, entre nosotros, se mira desde esta perspectiva. Cuando tomo posición públicamente, en cambio, surgen malentendidos o rechazos. Si puedo, explico razonadamente el porqué de mi “sintonía con monjas y curas”. Lo explico solo si de por medio no hay presupuestos anticatólicos. En la discusión sobre la maternidad subrogada, me implicó la periodista Marina Terragni. Durante un debate, a una feminista que señalaba esta misma correspondencia, Marina le contestó: «¿Entonces? ¿Debemos tener miedo a estar de acuerdo con la Iglesia?». Este es el punto: existen coincidencias significativas, que hablan y deben hablar alto y fuerte. Manzoni lo dice en Los novios, cuando don Abundio se percata con sorpresa de que las palabras del cardenal Federico coinciden con lo que le había dicho Perpetua. Si la sierva y el cardenal con posiciones sociales –y sexuales añado– diferentes comparten la misma postura, significa que algo muy grande está en juego. Un sentido común bueno que mana en coincidencias hablantes que hay que escuchar. Y que generan más que las leyes. En este sentido, los bandos muro contra muro no sirven. Pero me sale decir que es un plan que algunos quieren llevar a cabo para tratar de dejar fuera de juego al Papa Francisco. Y también a Carrón.

¿Por qué los deseos, incluso los justos, no pueden ser derechos?
En mi opinión no existen deseos justos, porque este atributo implica que exista una medida que es adecuada a los deseos. La filosofía antigua lo pensaba, pero nuestra civilización no. Y es precisamente el cristianismo lo que ha introducido la desmesura del deseo… Basta con leer los textos de la tradición mística cristiana. Admito que se pueda hablar de deseos buenos o malos, aunque para mí todos los deseos tienen en sí algo bueno porque son energía vital. En cualquier caso, su escala no va del justo al injusto, sino del escaso al excesivo. Para traducirse en derechos, los deseos deben medirse por tanto con otras escalas: la de la justicia, naturalmente, la de la necesidad y la de la posibilidad de realizarse. Me parece que, a grandes rasgos, este es el filtro a través del cual deben pasar el deseo de paternidad y el de maternidad, que a su vez tienen que mantenerse separados, porque resulta más justo.