La vida se trasmite con la vida

Inacia Ribeiro

Había leído tres veces el libro El arte de educar y es cierto que tenía un deseo enorme de conocer personalmente al autor, Franco Nembrini. Aún más cierto que el Señor siempre cumple con creces lo que nos hace desear con sinceridad. Este fin de semana Franco nos visitó en Tenerife, donde tuvo cuatro actos públicos: el primero en la universidad de La Laguna, con estudiantes de Magisterio, Pedagogía y Derecho que le plantearos sus preguntas después de haber estudiado el libro; el segundo con unos 80 chavales de secundaria que dialogaron con él con extrema viveza sobre la maravilla que es hacerse cristianos; el tercero en el Recinto Ferial de Tenerife con unos 250 padres, catequistas y profesores; y el cuarto, como espléndido broche final sobre Dante y Beatrice en el precioso Salón de Actos de la Real Sociedad de Amigos del País. Conociéndole personalmente me he encontrado con una humanidad tan viva, con una libertad con nombre y apellidos que, casi inevitablemente, me remitía a Otro más grande, por la correspondencia que experimenté entre lo que Franco decía y las exigencias profundas de mi corazón. ¡No podía más que reconocer que había algo excepcional!

Al acabar la conferencia del sábado por la mañana en el Recinto Ferial, salí liberada de un “peso”, de la preocupación por la educación de mis hijos, sencillamente porque descansé en Otro en todo lo que pude escuchar.
A lo largo de este fin de semana, me venía constantemente a la memoria la carta que Andrea, el chico enfermo de sida que escribió a Don Giussanni dos días antes de morir, porque yo también he experimentado la unidad con Franco Nembrini antes ya de conocerle. Fue como si lo hubiera conocido ya antes por lo que leí en sus libros; me sentí agradecida al conocerle personalmente, cautivada por una enorme simpatía por cómo me ayuda a ser madre y mujer.

La conferencia sobre Dante, el poeta del deseo despertó en mí, por primera vez, el deseo de conocer la Divina Comedia porque nunca nadie antes me había hablado de ello de una forma tan humana. Me quedo con dos compañeros de camino fuertes y entrañables, que tienen un deseo de infinito tan verdadero y real como el mío, y me indican los pasos concretos para vivirlo día a día: del presente, Franco, a la riqueza del pasado, Dante; y del pasado, Dante, a la riqueza del presente, la experiencia de un adulto cristiano, de un verdadero hijo de don Gius.